Irene Ruiz Roldán / Se acerca otro 25 de noviembre, otro Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una podría pensar que cada año se dan los mismos discursos y que no hay nada más que explicar al respecto, pero tristemente la realidad es otra. Me asusta y me enfada ver como determinados medios y políticos han declarado la guerra al feminismo, a la lucha contra el machismo y el patriarcado. Y sí, digo guerra, porque sólo así se puede definir la obsesión de ciertos sectores con demonizar al movimiento feminista. Primero fue la falacia de las denuncias falsas, pese a que se les repita por activa y pasiva que suponen un 0.01% del total. Después, los “chiringuitos feministas” como objetivo a eliminar, en un país en el que el presupuesto destinado al Pacto de Estado de Violencia de Género sigue sin ejecutarse en su totalidad mientras se regala dinero a los bancos y a los gestores de las autopistas. Luego, decidieron ridiculizar el consentimiento sexual y culpabilizar a las víctimas de violación, eso sí, siempre que la agresión no pueda usarse para fomentar su odio xenófobo.
El feminismo está en el punto de mira y el mensaje está calando en cierto sector de la población. Prueba de ello son los ataques que han sufrido sedes de organizaciones feministas con pintadas de esvásticas y ‘Feminazis’. La ironía de que para ellos las ‘nazis’ seamos nosotras me la voy a ahorrar. Para poder entender cómo hemos llegado a esto, un poco de contexto:
En España, más de mil mujeres han muerto asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003, año en el que se empiezan a registrar estadísticas oficiales para este tipo de delitos. Repito: más de mil mujeres asesinadas en 16 años. En esa cifra no se incluyen los feminicidios de mujeres violadas y asesinadas (como Laura Luelmo o Diana Quer) o cualquier otro asesinato machista no cometido por la pareja o expareja de la víctima. De ser así, la cifra sería incluso mayor.
El feminismo no ha parado de crecer en los últimos años. Manifestaciones multitudinarias como las del 8 de Marzo eran impensables cuando yo era una cría y me enorgullece ver a chicas muy jóvenes formadas, informadas y movilizadas por sus derechos. Pero la lacra no cesa.
Baleares, por su parte, lleva una década a la cabeza en casos de violencia machista. La última estadística judicial habla de 33 mujeres asesinadas desde 2003 y una tasa de denuncias muy superior a la media estatal que, además, se incrementa cada año. Porque la violencia machista no se limita a la ejercida por el marido, el novio o la expareja, ni se limita sólo a las asesinadas. La violencia machista está también en las violaciones y las agresiones sexuales que tanto cuesta a los jueces catalogar como tal, incluso cuando se llevan a cabo en grupo, grabándolo en vídeo y jactándose orgullosos ante sus congéneres. La violencia está en el acoso sexual en los centros de trabajo, que tanto cuesta denunciar por miedo a las represalias y, todavía, por vergüenza. Violencia es el acoso callejero, es que la mitad de la población sepamos lo que es tener miedo al caminar a solas por una calle oscura. La violencia machista se manifiesta de muchas formas, desde las más graves, como el asesinato o la violación, hasta esos ‘micromachismos’ que las mujeres estamos cada vez menos dispuestas a dejar pasar.
El feminismo no ha parado de crecer en los últimos años. Manifestaciones multitudinarias como las del 8 de Marzo eran impensables cuando yo era una cría y me enorgullece ver a chicas muy jóvenes formadas, informadas y movilizadas por sus derechos. Pero la lacra no cesa. Y no cesa porque el machismo ve una amenaza en todas esas mujeres jóvenes, fuertes, independientes y feministas que ya no están dispuestas a ser sólo lo que un hombre quiera que sean. El machismo se está defendiendo con uñas y dientes: mintiendo, manipulando, insultando y amenazando.
Siempre ha estado ahí, claro está, pero nunca había venido tan de frente, tan envalentonado como ahora que tiene una representación política directa y sin sutilezas de ningún tipo. Hoy día existe un partido (y varios más que le miran con buenos ojos) dispuesto a defender hasta el más ruin, fraudulento y desfasado de los argumentos patriarcales para atacar a quienes buscan la igualdad, desde decir que corrompemos a los niños al hablarles de sexualidad sana o de diversidad sexual, hasta acusarnos de odiar a los hombres y ser unas resentidas. Pasando por el maravilloso y científico argumento de las feministas son feas, las señoras machistas son guapas y con clase.
Sería hasta gracioso, si no tuviéramos cada día más muertas. Más violaciones. Más manadas. Pero ante este horror cuantificado y documentado con cifras oficiales, ante este horror inapelable, hay una parte demasiado grande de nuestra sociedad que ha decidido que su enemigo es el feminismo. Ni los asesinos, ni los violadores, ni los acosadores ni los maltratadores. El feminismo.
Es el patriarcado revolviéndose, mientras los medios le hacen de altavoz, lo blanquean y normalizan sus mensajes hasta que acaban calando entre la gente. Por eso es esencial que todos los que creemos en la igualdad plantemos cara a ese mensaje y a sus emisores, no sólo las activistas feministas, no sólo la gente de izquierdas, no sólo las mujeres. Porque somos más los que creemos que la relación entre hombre y mujer debe ser en igualdad de condiciones, los que queremos unas relaciones sexuales consensuadas y deseadas, los que condenamos la violencia machista sin ambages, los que rechazamos la idea de una masculinidad testosterónica y una femineidad frágil. Demostrémoslo.
Irene Ruiz Roldán
Esquerra Unida de les Illes Balears