@LauraFArambarri / Una de las mejores cosas que tiene este país es la radio pública. El viernes, volviendo del trabajo, me encontré con la voz de Amelia Valcárcel en el programa Ellas pueden de Radio 5.
Valcárcel es una filósofa feminista que explica las cosas tan bien que dan ganas de aplaudir cada frase que dice. Es una mujer inteligente y seria, un ejemplo de sabiduría y saber estar.
Aquí un ejemplo: “La escasez de vocaciones es tan grande que la prostitución solo existe en nuestras sociedades ricas y abiertas porque se trata y se compran mujeres pobres en zonas del mundo deprimidas económicamente”.
En cuanto se saca este tema, enseguida aparece el argumento de que hay muchas mujeres que se dedican libremente a la prostitución. Pero Valcárcel tiene ahí una respuesta inapelable: llamar a eso libertad “es emplear la retórica para convencer de algo que, en condiciones normales, no se aceptaría”. Porque la dignidad humana, como Kant ya afirmó en el siglo XVIII, supone que el ser humano es un fin en sí mismo y nunca un medio para el uso de otro individuo. Usar a una persona para un fin es convertirla en un objeto. En una cosa. Y las cosas no tienen dignidad. Perder la dignidad es perder la humanidad.
Cuando tenía siete años me construí un púlpito con unas cajas de madera para jugar a ser cura. Parapetada detrás de él y vestida con una sábana vieja a modo de sotana leía pasajes de la Biblia y componía elaborados sermones sobre vete tú a saber qué. Me escuchaban cinco feligreses: una Nancy, el busto de una Gwendolyn pintarrajeada, dos peluches y una muñeca de trapo.
Decidí que quería ser sacerdote y así se lo comuniqué a mi madre. Me dijo que no podía ser cura, pero sí monja. Le pregunté porqué no podía ser cura y me dio unas explicaciones que no me convencieron en absoluto. Porque no hay explicación razonable.
“La religión tiene que hacer las paces con los valores de la democracia”, dice Valcárcel en una de tantas entrevistas suyas que he leído y que son siempre oro puro. La religión católica, que predomina en países democráticos, no ha abrazado el valor de la igualdad. No permite a las mujeres ejercer el sacerdocio y mucho menos a aspirar a ocupar cargos en la jerarquía como arzobispados o papados. Una institución que desprecia de tal modo uno de los valores básicos de la democracia como es la igualdad no debería tener tanto poder ni tanta presencia en la educación de un país democrático.
El 75 por ciento de los religiosos de España son mujeres (monjas básicamente) y algunos estudios afirman que, de cada cinco personas que acuden a misa, tres son mujeres. Yo diría más bien cuatro, basándome en mi experiencia personal. Esto se suma a que las vocaciones están cayendo en picado (en España hay actualmente 40.237 religiosos, 3.178 menos que en 2016). ¿La falta de vocaciones acabará permitiendo que las mujeres sean sacerdotes? La iglesia, hoy por hoy, es una institución sostenida por mujeres pero que lideran hombres. Absurdo y machista.
Las mujeres españolas, cada vez más cultas y cada vez menos dependientes económicamente, huyen de la prostitución y huyen también de la iglesia. Algunos se escandalizarán porque haya metido a las monjas en el mismo saco que las prostitutas. Este es el mensaje: Hoy, en el Día contra las violencias machistas (Concentración a las 19 horas en Vara de Rey) me parece importante decir alto y claro que aceptar la prostitución o aceptar que una institución machista tenga fuerza en nuestra sociedad constituye aceptar la violencia estructural contra las mujeres, porque la primera avala la idea de la mujer como ser inferior e utilizable y la segunda como ser inferior y secundario, nunca poderoso. Estoy convencida de ello.
Pues discrepo con Amelia Valcárcel, en su afirmación de que «llamar a eso libertad, es emplear la retórica para convencer de algo que, en condiciones normales, no se aceptaría».
Que, a ella, no le entre en la cabeza, el hecho de que existen prostitut@as que lo hacen porque, quieren hacerlo, es negar una realidad empírica. Se puede mantener, obviamente; pero no se ajustará nunca a la realidad.
En cuanto a Kant. Bueno… no conviene sacarlo de contexto. «Usar a una persona para un fin es convertirla en un objeto». Pues mira, esa es la base del trabajo, que convierte al hombre en una herramienta, la base del consumismo, que convierte al hombre en un simple elemento de consumo, y en la base de la política, que convierte al hombre en un «votante». Por no hablar de la religión, que convierte al hombre… ¿en qué? Lo dejo a la interpretación de cada cual.
Lo bueno de la filosofía, es que tienes todo tipo de argumentos, a favor y en contra de un tema. A mí, desde luego, no me impresionan «los grandes hombres», con sus «grandes ideas». Por mucho que merezcan respeto, también son objeto de debate. No ostentan verdades absolutas. No «es» la verdad; todo es matizable. Por ejemplo, para mí, la dignidad consiste en realizar una actividad con pundonor, amor propio y honradez. Cualquier trabajo puede convertirse en indigno, y cualquier trabajo, puede ser digno.
Sin embargo, no te falta razón cuando dices que: “aceptar la prostitución o aceptar que una institución machista tenga fuerza en nuestra sociedad constituye aceptar la violencia estructural contra las mujeres, porque la primera avala la idea de la mujer como ser inferior y utilizable y la segunda como ser inferior y secundario, nunca poderoso”.
Pero con respecto de lo primero, te matizo, que, llevarías toda la razón, si dijeras, que, la idea de que las mujeres (también hombres) ejerzan la prostitución, no debe de servir para considerarlas un objeto.
La trata de personas con fines sexuales, es un asunto, que el Estado no es capaz de resolver, simplemente, porque se niega a legalizar la prostitución. Hay muchísimas personas, que no están contentas con el trabajo que realizan. Pero al menos, no se les obliga a ello. Al no legalizar la prostitución, el Estado da pie al surgimiento de las mafias. Que lo único que hacen, es convertir en tragedia la prostitución. Legalizándola, se conseguiría erradicar casi por completo la mafia, y con ello la trata. Podrían formar sus sindicatos, y obtener sus derechos. “Entonces”, obtienes dignidad.
Estigmatizar la prostitución, en mi opinión, es un error. Se acabará, cuando el Hombre realice el sexo sin tabús, y con la misma facilidad con que se toma un café. Es una concepción, que conlleva un cambio en el propio concepto de la familia. Las ataduras, no son buenas. De hecho, son anti-natura, por mucho que la iglesia, basada en la tradición judía y romana, se empeñe en decir lo contrario. El referente de como las sociedades humanas son capaces de organizarse de otras formas, lo tenemos en los Mosuo. Aquí te dejo un enlace: https://www.playgroundmag.net/cultura/matriarcado-Mosuo-civilizacion-hombres-fecundar_22653923.html Te advierto que el choque cultural puede resultarte inasumible. Pero esa gente lleva funcionando así durante milenios, y producto de ello, no conocen la guerra, ni los abusos sexuales, ni el hambre o la miseria. Lamentablemente, y debido a circunstancias exógenas, su modo de vida esta hoy día siendo alterado, y corre peligro de desaparecer. Pero son un ejemplo de como el entendimiento de la raíz de las cuestiones humanas, por parte del Hombre, lleva a solucionar temas que, en Occidente, no tienen fácil solución.
Totalmente de acuerdo Alderaan y, añadiria con respecto a prohibir la prostitución,que hay diferentes formas de ejercerla,la prostitución forzada debe ser perseguida como delito,la prostitución «voluntaria» ejercida libremente para ganarse el pan,deberia ser legalizada.Porque puestos a prohibir,deberiamos prohibir todo trabajo hecho forzadamente,también podria llamarse prostitución o esclavitud todo trabajo realizado por obligación,y entonces la linea que separa una de otra seria muy fina,invisible.Ademàs pienso que la prostitución reglada como se ejerce en paises como Holanda no perjudica a nadie,más bien creo que otorga muchos beneficios a la sociedad.
No hay prostitución forzada y prostitución voluntaria.
Hay prostitución y trata. Hay libertad y esclavitud. Ofrecer sexo voluntariamente a cambio de dinero es prostitución. Que te obliguen a ofrecer prostitución a cambio de amenazas, lo segundo.
Cualquier persona que obligue a otra a trabajar debería pagar por ello.
Es así de sencillo. Luego están los que no se aclaran, hace unos años hablaban de sexo libre y hoy están por meterse en las camas de los demás para decirles cómo y qué pueden hacer.