No fue el sonrojo de un ángel.
Ni del capricho vino el premio.
Lo cierto es que aquel poema leído cerca del prólogo y que su destino
era el epílogo, significó la estatura del poeta.
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Tan extenso era el poemario que no lejos de la primera página
el mundo ya olvidó. Y gracias al descuido natural del poeta,
el orden de aquella página cambió el curso de su historia.
Así, hoy valoramos este poema más que toda su obra realizada.
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Al conocerse al premiado, la economía de aquel diminuto Estado
se activó y surgieron amistades nuevas: el joven freelance que estilizaría
su imagen y así se le abrirían nuevos caminos en tan noble sociedad,
la editorial que ofrecía tentadoras rebajas para su entrada
en la vida cultural, la revista online que le alquilaba un espacio cerca
de las necrológicas o incluso aquella bodega que, viendo negocio,
le insinuó que bien podría contentarse el poema si se viera rodeado
de sus exclusivos caldos.
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Nuestro poeta, ahora ya todo un ídolo de televisión, ante tal apertura
emocional, tuvo que inclinarse para recoger setas del bosque y continuó
buscando en el más allá, palabras con las que jugar.