@Noudiari / Un alumno de Secundaria de Ibiza de 12 años de edad relata en primera persona y en colaboración con su hermana, de ocho, su día a día confinado en casa junto a sus padres. Su idea es hacer un ‘cuaderno de bitácora’ mientras dure el “encierro”. Desvelarán sus identidades una vez concluya el Estado de Alerta decretado por el Gobierno y un día antes de que puedan volver a clase, tal y como ambos han acordado.
Día 4 de encierro. Hoy iba a ocurrir un suceso un tanto especial estando en esta situación. Vendría el repartidor del supermercado.
Resulta que las provisiones de productos fundamentales, Coca-Cola, patatas fritas y galletas, que habíamos comprado para los próximos 15 días nos habían volado durante el primer fin de semana.
Coronavirus no, pero el empacho está asegurado.
Siguiendo con el tema de la compra… Sigo sin saber por qué puede venir un desconocido a casa a traernos comida para cocinar pudiendo venir el repartidor de la pizzeria de toda la vida, que ya lo conocemos de sobra y además nos trae una pizza buenísima, calentita y lista para zampar.
Pero no hay manera de que mis padres lo entiendan. Bueno, solo sé que algún día les convenceré para pedir pizza, algún día.
Cuando el repartidor tocó al interfono mi madre le dijo que se esperara en el portal que le iba a tirar un sobre con el dinero de la compra por la ventana que da a la calle.
Hay que estar muy ‘colgao’ para hacer eso, pero no fue lo peor.
Cuando el repartidor subió hasta el piso a traernos las bolsas, mi madre salió a recibirlo con los guantes que usó para ir a Andorra y con una mascarilla puesta del revés que le hacía parecer un oso hormiguero.
Finalmente, cuando todo el numerito de la compra parecía acabado, mi padre procedió a «desinfectar» las bolsas de comida y después como es obvio nos metimos los spaghettis por las orejas.
Mi hermana y yo seguiremos contando mañana cómo va esto del encierro.
chaval, te tienes que que dedicar a esto!
Me parto contigo
y luego diréis que estáis aburridos
Quin fart de riure¡¡