Joan Miquel Perpinyà / Han vuelto los escraches, esa práctica política execrable que consiste en azuzar a la ciudadanía descontenta para que proteste frente al domicilio particular del rival político. Vamos, una forma depurada del matonismo que persigue idéntico fin, amedrentar y coaccionar a otros representantes de los ciudadanos que no piensan como uno mismo.
Suele pasar que quien siembra vientos, recoge tempestades.
Suele pasar que quien siembra vientos, recoge tempestades. De ahí que quienes alentaban los escraches y los defendían con el estúpido argumento de que eran “jarabe democrático”, como llegó a decir el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ahora toma de su propia medicina porque el escrachado ahora es él. Las tornas han cambiado. Antes se dedicaba a atizar el ánimo de los indignados del 15-M contra los políticos del PP, pero ahora que él es el vicepresidente 4º del Gobierno de España, con 27.888 fallecidos por coronavirus (cifra claramente inferior a la real como ya admiten incluso las autoridades), se esfuerza en pedir prudencia y responsabilidad. Cuando antes se azuzaba a la turba a manifestarse por el sacrificio del perro con Ébola, ahora no hay motivo ninguno para la protesta. Pero de poco le sirve porque tras la crisis sanitaria vendrá la más profunda crisis económica que haya vivido España en toda su historia. Las cifras de parados y las colas ante los comedores sociales serán demoledoras incluso para PSOE y Unidas Podemos. El estallido social es inevitable. Ojalá me equivoque.
Pero ahí que aparece Rafa Ruiz, siempre pescando en río revuelto aunque siempre a destiempo, y presume en Twitter de estar en contra de los escraches y de haberlo estado siempre
Pero ahí que aparece Rafa Ruiz, siempre pescando en río revuelto aunque siempre a destiempo, y presume en Twitter de estar en contra de los escraches y de haberlo estado siempre. “Condené los escraches en las casas de dirigentes del PP que nos robaban a manos llenas. Me parece que acudir al domicilio de un dirigente político es pasar una línea que jamás se debería pasar. No veo dirigentes de la derecha condenar tal acto. Ánimo @IreneMontero @PabloIglesias”, tuiteó el primer edil de Vila.
El alcalde es un taimado impostor que miente más que habla. Rápidamente hubo quien le recordó algunos tuits suyos de 2013, cuando era concejal en la oposición, haciendo público que estaba de acuerdo con escrachar a los populares y calificando de dictatorial la orden del Ministerio del Interior de actuar contra las deleznables protestas que entonces sufrían sus rivales políticos. #SiEsPot decía entonces Ruiz, haciendo suyo el lema de Podemos. Tengo escrito que estamos ante un político afiliado al PSOE por pura conveniencia, porque es la plataforma más adecuada ahora para medrar, pero que estaría en cualquier otra formación de las que usualmente utiliza para afianzarse en el poder, antes Guanyem y ahora Podem. Suerte que lo sabe todo el mundo en la FSE-PSOE, de ahí el odio africano que le profesan con toda justificación.
Rafa Ruiz, como cualquier otro ciudadano, tiene todo el derecho del mundo a cambiar de opinión. Pero sucede que no es eso lo que ha sucedido, sino que estando a favor de los escraches cuando él estaba en la oposición, ahora que ostenta el poder está en contra. “Yo soy yo y mis circunstancias”, que dijo Ortega y Gasset. Cambian mis circunstancias y cambio yo. Pero queda patente que el líder de los socialistas vileros es un personaje siniestro que amén de incompetente y cínico, es un hipócrita nivel premium. El cargo le viene enorme y su sola presencia en Can Botino es indigna para la corporación porque un primer edil que se comporta como un matón arrabalero, increpando a los vecinos que tienen la osadía de criticarle, y que miente descaradamente en Twitter para atacar a sus rivales políticos, supone un desdoro para Ibiza.