Laura Ferrer Arambarri / Hoy, 1 de junio, hace un mes que debería haber comenzado la temporada.
Puede que comience tímidamente dentro de una semana con la reactivación de las comunicaciones interislas. Después llegarán los vuelos nacionales y, a partir del 1 de julio, los internacionales.
Si vienen turistas van a querer fiesta. Porque esto es Ibiza, no Menorca, y así lo han querido quienes han ido puliendo el modelo. El modelo del sol y de la fiesta non stop, que no ha cambiado por el Covid-19. Solo se ha postergado la puesta en marcha de la maquinaria. Y si ese deseo no lo satisfacen las discotecas, los visitantes buscarán esa satisfacción en otros lugares. Es decir, si hay demanda, habrá oferta. Es la ley del mercado, señores.
Los turistas que vengan van a querer lo de siempre. Y si no lo tienen por la vía legal lo tendrán por la vía ilegal.
Ya se están organizando fiestas estos días. Opening villa, opening playa, opening bosque, opening garaje, opening la terraza de mi casa. Cualquier lugar apto para reunir a un puñado de personas con ganas de pasarlo bien.
Si las fiestas clandestinas ya son algo habitual cada verano, este año pueden ser pandemia. Pandemia porque serán muchas y pandemia por ser foco de contagios.
Seguro que lo han leído. El príncipe Joaquín de Bélgica, sobrino del rey Felipe, ha dado positivo en coronavirus después de viajar a Córdoba desde su país y asistir a una fiesta privada en la que se congregaron una treintena de personas.
En fase 2 (en la que estaba Córdoba en el momento de los hechos) no están permitidas las reuniones de más de 15 personas, no está permitido el flujo interprovincial (en la fiesta había varias personas residentes en Sevilla) y, por supuesto, no está permitido volar a España sin justificación. No parece que el bueno de Joaquín tuviera justificación más allá de la de reunirse con su novia y sus amigos. La Policía ya está investigando los hechos
Nos puede parecer una locura que abran las discotecas pero, llegados a este punto, puede que sea más locura que no abran si, por otra parte, se permite que vengan turistas.
En Ibiza hay muchos joaquines de Bélgica y similares deseando volver a sus villas para reencontrarse con sus amigos.
Varias patronales de discotecas ya están pidiendo una apertura paulatina a partir del 8 de junio. A muchos nos puede parecer una locura que abran las discotecas pero, llegados a este punto, puede que sea más locura que no abran si se permite que vengan turistas con las ganas de fiesta dentro de la maleta.
Podemos pensar al revés y creer que los turistas que normalmente buscan fiesta en Ibiza no vendrán, al menos no por el momento, si saben que las discotecas no estarán abiertas o que lo van a estar con aforos tan limitados y normas de higiene que le quitan toda la sustancia al asunto.
Ah, pero es que la fiesta no es solo cosa de jóvenes clubbers británicos e italianos.
La fiesta, ya sea masiva o en petit comité, le gusta a todo el mundo.
Las coronafiestas no las va a parar nadie, como nadie paró el consumo de alcohol durante la Ley Seca en Estados Unidos.
Llegados a esta conclusión, uno se pregunta si no sería mejor que abrieran las discotecas, donde al menos los empresarios estarán obligados a cumplir numerosas normas de salud e higiene y donde se supone que habrá vigilancia, que mantenerlas cerradas y abrir de par en par las compuertas de la ilegalidad que, como ya decía, siempre ha existido pero este año puede alcanzar proporciones nunca vistas.
Pronto comprobaremos si merece la pena correr el riesgo de abrirlo todo, frente a la ruina de no abrir nada. O tal vez comprobaremos que abrir es la verdadera ruina si se produce un rebrote.