Joan Miquel Perpinyà / Ibiza es de aquellos pocos lugares en el planeta que infringir la Ley a cara descubierta y con el mayor descaro no solo supone un obstáculo sino que a menudo funciona como un trampolín social. Aquí, pasarse las normas por el forro de los pantalones da prestigio y es causa de general admiración. Así fue siempre y así sigue siendo.
Noudiari ha desvelado que la propietaria de Casa Lola, Francisca Sánchez Ordóñez (alias Paquita Marsans) y su hija Rocío Martín Sánchez, célebres por sus obras ilegales en es Cubells y por tener trabajadores sin darlos de alta, además de por romper los precintos que sucesivamente iba colocando el Ajuntament de Sant Josep a las edificaciones que ellas iban levantando según se le antojaba, son ahora también propietarias a través de su empresa Martín Sánchez 97 SL del establecimiento Km.5.
En cualquier otro lugar del mundo, alguien con semejante currículum infractor […] se cuidaría mucho de adquirir a su nombre un establecimiento público con restaurante y sala de baile.
En cualquier otro lugar del mundo, alguien con semejante currículum infractor, que estuvo en prisión por defraudar más de 850.000 euros a Hacienda, se cuidaría mucho de adquirir a su nombre un establecimiento público con restaurante y sala de baile. Para algo están los testaferros, digo yo. Pero en Ibiza tales cautelas son ridículas y contraproducentes. Es preferible hacer las cosas a las bravas y con el mayor descaro posible, como si uno no tuviese conciencia de estar haciendo nada malo. Eso asegura hacer dudar a las autoridades, dubitativas y temerosas de por sí como es de ver, y proporciona una publicidad impagable.
Casa Lola encarna el espíritu de Ibiza. O al menos presumía de ello en el portal inmobiliario en que se publicitó durante un tiempo.
Me viene a la cabeza, salvando las distancias, el caso del propietario del chalé patera de Sant Antoni, que pese a alojar a más de 80 personas en verano sin disponer de permiso alguno, no solo negaba haber cometido la menor irregularidad sino que presumía de estar haciendo un bien a la sociedad cobijando a quienes no tenían mejor lugar donde vivir.
Casa Lola encarna el espíritu de Ibiza. O al menos presumía de ello en el portal inmobiliario en que se publicitó durante un tiempo. Hay que reconocer que es cierto. Ibiza, sin ese componente de libertad mal entendida mezclada con anarquía y caradurismo, no sería lo que es. Es por ello que el Consell d’Eivissa debe plantearse otorgar a Paquita Marsans la Medalla de Oro de la isla el próximo 8 de agosto en Cas Serres. Y después, todos de copas a su nuevo local.