Joan Miquel Perpinyà / Estamos tan endiosados y tan llenos de soberbia que aceptar que hay problemas que no está en nuestra mano solucionar o factores de la naturaleza que no podemos dominar, nos produce enorme frustración. Nos ha sucedido con la pandemia del Covid-19, para la que buscamos enfermizamente culpables en quien descargar nuestra ira, ya sea la gestión del Gobierno, el doctor Fernando Simón, la Organización Mundial de la Salud o China. ¿No es ridículo?
Acabamos de saber que el juez Santiago
Pinsach ha decretado el archivo provisional del caso de la
desaparición de Nuria Ester Escalante en octubre de 2018. Recordarán
que la mujer alicantina de 52 años fue vista por última vez en
s’Arenal de Sant Antoni cogida de la mano de un hombre en quien
recayeron las principales sospechas. Además de él, fueron detenidos
otros cuatro sospechosos. Todos ellos estuvieron en prisión
provisional sin fianza, aunque fueron puestos en libertad ya que,
pese a que los investigadores y los familiares consideraron que la
desaparición de Nuria Ester había sido involuntaria y forzada, al
no aparecer su cuerpo no había pruebas sólidas para sostener una acusación contra ellos.
La profusión de novelas negras, películas y series de televisión de temática policial ha hecho que, muy erróneamente, acabemos convencidos de que no existe el crimen perfecto y que gracias a la ciencia forense y a los modernos medios de investigación que se presumen a disposición de la Policía Judicial (siempre limitados), no hay delito grave que no sea esclarecido y sus responsables puestos a disposición de la Justicia. Lamentablemente esto no es así. No sucede muy a menudo, pero tampoco son excepcionales los casos en que acaba siendo imposible averiguar la realidad de lo sucedido ni obtener las pruebas incriminatorias para acusar fundadamente a alguien.
[…] tampoco son excepcionales los casos en que acaba siendo imposible averiguar la realidad de lo sucedido ni obtener las pruebas incriminatorias para acusar fundadamente a alguien.
Puedo asegurar que los agentes de la
Guardia Civil que investigaron el caso de la desaparición de Nuria
Ester Escalante no escatimaron tiempo, medios ni esfuerzo en sus
pesquisas para arrojar luz sobre lo sucedido. Dudo mucho que la UCO lo hubiese hecho mejor porque es imposible. Aunque duela
decirlo, sin el cuerpo no hay crimen. Los operativos de búsqueda
y rastreo resultaron infructuosos y aunque durante la reconstrucción
de los hechos ante el juez, el principal sospechoso incurriese en
numerosas contradicciones, finalmente no ha sido posible hallar
pruebas del crimen.
Me vienen a la cabeza otras desapariciones sin esclarecer, como la de Malén Ortiz o Ana Eva Guasch, ambas en Mallorca. Nunca se ha vuelto a saber de ellas. Es imposible no conmoverse ante el drama que habrán sufrido sus familiares y amigos. De ahí que humildemente, desde estas líneas, envíe un abrazo afectuoso a los allegados de Nuria Ester Escalante. Y también a los investigadores de la Guardia Civil, para que no olviden nunca el caso y transformen la lógica frustración en acicate para seguir buscando pistas que eviten que este crimen quede impune.