Pilar Rodríguez Veiga / El coronavirus ha provocado que, de un día para otro, las personas se hayan tenido que reciclar y hayan comenzado a trabajar de manera aislada, como especialmente ha ocurrido en el caso de los docentes, separados de sus alumnos, a los que han dado las lecciones o algún grito de advertencia en clase solo de forma «online».
Un profesor de Biología y Geología de un colegio concertado, una profesora de Educación Física de un colegio público, otra de un centro concertado de Educación Especial y una psicóloga experta en ayudar a docentes cuentan a cómo ha sido su experiencia, para bien y para mal, a pocos días del final oficial de este extraño curso.
«Lo que más he echado en falta es el día a día; la convivencia es una parte esencial de la ecuación de las personas y para mí una fuente de motivación muy importante», reconoce Miguel, profesor de Biología y Geología que valora «la capacidad adaptativa demostrada en general».
«Ha habido que superar muchas dificultades» y, aunque «hay excepciones», asegura que sus alumnos le han sorprendido, superando a veces contextos «personales y materiales muy complejos».
«Con una pandemia de por medio es difícil no sentir más estrés del habitual», dice Miguel, que detalla que lo ha sufrido, por ejemplo, con «los correos a todas horas, archivos por corregir por todas partes, videoconferencias con fallos técnicos para todos los gustos».
Para el nuevo curso cree que «todo apunta a combinar enseñanza a distancia con la presencial de alguna manera», un reto que «habrá que afrontar con optimismo y atendiendo a las necesidades de cada persona para ser justos».
Reinventarse
Elvira, profesora de alumnos de Educación Especial, destaca que para llegar «online» a ellos suponía «implicar y motivar muchísimo a los padres, quienes también tenían que teletrabajar».
«Lo positivo es que los profesores hayamos sido capaces de reinventarnos en horas», sobre todo «en una educación tan presencial y directa», ya que muchos niños «centran solo su atención teniéndote cerca».
A los alumnos con discapacidades más severas se les mandaba vídeos, incluso simples audios a través de los móviles de los padres, «estimulaciones sensoriales para que siguieran escuchando nuestra voz y sus canciones favoritas», narra.
«También hicimos unas olimpiadas, con ejercicios facilitos en el pasillo de casa, con tetrabriks de leche, rollos de papel o una escoba», recuerda.
Angustia
Elvira también afirma haber sentido estrés al igual que sus colegas, pues además de compatibilizar su vida con el teletrabajo, se «angustiaba» pensando si había hecho bien su labor y sufría con familias de alumnos al saber «sus problemáticas diarias».
Subraya que tuvieron que fijar un día a la semana para que las familias con más problemas socieconómicos acudieran a la puerta del centro y, con las máximas medidas de seguridad, entregarles material para las clases.
¿Cómo ve el próximo curso? «Con mucha incertidumbre -recalca Elvira- pues en Educación Especial vamos a estar más evitando contagios que dando clase, nuestra preocupación será que no se junten, tengan las manos limpias o no tengan fiebre».
Complicado lo ha tenido asimismo María, profesora de Educación Física en dos centros.
«En general, los alumnos han trabajado, pero los que no hacían casi nada antes han seguido igual», lamenta.
Poner a los alumnos retos de equilibrio o puntería y mandarles que crearan sus propios vídeos han formado parte de sus clases.
El principio fue «confuso», pero lo que más le ha estresado a María ha sido estar durante horas sentada delante de un ordenador (en su caso, encima, sin estar en su casa y teniendo que valerse a veces el wifi que le prestaba una vecina) cuando antes su trabajo sucedía mucho «en una pista».
Educación física
Sobre la posibilidad de que los gimnasios de los colegios se vayan a utilizar como aulas para mantener las distancias de seguridad entre alumnos, esta docente insta a «no menospreciar» su asignatura, en especial tras un confinamiento que no ha sido muy sano físicamente.
Un estudio de CSIF concluye que nueve de cada diez profesores ha sufrido desgaste emocional y estrés por el confinamiento, algo provocado, según cuenta Rocío Díaz, maestra y psicóloga en el servicio Ayuda a Profes de dicho sindicato, por la sobrecarga laboral debida a la atención individualizada de los alumnos, cuestiones no sólo pedagógicas sino técnicas, la falta de preparación para una situación así y de directrices «claras» desde la Administración.
Se ha continuado la labor docente desde el primer día, «hemos afrontado la situación sin dudarlo un segundo por el bien de nuestros alumnos», argumenta.
«El problema fundamental es que ni los alumnos ni los docentes (ni nadie) estábamos preparados para la atención y formación ‘online'», explica Díaz.
Asegura que los docentes han casi duplicando su jornada laboral durante el confinamiento, quitando tiempo a sus familias y teniendo la sensación «de no llegar a todo y no querer dejar nada pendiente, que es la que ocasiona el estrés».
«Veremos cómo se presenta el verano. Lo que realmente necesitamos en saber los planes de las administraciones para la vuelta a los centros, disponer de garantías que avalen la seguridad de los alumnos y del personal de los centros», comenta esta maestra y psicóloga que critica que «llevemos tres meses recibiendo noticias contradictorias» y «propuestas de medidas irrealizables».
«Con la educación y la salud no se debe improvisar», añade Rocío Díaz.
EFE