EFE / Los arponazos y agresiones que sufrieron un grupo de orcas en julio en aguas del Estrecho pueden ser la causa que ha llevado a estos cetáceos a embestir a varios barcos en las costas españolas, en concreto a dos orcas jóvenes «movidas por el recuerdo de los golpes que recibieron desde algún velero».
Este es el argumento que sostiene Víctor J. Hernández, naturalista y autor del libro «Cetáceos. Introducción a las especies ibéricas, Baleares y Canarias«, para explicar los extraños ataques que ha protagonizado últimamente un grupo de orcas, y en concreto dos ejemplares jóvenes, en las costas del Estrecho y de Galicia.
#MuyImportante ‼️Alertan del avistamiento de #orcas en aguas de las #RiasBaixas #Pontevedra
Salvamento Marítimo lanza un aviso para que las embarcaciones no intenten aproximarse en caso de encontrarse con este grupo de cetáceos pic.twitter.com/HKdY3x5nVI
— Sup Galicia (@supgalicia) August 31, 2020
El objetivo de estas orcas, que miden entre 5 y 8 metros de largo y pueden llegar a pesar 5,5 toneladas, han sido sobre todo los veleros de tamaño medio, que navegaban entre 2 y 8 millas náuticas de la costa y a los que han golpeado causándoles diversos daños materiales, sobre todo en el timón.
La situación en las costas gallegas ha llegado a ser tan preocupante que el pasado 22 de septiembre el Gobierno limitó la navegación a veleros de eslora igual o menor a 15 metros en la costa coruñesa, para evitar que se repitieran estos incidentes, en los que no se han registrado daños personales.
En declaraciones a Efe, Víctor J. Hernández ha asegurado que detrás de estas embestidas está un grupo de cetáceos de entre 9 y 13 ejemplares que se mueven en manada, liderados por un macho al que en aguas del Estrecho han bautizado como «Pingu», y que cada año llegan a las costas españolas siguiendo a los atunes rojos que migran a estas aguas desde el Atlántico.
«Las personas del mar que conocen bien al grupo de «Pingu» por sus manchas en la piel -que llegan a ser tan distintivas como las huellas dactilares-, aseguran que en julio estas orcas fueron objeto de ataques y arponazos en la cabeza lanzados desde algún velero que pescaba ilegalmente y cuyos tripulantes se asustaron al verlas de cerca», ha relatado el experto.
Al parecer, la mayoría de los golpes fueron a parar sobre «Angie» y «Soraya», dos de las orcas más jóvenes del grupo que también son conocidas por los pescadores y los barcos turísticos que realizan avistamientos en el Estrecho y que pudieron fotografiar las heridas que causaron los veleros a los cetáceos y las marcas que les quedaron al golpearse con el timón cuando trataban de huir.
Según ha explicado Hernández, las orcas tienen «una memoria prodigiosa, similar a la de los delfines» y por eso cuando emigraron a las costas gallegas siguiendo a los atunes, «los dos ejemplares más jóvenes embistieron a los veleros porque están traumatizados con este tipo de barcos, les golpearon y mordieron los timones porque les recuerdan a los arpones».
Asegura que las orcas mantendrán la misma actitud hasta que su memoria borre la agresión: «Es cuestión de tiempo. Desconozco cuándo sucederá, pero cuando los atunes emigren hacia el Atlántico, las orcas les seguirán y acabarán olvidando el maltrato que sufrieron».
El comportamiento de las orcas es pacífico, continúa este experto, y añade que no se conocían incidentes desde los años 70, «cuando algunos pescadores del Estrecho comentaron alguna mordedura en algún timón, pero sin daños mayores» y que, incluso en aguas del sur, es normal ver a estos animales «nadando junto a las barquichuelas de los pescadores marroquíes sin ningún problema».
«Tuvo que ser bastante impactante lo que les ocurrió a esas dos orcas jóvenes con aquellos veleros para que reaccionaran así», ha comentado Hernández, que asegura que estos cetáceos se mueven en «grupos matriarcales» y suelen actuar de la misma manera «como si fueran una manada de lobos, muy unidos y dependientes unos de otros».
El naturalista sostiene que no existe modo de evitar que este grupo de orcas repita embestidas como las de los últimos meses, pues ni siquiera el ruido les espanta ya que «están acostumbradas a escuchar el trasiego de los barcos».
«La gente del mar conoce a las orcas y sabe que si se las respeta no hay problema, pero al resto les diría que cuando vean una de estas ballenas o cualquier otro cetáceo, lo mejor es no acercarse a menos de 100 metros ni tratar de perseguirlas, sino dejarlas tranquilas, que vivan en paz y las disfrutemos a distancia para evitar incidentes», ha afirmado.