Noudiari / Ormaechea quería sobre el campo a los guerreros de la película 300 en la previa del encuentro y los tuvo. Pedía el apoyo de la afición y los 300 seguidores que, siendo generosos, siguen de media a la Peña durante la temporada se multiplicaron por cuatro y taparon por primera vez en muchos años todo el cemento de la grada. Todo hacía prever desde antes del inicio un partido emocionante. Y el choque no defraudó. Atrajo a aficionados de toda la isla de Eivissa e incluso de Formentera, desde donde se desplazaron el presidente del Formentera, Felip Portas, y su hermano Artur. Exjugadores de la Peña que apenas se les ha visto durante este ejercicio por el campo y otros que no lo pisaban desde hacía años acudieron al campo dispuestos a aportar su granito de arena y a animar como el que más.
La música de la película 300 que recrea la batalla de las Termópilas sonaba desde antes del duelo. Se oía desde fuera del estadio. Y los habitualmente fríos aficionados de la isla se fueron contagiando poco a poco de todo el montaje para meterse desde muy pronto en el partido como muy pocas veces ocurre en la isla. Las acompasadas palmas que se oyeron nada más arrancar el partido hacían prever una actitud muy diferente del respetable, que esta vez sí se volcó con los suyos por momentos a voz en grito.
En la grada había de todo. Desde niños pequeños a abuelos. Incluso en la portería norte un grupo de seguidores disfrazados de espartanos, escudo en mano, arengaba a los suyos. Entre ellos estaba el central peñista Berto, cuya rodilla le impedía jugar pero no le restaba ánimos para gritar y animar como el que más hasta desgañitarse. Todo esto con el casco de espartano de cartón encajado en la testa. Chillón y animoso, el público fue, por norma general, respetuoso con el rival, un equipo que salvo por un pequeño detalle, se comportó con espíritu deportivo
La gente de fútbol, el aficionado, quiere un equipo en Segunda B en la isla. En el fondo, da igual cómo se llame ni del municipio que sea. Está claro que la Tercera División balear no es ya un aliciente para el aficionado, que quiere ver una progresión en un futbol, el ibicenco, que lleva años estancando lejos de la categoría de bronce, a la que cuando llega, además, es por poco tiempo y con malos recuerdos. Si 1.400 personas animan incondicionalmente al equipo para subir como hicieron ayer, que no harán para verlo en segunda B si se logra construir un equipo que gane partidos y de guerra en la categoría.
La derrota de la Peña al final del tiempo reglamentado dejó una estampa para el recuerdo. La grada, en pie, aplaudiendo a los futbolistas de la Peña. No son normales muchas de las escenas vividas ayer en Santa Eulària, donde el equipo consiguió revolucionar, muchos años después, a una grada que no destaca por su carácter impulsivo y animoso.
Además, las caras lo decían todo, tanto las del público como las de los jugadores. Los aficionados abandonaban el campo cariacontecidos y maldiciendo, mientras que los futbolistas se resistían a abandonar el terreno de juego, hundidos en la miseria del momento. Un mal trago que les ha dejado un sabor amargo pero que con el paso de los días irá volviéndose dulce cuando piensen fríamente en la campaña que han cuajado. Un golpe que, lejos de debilitar al grupo, le hace más fuerte de cara a próximas batallas, porque de lo que no hay duda es de que les queda un largo camino por recorrer como futbolistas.