Laura Ferrer Arambarri / Hace muchos años, una psicóloga me recetó gatos y piscina.
-¿Te gusta algún deporte? ¿Los animales?
-Nadar y los gatos.
-¿Nadas y tienes gatos?
-No.
-Entonces empieza por ahí.
De esa sesión hace ya 15 años y en este tiempo me han acompañado Pupa, Emma y Kedi, el complejo deportivo Es Raspallar y la piscina de un gimnasio privado de Málaga.
En estos quince años me ha pasado de todo y todo lo he pensado y reflexionado nadando.
Largo tras largo, he nadado las penas, cuando las ha habido, y he chapoteado las alegrías, que no han sido pocas.
He tomado importantes decisiones a crol, he dejado a novios a espaldas y me he dejado enamorar braza. No he hecho nada a mariposa porque moriría en el intento.
Los que nadamos sabemos bien que las penas no se ahogan, se nadan.
A Frida Khalo se le atribuye la famosa frase: Quise ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar. Siento contradecirte, querida Frida, porque si tus penas saben nadar, estás de suerte.
A Frida Khalo se le atribuye la famosa frase: Quise ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar. Siento contradecirte, querida Frida, porque si tus penas saben nadar, estás de suerte.
Nadar no siempre es una idea apetecible pero siempre es una idea acertada.
En invierno, la perspectiva de quitarte la ropa, mojarte y salir de la piscina a la noche húmeda y fría es desalentadora y, sin embargo, todas y todos los que nadamos sabemos que no hay sensación en el mundo más reconfortante que la de salir del vaso, con el cuerpo cansado y relajado, después de haber recibido esa mezcla única de placer y esfuerzo que es el nadar.
La natación es el único deporte en el que recibes un masaje mientras lo practicas; el masaje integral que recibe el cuerpo mientras rompe las moléculas de agua en el esfuerzo de cada brazada.
La pandemia nos ha traído un escenario nuevo. Hay que reservar para nadar. La piscina de Raspallar está más reclamada que la lista de Pachá en sus buenos tiempos. 40 llamadas hasta lograr cita y ni siquiera a la hora que mejor te va. Pero ahí estamos, irredentas, las nadadoras, los nadadores, casi desesperados por acudir. Pensando en todas las veces que no hemos ido por pereza cuando ahora, y por muchos motivos, es todo un lujo.
Ahora solo hay un nadador por carril. Ya no recibes o das manotazos en horas punta. Los vestuarios están más limpios y silenciosos que nunca. Quién me iba a decir que hasta iba a echar de menos a las chicas de sincro, a los grupos infantiles, el griterío adolescente entre vahos, pelos, secadores y regueros de agua.
Quién me iba a decir que hasta iba a echar de menos a las chicas de sincro, a los grupos infantiles, el griterío adolescente entre vahos, pelos, secadores y regueros de agua.
Ojalá la normalidad vuelva pronto a esos carriles, mientras damos las gracias por poder nadar las penas, chapotear las alegrías, dejar que el agua nos cure, como siempre.