Oti Corona / Andreas acudió al servicio de urgencias del Hospital Universitario Central de Asturias para tratarse una amigdalitis y cuatro días después murió sola, drogada, herida, encerrada y atada a una cama de la planta de psiquiatría. Tenía veintiséis años.
La joven sufría una meningitis que no se molestaron en diagnosticar. Durante la visita a urgencias alguien consultó sus antecedentes familiares y así descubrieron que su madre era esquizofrénica. A partir de ese dato, parece que ignoraron los informes de su ambulatorio y las analíticas que indicaban la presencia de infección en sangre, y dictaminaron que sufría un brote psicótico.
A partir de ese dato, parece que ignoraron los informes de su ambulatorio y las analíticas que indicaban la presencia de infección en sangre, y dictaminaron que sufría un brote psicótico.
Andreas era una chica inteligente y despierta y se había sacado la carrera de psicología; sabía que no estaba aquejada de ningún trastorno mental y, peor aún, sabía que no le estaban dando el tratamiento que su organismo necesitaba. Por eso pidió que la dejasen salir y, cuando vio que no le hacían caso, imploró, suplicó, gritó y pataleó. Sus padres y su hermana también insistían en que les permitiesen llevársela de allí. Todo fue en vano. El personal del HUCA había decretado el ingreso forzoso de la paciente y se mostró inflexible. La vida de Andreas se fue apagando poco a poco y, después de setenta y cinco horas seguidas amarrada e inmovilizada, falleció.
La vida de Andreas se fue apagando poco a poco y, después de setenta y cinco horas seguidas amarrada e inmovilizada, falleció.
La muerte de Andreas es la punta de un iceberg de dolor, de sollozos asfixiados, de mala praxis, de diagnósticos erráticos, de adicción a los fármacos y de montañas de sedantes. Es la parte visible del témpano de frialdad, desprecio y condescendencia contra el que en tantas ocasiones colisionamos las mujeres durante un examen médico.
Aitana, la hermana de Andreas, lleva años exigiendo una justicia que no llega. Por ahora la jueza ha archivado la causa en la que se acusaba de homicidio a siete profesionales del HUCA.
Aitana, la hermana de Andreas, lleva años exigiendo una justicia que no llega. Por ahora la jueza ha archivado la causa en la que se acusaba de homicidio a siete profesionales del HUCA. Además, el personal que atendió a Andreas continúa en activo, la psiquiatra que firmó el ingreso forzoso en contra de su voluntad y la de su familia fue ascendida pocas semanas después, y a día de hoy aún nadie ha pedido perdón a la familia por el maltrato que sufrió Andreas.
Tanto el HUCA como el consejero de salud de Asturias, Pablo Ignacio Fernández, han bloqueado a Aitana en sus redes sociales; quizás les incomode saber que Andreas tenía una familia que la adoraba, y que esa familia ni se conforma, ni olvida, ni se rinde.
Aitana grita con el hashtag #JusticiaParaAndreas y todos deberíamos gritar con ella. Andreas tenía derecho a un trato digno, merecía que el personal médico la escuchase, la cuidase y la protegiese. Merecía, más que nada, la posibilidad de seguir viva y de haber cumplido los veintinueve años que tendría hoy.
El caso de Andreas debería poner sobre la mesa, de una vez por todas, el maltrato que a menudo sufrimos las mujeres cuando nos ponemos enfermas, sobre todo las que son pacientes de las áreas de salud mental. Pedir justicia para Andreas es pedir justicia para todas.