Joan Miquel Perpinyà / Estos días en todos los pueblos y ciudades de Balears se suceden los actos de encendido del alumbrado navideño. Somos seres de costumbres y pese a que no habrá puente de la Constitución que merezca tal calificación y que las fiestas de Navidad que se avecinan serán las peores que hayamos vivido en toda nuestra vida, nos resistimos a prescindir de aquellos actos que nos permitan creer aunque solo sea por un instante que las cosas son como siempre han sido. Pero se trata de un espejismo. Nada es como antes.
No hay trabajo, las colas de los comedores sociales son más extensas que nunca, los trabajadores que no cobran el ERTE se cuentan por miles, los autónomos que carecen de ingresos son legión, los medios de comunicación sólo hablan de la puñetera pandemia y cunde el desánimo entre la población.
Se avecinan las navidades más penosas y tristes que se conocen. Esperamos la vacuna como el bálsamo de fierabrás porque no hay otro modo de recuperar cierta normalidad.
Se avecinan las navidades más penosas y tristes que se conocen. Esperamos la vacuna como el bálsamo de fierabrás porque no hay otro modo de recuperar cierta normalidad. Y ya veremos si incluso con el inyectable a disposición de unos pocos ciudadanos, los más expuestos y vulnerables, será suficiente. Pero para que no se pierda la noción de la realidad nuestros gobernantes han acordado que las familias no puedan reunirse y que tras comerse las uvas en Año Nuevo, cada mochuelo a su olivo antes de la una. Cagando leches.
Ya hemos conseguido que los contados turistas extranjeros que quieran visitarnos, lo hagan con una prueba PCR negativa por delante. Pero como al Govern balear no le parece suficiente, reclaman al Gobierno de Pedro Sánchez que se exija también a los españoles que provenientes de la península, quieran entrar en Balears.
O sea, que si usted tiene planeado ir a ver a sus padres a la península, es posible que al regresar a las Pitiusas, al billete de avión o barco deba sumar el precio de una PCR en un laboratorio privado que le costará entre 115 y 140 euros.
O sea, que si usted tiene planeado ir a ver a sus padres a la península, es posible que al regresar a las Pitiusas, al billete de avión o barco deba sumar el precio de una PCR en un laboratorio privado que le costará entre 115 y 140 euros. Lo mismo les podría suceder a los ibicencos y formenterenses que viven fuera y tengan pensado venir a casa por Navidad.
Y es que nuestros líderes políticos están firmemente determinados a hacer que estas fiestas con las que despediremos este infausto año 2020, sean una auténtica mierda. Y si es posible, que nadie viaje ni salga de casa. La única que puede ir de bares debe ser la presidenta Francina Armengol. Ella irá por todos nosotros.
Los únicos que estarán contentos son los laboratorios y clínicas privadas, que hacen su agosto con pruebas de detección del Covid-19 que sólo podrán costear los ciudadanos con recursos. ¿No ha caído en ese detalle nimio el muy progresista Govern balear?
Los únicos que estarán contentos son los laboratorios y clínicas privadas, que hacen su agosto con pruebas de detección del Covid-19 que sólo podrán costear los ciudadanos con recursos. ¿No ha caído en ese detalle nimio el muy progresista Govern balear? Que costee las PCR el Servei de Salut, ya que piensa obligar a someterse a ella a todos los que quieran entrar en el archipiélago.