Jaume Torres / Abrir las montañas para que llegue el celular, escuchar el río en el retrete y alejar los renos de las montañas un poco más. Que haya hielo en las tascas y juegos en el mercado también… y así vieron la ciudad los ingenieros que vinieron de otro país.
Y esperaron que las palabras de aquellas gentes tocasen la noche mas no despertarla para descender por el camino del glaciar y encontrarse con los que allí aguardaban.
Y aquellos hombres curiosamente oscuros que vivían en caseríos rodeados por picos de nieve no tardaron en abrir las puertas de su sociedad a los nuevos visitantes.
Observaron los ingenieros que algunos negocios se abrían y cerraban recordando a las aves: los bancos abrían con el canto del mirlo; en las tiendas de celulares se oía la flauta del zorzal y un caballero dijo que al chochín lo veía y escuchaba también en su periodo vacacional.
Estos negocios disponían de un mecanismo sonoro que imitaba los cantos de las aves y, al parecer, la población disfrutaba de tal espectáculo sensorial.
Digo aquí también que una noche olvidáronse de cerrar las puertas de los bancos y tiendas y que no antes del crepúsculo cesaron los timbres, gorjeos y cantos de las aves del continente americano.
Los periódicos reportaron que se presentaba a la sociedad un moderno teléfono y que allí acudiera el público para adquirirlo y capturar así los sonidos de arrendajos, bisbitas y demás, pues nada ya importaba.
Quisiera narrar aquí que un día después de los cantos se celebró un festival de luz de tal belleza que perturbó a los que en las calles se hallaban. Alguien recordó que nunca antes vió tantos gusanos con luz en tan gran espacio, pues en verdad nadie sabría contar los bichos que ese día llenaron las calles.
Digo también que la mayoría vio en cada uno de esos bichos, microcréditos fáciles que aquietarían de inmediato las pasiones por la compra de semejante celular.
Estupefactos quedaron aquellos ingenieros que quisieron ver el progreso en la ciudad y que marcharon sin acuerdo comercial alguno y recuerdo aún hoy que lo que allá contaron es fruto de dimes y diretes entre los científicos del marketing sensorial. Y diría también, antes de acabar, que en los siguientes días de lo que más se habló fue del cambio del símbolo nacional por un gusano.