Se esfuerza uno cada día practicando meditación y yoga, tratando de tener una respiración consciente con ejercicios de pranayama, siendo compasivo y desterrando las emociones negativas y de pronto las noticia que una señora italiana (por decir algo) en un vuelo de Ibiza a Bérgamo el pasado 25 de mayo, se negó a ponerse la mascarilla y absolutamente fuera de sí, increpaba al resto de pasajeros e incluso tiró del pelo a una señora que estaba en la fila de delante.
Tanta práctica budista y tanto esfuerzo echado por la borda en un instante. Me entraron unas ganas locas de abofetearla e incluso pienso que si yo hubiera estado junto a ella, le cruzo la cara a ver si se calma la histérica esa. Admiro sinceramente a las auxiliares de vuelo, que sin duda son seres iluminados y superiores porque son capaces de mantener la tranquilidad en toda la circunstancia. Yo no podría. Y mira que lo intento.
El colmo llega cuando la alborotadora se indigna cuando llega a su casa y ve cómo su numerito incalificable ha sido subido a las redes sociales y cualquiera puede reconocerla, comportándose como una cabra asilvestrada, escupiendo y coceando sin recato. Pobrecita.
En estos tiempos en que lo más importante de este mundo es lo que uno aparenta ser a través de sus vídeos en TikTok y las fotos de Instagram, no es plato de gusto verse a una misma como una mujer de cromañón sin domesticar, sin educación y sin el mínimo respeto que uno debiera guardar con los demás pasajeros cuando viaja en transporte público.
Como alguien que así se conduce debe pensar que lo mejor es la huida hacia delante, la tiparraca ha amenazado con denunciar a los que difundieron el vídeo. “Las personas que crearon grupos, difundieron o compartieron con otros mi vídeo del vuelo de Ibiza a Bérgamo sufrirán consecuencias legales”, dice la desvergonzada.
En efecto, parece que le haya dolido más la difusión de su fechoría en internet que la multa que eventualmente le pudiera caer por alterar el orden en un vuelo y por incumplir las normas anticovid a bordo. E incluso que alguien la hubiera abofeteado. Y entonces caigo en la cuenta de que debo perseverar con mayor intensidad en el mindfulness hasta llegar a ser un ser de luz como los auxiliares de vuelo. O como el pasajero que grabó la escena, a quien nunca agradeceremos suficiente su venganza para retratar a la histérica pasajera italiana del modo que más le duele.
Joan Miquel Perpinyà