Ibiza fue el improbable escenario del VII Congreso International Council of Societies of Industrial Design (Icsid) de 1971. Un encuentro que tuvo un gran impacto y que en la isla dejó imágenes para el recuerdo, como la ciudad hinchable (Instant City o ciudad instantánea) que se instaló el el Port de Sant Miquel (bajo estas líneas). Cientos de estudiantes de diseño de todo el mundo acudieron a la cita para levantar la estructura y alojarse en ella y no pocos ibicencos también se acercaron para observar cómo se inflaba una ciudad ante sus ojos.
Yves Zimmermann, uno de los impulsores de este singular encuentro, falleció el pasado domingo a los 84 años.
Nació en Basilea (Suiza) en 1937, donde se formó y perteneció a la famosa escuela de diseño de Basilea, se afincó en España en los años 60, donde su creatividad y sus ideas causaron sensación y pronto se hizo con un nombre de prestigio.
Zimmerman fue uno los ideólogos de todo lo sucedido en aquel mes de septiembre en Ibiza, además de diseñar al menos uno de los carteles de la cita.
El evento ibicenco que promovió rompió barreras entre diseño, arte y arquitectura y todavía hoy es un ejemplo del poder de la creatividad como canalizadora de ideas de sostenibilidad o libertad.
Sendas exposiciones en el Macba de Barcelona y en el Mace ibicenco recordaron hace unos años este acontecimiento impulsado no solo por Zimmermann sino por el también diseñador André Ricard, el filósofo Xavier Rubert de Ventós, el artista Albert Ràfols-Casamanda, el arquitecto Antoni de Moragas y el intelectual Daniel Giralt-Miracle.
Lo que podía haber sido un encuentro profesional convencional se convirtió en un acontecimiento sin precedentes en España. «En tres días, no solo se hizo un congreso abierto que potenciaba el intercambio y las discusiones entre profesionales y estudiantes; el ICSID de Ibiza se concibió como un punto de confluencia entre el diseño y las formas más experimentales del arte y la arquitectura de la época en nuestro país», destaca el Macba.
En el contexto de la dictadura franquista, dominado por la represión, la censura y la falta de libertades, «Ibiza era un entorno que se conservaba en gran medida virgen, poco urbanizado». Por ello lo eligieron y también por la fama de los intelectuales y artistas que se habían ido instalando en la isla desde los años treinta (como Hausmann, Benjamin o los arquitectos del GATCPAC).
«La vanguardia y la transgresión convivían con una cultura rural, muy permisiva con el visitante y capaz de conciliar las diferencias estéticas y sociales. El hecho de emplazar la actividad en una playa ofrecía el ambiente de recogimiento y de encuentro que se pretendía conseguir», destaca el museo.
El congreso se estructuró en salas de reuniones (en los dos hoteles de la cala), en las que se llevaban a cabo presentaciones y debates sobre temas de diseño, urbanismo, arte, nuevas tecnologías y pensamiento.
En los hoteles también se celebró un concierto de Pau Riba y se presentaron muestras de artesanía popular ibicenca y de diseño actual, al tiempo que la empresa Olivetti introducía el Implicor, un innovador sistema audiovisual múltiple. Coincidiendo con el congreso, el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza organizó una exposición sobre arte cinético, programado y tecnológico.
Antoni Muntadas y Gonzalo Mezza crearon el Vacuflex-3, una escultura móvil hecha con un tubo de plástico de color verde de uso industrial de más de 150 metros de longitud. La intervención interactiva consistía en la experiencia del traslado manual del tubo por varias zonas alrededor de la cala. La pieza se convirtió en un objeto lúdico, que permitía modelar espontáneamente formas diversas, crear inscripciones de palabras sobre la arena o en el agua: el arte podía ser un juego. Josep Ponsatí construyó sobre la cala de Sant Miquel una gran escultura móvil hinchable, realizada con grandes globos de plástico blanco, que llegó a tener unos cuarenta metros de longitud. Las formas orgánicas eran variables, ya que estaban en constante movimiento.
Zimmermann trabajó a lo largo de su carrera con clientes tan importantes como el Aeropuerto de Barcelona o Carolina Herrera. En 1995 recibió el Premio Nacional de Diseño en reconocimiento a su trayectoria sobresaliente y en 1999 recibió el Premio Aster de Comunicación. En 2016 fue reconocido con el Laus de Honor que concede el ADG-FAD.