Entre pilas de sillas, taburetes y mesas apiladas de los negocios de noche que los rodean y tras una pequeña puerta en el barrio de La Marina de Ibiza ha sobrevivido cual aldea gala y durante 73 años un negocio familiar que nació como lechería en 1948 y que desde 1954 se hizo famoso por sus yogures.
La Bomba ha echado hoy el cierre y los continuadores de aquel negocio familiar, los hermanos Joaquín (55 años), Joan (54 años) y Carlos Manuel Senén (44 años) no pueden estar más tristes. «Agradecidos» a sus clientes por tantos años de cariño, pero tristes por poner el candado a un negocio en el que les hubiese gustado jubilarse. Pero no ha sido posible.
«Este es el día más triste», relatan los hermanos, que más que vilerus se consideran bombers, ya que La Bomba es el nombre con que el se denominaba antiguamente a esta zona de La Marina y de ahí el nombre del negocio.
La historia de La Bomba parece marcada por un número: el 11. Ha sido un 11 de agosto cuando han echado el cierre y fue un 11 de noviembre de 1994 cuando por fin les echaron abajo el edificio de la Autoridad Portuaria que durante más de dos décadas les amargó la existencia, ya que les cerró la vista al puerto. El día de su derribo fue «el más feliz», subrayan.
Ayer Juan ya avanzaba a Noudiari algunos de los motivos de este triste final. Hoy prefieren centrarse en la emoción y el cariño que sienten porque han recibido una montaña de mensajes y algo que les ha emocionado mucho: que la gente ha ido a los supermercados a hacerse con las últimas botellas del preciado yogur de leche ibicenca. Algunos clientes todavía les recuerdan hoy sus deliciosas recuites, una cuajada ligera de leche de cabra… y eso que hace años que no las hacen.
Con algunas fotos y recortes de prensa sobre el mostrador, dos de los hermanos, Juan y Joaquín, hacen memoria mientras el tercero y más joven, Carlos, se ha ido a hacer los últimos repartos de la historia de este negocio.
«Estamos muy agradecidos a la gente de Ibiza por su cariño y por todos estos años y también a toda la gente de fuera que ha venido en verano y se ha quedado prendado de nuestro producto», han remarcado los hermanos.
Las anécdotas que tienen son infinitas, entre ellas la de los chavales del Colegio Juan XXIII que hacían salera y se pasaban por el negocio a comprar yogures y a echar la mañana vagueando.
Los motivos del cierre «han sido un cúmulo» no solo una cosa. La rentabilidad había caído en picado porque los costes de la luz y de la materia prima se han disparado y a eso se ha sumado el cierre del puerto al tráfico, que ha desalentado de acercarse a La Marina a pequeños negocios que se surtían de esos yogures, o el hecho de que tenían que hacer obras en el edificio donde están ubicados (el número 6 de la calle Garijo, aunque la historia del negocio comenzó justo al lado, en el número 5).
Han aguantado hasta la tercera generación de un negocio que puso en marcha la abuela en Ca na Guasch, donde vendía desde chocolates a bocadillos. Después fue Juan Manuel Marí (Manuel es apellido) con su esposa Maruja Senén quien puso en marcha la lechería y ahora eran sus hijos quienes mantenían el negocio.
Fue un tal señor Mauri, un catalán que hacía yogures con la leche que le vendía la familia, quien les sugirió que fabricasen ese producto, que al final se ha convertido en su seña de identidad.
Negocios tan emblemáticos como Can Funoy o Can Cosmi se han surtido de estos productos pero también grandes superficies como Eroski o el Hipercentro. «No así otras que se han establecido en Ibiza pero que no han apostado por el producto local», lamentan los hermanos.
La leche con la que se hacen estos yogures procedió durante años de la Granja de Santa Gertrudis, ya que la mayoría de pageses abandonaron el ganado vacuno poco a poco. Cuando la granja cerró y en los últimos tiempos se surtían de leche ibicenca de un productor de Sant Miquel (Es Tap Nou).
Muchos recuerdos y mucha historia para un negocio que dice adiós a Ibiza, como tantos otros tradicionales que no han podido con la competencia. «Nunca hemos recibido ni una sola ayuda», concluyen.
Sùper bé! Ja casi no quedaba cap negoci dels de tota la vida i així ja acabam amb tota aquesta merda dels vells i posa’m discoteques i bars de copes pels ‘guiris’. Ja casi ni importa perque abans morirem de calentament global o alguna cosa pareguda, però fa pena, molta pena.