El Consell de Formentera no quiere que lleguen a la isla excursiones de un día, ni cruceros, ni tampoco quiere ver embarcaciones fondeadas en su litoral. Ya consiguieron que todo el que quiera llegar a su territorio en vehículo particular en temporada alta, deba pagar por ello.
Formentera es un gran parque de atracciones en el cual las autoridades exigen cobrar entrada a todo el que ponga un pie allí. Dicen que es para garantizar el entorno natural y su calidad de vida. Sobre lo primero hay que ponerlo en duda, pero lo segundo es indudable. Cobrar entrada a todo el que visite Formentera contribuye a mantener y mejorar su calidad de vida, ya bastante alta, como todo el mundo sabe.
La presidenta del Consell de Formentera, Alejandra Ferrer, no debe haber hecho el Camino de Santiago, como sí lo ha estado haciendo días atrás la vicepresidenta del Parlament, Gloria Santiago. La podemita podrá explicarle a la presidenta insular que, en su peregrinar, se atraviesan multitud de pequeñas localidades en las que raramente se hace gasto, aunque es posible que se beba en alguna fuente pública o se deposite basura en alguna papelera.
¿Se imaginan que en cada pueblo, el alcalde exigiera que para atravesarlo los peregrinos deben pagar por ello? Pues eso es lo que plantea el Consell de la Pitiusa del sur.
Convencidos de ser los amos y señores del paraíso mediterráneo, y penetrados del derecho que les asiste a sangrar a todo aquel que quiera disfrutarlo aunque solo sea durante unas horas, reclaman al Govern y a la Autoridad Portuaria de Balears (APB) que prohíba las excursiones marítimas desde Ibiza. Y no solo eso, porque recuerden que no hace mucho se oponían a que se autorizase a una nueva naviera a cubrir la ruta entre las Pitiusas.
En Formentera parecen no saber que forman parte del territorio nacional y que la Constitución garantiza la libertad de circulación y movimientos, no sólo en España, sino también en toda la Unión Europea. Y por más que les apetezca cobrar entrada en su particular Port Aventura, hay cosas por las que no pueden cobrar. Si no, prueben de hacer el Camino de Santiago y pagar en cada pueblo por atravesarlo. Cuando lo hayan hecho, luego nos cuentan. Porque esta carencia por el cobrar y la racanería a la hora de pagar, empieza a ser estomagante.
Se creó un monstruo cuando se les permitió limitar la entrada de vehículos de residentes en Ibiza, pero no se les estableció la misma limitación a la recíproca, de modo que ahora se han crecido tanto que difícil será hacerles entrar en razón y que acepten que no son los amos de un parque de atracciones paradisíaco ni seres privilegiados, sino ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que el resto.