Recordarán los lectores que en marzo pronostiqué aquí mismo que el concejal del PI en Sant Antoni, Joan Torres, daría el campanazo y rompería el pacto de gobierno con PP y Cs para lanzar una moción de censura a cámara lenta: “Joan Torres tiene la indisimulada intención de romper el pacto para poner el consistorio en manos de la izquierda (PSOE-Reinicia y Unidas Podemos), sus socios de gobierno durante la legislatura pasada”. Ahora se confirma mi pronóstico pero reconozco que no tiene ningún mérito porque conociendo al personaje, cualquiera podía adivinar que se comportaría como lo está haciendo.
Joan Torres es de aquellas personas detestables que, en cuanto uno ve en política, sabe que están ahí para su propio provecho y no para procurar el bien común. Un egoísta patológico al que nada le importa excepto su poltrona y su sueldo. A su contrastada incompetencia hay que sumarle su mal carácter, algo en lo que coinciden todos los políticos que le han tenido por socio en un momento u otro. No hay quién le soporte y es natural, porque tener a un inútil venido a más, que se muestra convencido de que con sus 458 tristes votos de los 27.000 habitantes de Sant Antoni, tiene la paella por el mango y puede hacer ir el aceite donde a él le place.
“Torres tiene la llave del gobierno municipal en Portmany. Lo sabe y lo hace valer. Y del mismo modo que rompió su pacto con Pep Tur ‘Cires’, puede romper el que mantiene con Marcos Serra en el momento que se le antoje. Y lo hará, no me cabe la menor duda”. Esto lo escribí hace siete meses y está cerca de hacerse realidad.
Torres volverá a dar la campanada y merece ser nombrado campanero oficial y vitalicio de Portmany. Y del mismo modo que nunca supimos a ciencia cierta las razones por las que Torres se peleó con Cires, aunque las sospechamos y apestan a corrupción, a agua estancada y a alcantarillas hediondas, nunca sabremos por qué este solitario politicucho, que jamás debió haber ocupado un sillón de concejal, entregará el gobierno de Sant Antoni a PSOE-Reinicia y a Podemos. Desde luego, no será por el interés general ni mucho menos porque así lo exijan sus votantes o su partido, que le importan todos tres pimientos. Una nulidad pone y quita gobiernos municipales. Esto explica por qué la corrupción fluye con tanta facilidad en la política municipal.