Lo prometido es deuda, y toca hablar de películas. Que no solo de cafés, cervezas y paseítos se vive en Sitges. También se ven películas. Muchas. Y, pese a pasarte el día metido en una de las cuatro salas de exhibición del Festival, siempre, siempre, te queda tan sólo una visión sesgada de éste. Con 169 producciones presentadas entre todas sus secciones, necesitarías que el día tuviera 100 horas. Y no las tiene. Así que vamos allá con lo que más nos ha gustado y lo que menos de entre las 34 películas visionadas. Parecen muchas, “menudo friki”, pensarán, pero en el universo paralelo sitgetano es una minucia.
Vaya por delante que, para ser fiel a la tradición, la ganadora a Mejor Película se me escapó. Como casi siempre. El premio gordo recayó en Lamb, película islandesa con Noomi Rapace a la cabeza. Hablan maravillas de ella. No hablan tan bien, en cambio, de Nitram, el film australiano que se llevó el galardón a mejor director entre los quejidos de la crítica. También me quedó en el tintero. De entre los grandes premios, si que ví, o mejor dicho, sufrí, Luzifer, una soporífera producción austríaca que amasó premios a actor y actriz principales. Ellos se llevaron estatuilla, nosotros unos cuantos bostezos con sus problemas religiosos rurales. Insoportable.
Donde dio en la diana el Jurado fue al otorgar el premio al mejor guión al de Silent Night, para quien escribe, la película del festival. Una cena de nochebuena se convierte en un maravilloso retrato británico de los miedos de la clase media del siglo XXI, con un trasfondo de ciencia ficción y una excelsa combinación de drama y comedia negra. No recordaba una película que nos hiciera reír y llorar y volver a reír y volver a llorar con esa naturalidad en el proceso. Y encima sale Keira Knightley. No se la pierdan. Se estrena en España en cines el 22 de diciembre.
Más allá del palmarés oficial, en el “palmarés Medrano” aparecen otras joyas. Por ejemplo, la francesa Barbaque. No pretendía spoilear ni una sílaba en todo el artículo, pero esta comedia negrísima creo que bien vale una reseña: una pareja de carniceros, hartos de los ataques de colectivos vegetarianos, decide dar un giro a su negocio vendiendo carne humana… de veganos. Divertidísima, con una pareja de protagonistas magnífica y un guión que no deja títere con cabeza. A la Agenda 2030 no le gusta esto. A Adrián Cardona o Héctor Escandell, sí.
También entusiasmó a los pocos afortunados que la pudimos ver en uno de sus dos únicos pases en el Retiro y en el Prado (dos salas menores, alejadas del Auditori del Melià, el punto de exhibición central) la japonesa Beyond the infinite two minutes. Una película de viajes en el tiempo en plano secuencia. ¿Cómo se come esto? Véanla y se troncharán con el grupo de perdedores protagonista.
La sección Seven Chances hizo honor a su nombre y nos dio la oportunidad de descubrir una pieza casi de arqueología. La magnífica The amusement park, ni más ni menos que la película perdida de George A. Romero. Resulta que, en 1973, al director de La noche de los muertos vivientes una asociación luterana le propuso rodar un mediometraje documental para concienciar sobre las necesidades en la vejez. El bueno de Romero aceptó la propuesta, pero no se le ocurrió otra cosa que brindar de vuelta un ejercicio de horror psicológico brutal, un auténtico tour de force moral sobre como nos comportamos con nuestros mayores que pasa a ser, directamente, uno de los mejores films del director. Los luteranos no opinaron lo mismo y, espantados, metieran las copias en un cajón y aquí paz y después gloria. 48 años después, ha sido recuperada y restaurada en 4k, para generarnos pesadillas. Es un SÍ como un catedral. Crucemos los dedos para que alguna plataforma la rescate en nuestras pantallas.
Completamente opuesta en su planteamiento, Freaks out ejerció de crowd-pleaser del festival, esa película hecha para gustar a todo el mundo. Una mezcla de Marvel con neo-realismo italiano de una panda de tullidos con poderes sobreviviendo a los nazis en Roma en plena Segunda Guerra Mundial. Que aprendan en Hoolywood.
Para ir cerrando ya el capítulo de las filias, The innocents, producción sueca con niños malvados de por medio, o The medium, horror oriental con tono documental con una media hora de auténtica locura. También La abuela, con la futura actriz de moda del cine español, Almudena Amor, pasándolo muy mal. O Where is Anne Frank?, una pequeña propuesta de animación donde la amiga imaginaria de Anna Frank a la que escribía en su diario cobra vida en la actualidad y sufre las inclemencias del Ámsterdam del siglo XXI.
En cuanto las fobias, no querría desgastar ni un segundo de mi tiempo en ellas. Sólo les diré que, si algún día se las encuentran en una pared del Multicines o el Regio, o se la cruzan en el barrido nocturno por Netflix, no le den play a In the Hearth, She Hill, Antlers, Demonic o Tides. De nada.
Y nada. Vuelta a la realidad y a fantasear con un Sitges 2022 con más películas, zombies o calamares . Pero sin mascarilla, a poder ser.
Raül Medrano