Soy residente en la isla de Ibiza desde hace 23 años y vecina del Port de Sant Miquel desde hace 18.
Quisiera describir lo que implica vivir en la zona norte: una pesadilla. Es insostenible residir en un lugar en el que, cuando acaba la temporada turística, por una parte se desactiva el servicio de la ambulancia medicalizada y, por otra, te quedas incomunicado sin transporte público (excepto los autobuses escolares).
En toda el área del norte no se dispone de médico de guardia, pues las urgencias que me corresponden son las del centro de salud de Santa Eulària, a 20km.
Y, si no, la siguiente opción es ya ir directamente al Hospital de Can Misses, otros 20 km.
Las farmacias de las que dispongo son la del pueblo de Sant Miquel, la de Sant Joan o la de Santa Gertrudis. Pero estas nunca llegan a estar de guardia y a partir de las 14 horas de un sábado hasta el lunes a las 9 horas, o simplemente si una madrugada necesito algún medicamento no tengo otra opción de tener que recorrer otra vez esos 20km.
Eso sí, hace tres años que conseguimos que Correos llegara al Port y no tener que ir a la oficina del pueblo, con un horario nada práctico para los vecinos que trabajan. Me indigna que en pleno siglo XXI, en la Ibiza de las grandes discotecas, restaurantes caros, mansiones fabulosas… ¿Qué pasa con sus habitantes?
Sobre todo, los que hemos decidido invertir todo nuestro esfuerzo e ilusión en una vivienda. Y no en el cerro de una montaña, si no en un área calificada como urbana y por la que pagamos unos impuestos nada despreciables.
En contrapartida, los derechos son mínimos, como que para hacer la compra en invierno no disponemos de transporte público ni para llegar al supermercado del pueblo.
A mis 70 años todavía conduzco, pero algún día no podré y el destierro será total hasta para poder conseguir una barra de pan.
A lo largo de estos 18 años la población residente en el Port de Sant Miquel ha aumentado bastante. Sobre todo, por el precio de la vivienda en núcleos urbanos como Vila, Sant Antoni o Santa Eulària. Otros estamos envejeciendo aquí y a saber qué futuro nos espera.
Está muy bien vivir del turismo y potenciar las zonas que reciben a nuestros visitantes. Pero es de vergüenza que cuando acaba la temporada, al Port de Sant Miquel se le ‘baje la persiana’, y los residentes quedamos relegados a un completo ostracismo.
Quiero hacer hincapié hacia los vecinos de este lugar que son gentes encantadoras y nada contaminadas. También para nuestra unidad de Salud de Sant Miquel encabezada por el médico de cabecera el Dr. Antonio Florit, un enorme profesional con gran e inmejorable trato humano como pocos.
Por todo ello me provoca todavía más dolor tener que tomar la decisión de marcharme. Mi denuncia es hacia los que tienen la responsabilidad de procurar que el norte de la isla esté debidamente atendido ya que somos muchos los afectados que sufrimos esta situación de abandono.
Es triste sentirte como un ciudadano de 3ª y ver como parte de tu vida y todo su esfuerzo tienes que tirarlo por el wáter, porque no sé cuánto voy a poder seguir en este sitio tan idílico a 20 km de todo.
Rosenda González Vincent
Totalmente cierto. Es un municipio con recursos muy básicos pagando lo mismo que el resto.