Desde joven, igual tenía 16 años, estuve en contacto con gente portadora del VIH, a veces enferma, otras veces sana. Habrán pasado más de 30 años y los cambios son tan evidentes en todos los órdenes, especialmente en materia de tratamientos farmacológicos de la infección, que no admite ningún pesimismo.
Recuerdo que había pacientes recién diagnosticados en el hospital de Son Dureta en Palma que subían a la 7ª planta, donde estaba la UCI, y se arrojaban al vacío. Así era recibir la noticia: casi una sentencia de muerte, acompañada de la discriminación y el rechazo, a veces de los seres más queridos y próximos. Todo un horror.
Ahora el VIH es considerado como una enfermedad crónica que tratada debidamente evita complicaciones mayores. Los medicamentos no son tan agresivos como fueron los primeros y permiten una más que aceptable calidad de vida y hacer una vida bastante normal. Y hay esperanzas de que aún mejoren más, con tratamientos inyectables cada 2 meses, lo cual garantizaría una adhesión terapéutica idónea.
Los portadores del VIH siguen afrontando situaciones de discriminación y no son libres de manifestar su estado serológico, pues temen perder sus trabajos o sufrir rechazo
Joan Miquel Perpinyà
Pero eso no significa que no haya problemas. En ocasiones los portadores del VIH siguen afrontando situaciones de discriminación y no son libres de manifestar su estado serológico, pues temen perder sus trabajos o sufrir rechazo. Además, se requiere mucho valor para denunciar estas situaciones, puesto que supondría autoseñalarse, lo cual no todo el mundo está en condiciones de hacer.
Celebramos cada 1º de diciembre el Día Internacional de la Lucha contra el Sida, una oportunidad excelente para mostrar nuestra solidaridad con los afectados y sus familiares y amigos. Y también para exigir a los poderes públicos mayor compromiso en la investigación de una vacuna que permita acabar con la pandemia.
No solo está el Covid-19, antes que él estuvo el VIH-SIDA y también costó la vida a millones de personas en el mundo. No lo olvidemos nunca