Ibicencas e ibicencos nos hemos pasado estas Navidades jugando a una suerte de Quimicefa en versión adulta en forma de test de antígenos. Las mesas de las cocinas de nuestras casas se han convertido en mini laboratorios donde hemos rememorado nuestras clases de química en el insti.
Esto ha dado pie a todo tipo de juergas y anécdotas alrededor de las comidas y cenas navideñas que, para ser sinceros, hasta han ayudado a desengrasar este ambiente tan enrarecido en el que vivimos. Llegados a este punto de distopía en la que estamos inmersos, ya solo cabe reírse de esta situación entre surrealista y alucinante que estamos viviendo.
La abuela preguntando: Pero, esto ¿cómo va, hija?, ¿el palito me lo metes tú o me lo meto yo?
Tú echando mano de Google porque ¡las instrucciones vienen solo en chino y en alemán!
El sobrino que estudia Biología encantado de explicar qué es un hisopo, un reactivo, una cassete y las diferencias entre un antígenos y una PCR mientras el resto de la familia se atiborra a langostinos en la cena de Nochevieja.
Tu cuñado aprovechando la circunstancia para meterle el palito al suegro, bien profundo, hasta el bulbo raquídeo, con la excusa de ayudar.
El hombretón de la familia con un lagrimón cayéndole por la mejilla tras horadarle las meninges con el hisopo.
Y eso por no hablar de los amantes bandidos y casuales que han acabado confinados por positivo mutuo (y la duda imposible de resolver de quién contagió a quién en tiempos de Tinder) o las parejas esperando el resultado como si aquello fuera un test de embarazo.
Los positivos se cuentan ya por centenares al día en Ibiza, aunque la mayoría son leves o asintomáticos. Ya todos conocemos a alguien contagiado, nos hemos contagiado o somos contacto estrecho de un contagiado.
Los test de antígenos, que eran material de estraperlo a principios de Navidades por su escasez en Ibiza, son ahora tan comunes en los botiquines como el Paracetamol. Y hay algo en todo esto (dado que las cifras de hospitalización hasta ahora no se han disparado como en otras olas) que nos dice que esto se está normalizando en un sentido positivo, que vamos a convivir con ello. Parece que lo mejor que podemos hacer es poner todo de nuestra parte por el bien común de frenar la pandemia, evitar que afecte a los mayores y más vulnerables, pero, sobre todo, tomarlo con buen ánimo y todo el humor posible.