A lo largo de mi carrera como periodista he tratado a toda clase de autoridades, presidentes, conselleras, diputados, alcaldes y concejalas. Algunos, a día de hoy, están en la cárcel o han pasado por ella. Otros siguen en política haciendo su trabajo mejor o peor, pero con honestidad.
Me he encontrado a políticos de partidos progresistas maravillosos y a otros igualmente de izquierdas y deleznables, del mismo modo que he tratado a políticos conservadores con talante exquisito y a otros absolutamente abominables.
Cada uno tiene sus filias y sus fobias con las ideas y las siglas, pero siempre he valorado, por encima de todo, el trato, la empatía, los gestos, la capacidad y el temple de nuestra clase política, a la que a menudo le falta precisamente eso: clase.
Pues bien, les invito a que observen con detenimiento esta foto de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, abrazando a la camarera de piso Rosa Fiteni, vicepresidenta de Unión Kellys Baleares, en la presentación, ayer en Madrid, de la nueva ley balear que obligará a instalar camas elevables en los hoteles de las islas a partir de 2023 para reducir las enfermedades laborales de este colectivo. Las camareras de piso se dejan la espalda y las articulaciones de las muñecas levantando pesados colchones a la velocidad del rayo para cumplir con su cupo de habitaciones, por lo que un cambio como este es importantísimo para ellas. No hay más que ver los comentarios y reacciones positivas que ha generado el tema en el sector por todo el país.
Pero volvamos a la foto. Veo en ella un gesto espontáneo y sincero, veo calidez y verdadera emoción en los ojos de Rosa Fiteni y en los ojos, aunque cerrados, de Yolanda Díaz, que abraza a la mujer, le rodea los hombros e incluso apoya su frente contra la suya. Otros verán electoralismo y una imagen perfectamente estudiada. Yo no lo sé. Puede que mi perspectiva no sea la cierta. Pero, sea preparada, espontánea, electoralista o instintiva, en esta foto vemos a toda una ministra abrazando, como si fuese su amiga del alma, a la representante del eslabón más débil, peor pagado y en peores condiciones de la cadena hotelera: las que dejan relucientes las habitaciones que ocupan los turistas de este país.
Es una foto que rompe toda jerarquía; que rompe de cuajo los años luz de prestigio y reconocimiento social que hay entre el despacho reluciente de una ministra de la Moncloa y el sótano de un hotel donde se acumulan las sábanas y toallas sucias del día. Es tratar a una trabajadora con toda la dignidad y el cariño que merece, acompañándola en su emoción por el logro alcanzado.
Y eso representa, en suma, esta foto: un gesto sencillo que dignifica ese trabajo “de las que limpian”, un trabajo feminizado —por duro y precario, no lo olvidemos—, oculto y a menudo despreciado que, poco a poco, sale del cuarto de las escobas gracias a la lucha de todos los colectivos de kellys de este país, especialmente de Baleares. Bravo por ellas y por sus conquistas y también por las políticas que han sabido abrazar esas demandas.