Noticia recientemente aparecida en medio de comunicación local: Una compañía aérea italiana ofrece nuevos trayectos destino Eivissa. Once euros por trayecto y que, además, ofrece tarifa con desplazamiento a Formentera. Cabe decir que, como residente, me cuesta más el viaje a Palma desde Eivissa, que el susodicho trayecto Malpensa-Es Codolar.
Se ha estudiado por autores varios, la influencia que han tenido la aparición de los vuelos de bajo coste, con la inoculación en vena de la “necesidad” de viajar so pretexto de colmar sueños, acumular experiencias, vivencias y demás estupideces de la psicología positiva.
De esta guisa, millones de individuos, alimentados por este brebaje mágico, se desplazan todos los años, con sus móviles y brazos de selfie a los diversos destinos soñados, previamente regados con millones de euros propagandísticos con cargo a las arcas públicas. Y entre estos destinos, se hallan Eivissa y Formentera.
Ahora, vemos los datos. Eivissa con una superficie de 572,5km2 y 149.000 habitantes, recibió cada año prepandemia, a más de 4,5 millones. Formentera con 83km2, en los mismos años, albergó a 1,4 millones.
Vamos con más datos. En España la ratio turística por habitante se sitúa en 1,69. En Eivissa es de 30,2 turistas/habitante, mientras que en Formentera es de 114 turistas/habitante. Estos disparatados datos isleños, deberían hacer reflexionar seriamente a los que pregonan la sostenibilidad y el oxímoron de un desarrollo sostenible, que se empeñan en repetir en los eventos de promoción turística, por todos los lugares del mundo.
Los paladines de la sostenibilidad turística, supuestamente concienciados en el cambio climático, deberían evaluar que cada turista que pasa sus vacaciones (5 días) en Eivissa o Formentera trae consigo una mochila de carbono en su espalda que representa cuatro veces más (aprox. 420k CO2) que la de un residente. Multiplíquese esa cantidad por 4,5 millones, de Ibiza, o 1,2 millones de Formentera, y podrán valorar si tiene mucho sentido concienciar a la población residente de la necesidad de reducción de emisiones, mientras miran de perfil la afluencia turística masificada.
La concienciación deberá pasar inexcusablemente por la valoración de un proceso de decrecimiento y ajuste de las expectativas económicas actuales, lo cual no implicará un descenso de la calidad de vida.
Que en el cálculo del IPC no se tienen en cuenta, la calidad de vida ni el deterioro medioambiental que supone la masificación.
Por Xavier Llobet