Con motivo de los ataques militares que Rusia ha emprendido contra Ucrania en las últimas horas, el obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Ribas Prats, ha redactado una carta para condenar la escalada de violencia que se está viviendo y ha denunciado la actitud del Gobierno de Putin, a la vez que ha querido mandar palabras de apoyo para el pueblo ucraniano, que es quien sufrirá las consecuencias de esta guerra.
A continuación, la carta íntegra que el obispado de las Pitiusas ha hecho pública en el día de hoy:
A los fieles cristianos de Ibiza y Formentera.
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad que viven en nuestras islas.
“Con viva preocupación y con asombro creciente” hemos seguido las noticias que desde hace tiempo vaticinaban un posible conflicto armado entre dos naciones, pero cuyas repercusiones se dejarán sentir por todo el mundo y, en particular, por el continente europeo. Lamentablemente los temores más fundados se han hecho realidad y Rusia ha invadido el territorio soberano de Ucrania. Previa a esta invasión, los dirigentes rusos con su presidente a la cabeza fueron ordenando otras acciones militares que se iniciaron con la anexión de la península de Crimea. Dicha anexión, aunque se revistió con el manto de la democracia, fue el principio desencadenante del conflicto armado que se ha iniciado por parte de Rusia contra el pueblo ucraniano y sus legítimos derechos de ser una nación soberana.
Todos debemos lamentar que una gran nación como es Rusia haya desempolvado lo peor de su historia para justificar este conflicto armado e iniciar los ataques contra los ucranianos, a los que por historia y raíces debería considerar hermanos, sin que ello suponga conculcar sus anhelos legítimos de ser una nación autónoma y soberana.
No es de extrañar este modo de proceder por parte de las autoridades rusas. Y menos cuando se quiere mirar, desde un presente manipulado, a un futuro totalmente inventado. Esto sucede cuando los dirigentes políticos pretenden actuar como si el pasado nunca hubiera existido. Como si el pasado, por ser pasado no tuviera consistencia propia.
Hay un hecho que a la inmensa mayoría de personas pasó desapercibido. Un hecho que tiene mucho que ver con los acontecimientos que estamos viviendo. El pasado 29 de diciembre de 2021, el Tribunal de la Ciudad de Moscú ordenó el cierre del “Memorial” o “Sociedad Internacional Histórica, Educativa, de Derechos Humanos y de Beneficencia”, cuyos objetivos son: promover una sociedad civil madura y una democracia basada en el imperio de la ley y, por lo tanto, prevenir el retorno al totalitarismo. Ayudar a la formación de la conciencia pública sobre la base de los valores de la democracia y el derecho, para deshacerse de los modelos totalitarios y establecer firmemente los derechos humanos en la práctica política y en la vida pública. Y, por ultimo, promover el reconocimiento de la verdad sobre el pasado histórico y perpetuar la memoria de las víctimas de la represión política. Al cierre y supresión del “Memorial” se opusieron grandes personalidades tanto de fuera de Rusia como de dentro. Entre ellos los rusos premiados con el Nobel de la Paz, Mijaíl Gorbachov (1990) y Dmitri Murátov (2021). A todas luces, conociendo los objetivos y las actividades del “Memorial”, ¿cómo no iba a resultar un estorbo y una denuncia permanente para quien dirige desde 1999 los destinos de Rusia?
Pues la paz, aunque explícitamente no está formulada como un derecho humano, es uno de los valores que inspira y sobre los que se asientan los derechos humanos.
La paz no es algo abstracto, es el deseo que nace en el corazón de aquella persona que dice de sí misma tener buena voluntad y que luego actúa en coherencia con esa misma voluntad. Aquella expresión tan conocida: “por sus hechos los conoceréis”, pone de manifiesto lo que anida en el corazón del ser humano.
La persona creyente experimenta el drama de la violencia por estar en contradicción con su fe y con Dios. Tal es la experiencia de Habacuc, un hombre de Dios, que contempla con angustia y preocupación lo que sucede a su alrededor: ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver crímenes y contemplar opresiones? ¿Por qué pones ante mí destrucción y violencia, y surgen disputas y se alzan contiendas? Por ello, la ley se debilita y el derecho jamás prevalece, el malvado acorrala al justo y así sale el derecho pervertido (1, 2-4).
Desde la experiencia del profeta Habacuc, con la que todo creyente de identifica, se puede comprender que el tema de la violencia no es un apéndice de la reflexión cristiana ni un discurso independiente de la situación histórico-política de cada época. Se trata de una cuestión que afecta a e involucra a todo ser humano. Y esto es así porque la violencia destruye siempre la dignidad humana y porque contradice el deseo de Dios, en tanto que el ser humano es su imagen.
Por eso hoy, cuando la amenaza de una guerra en suelo europeo se ha hecho real, nos debe llenar a todos de tristeza ver que la violencia se legitima como recurso político y, en consecuencia, como ideología. De esta manera se llega a crear un implícito consenso, llamemos popular, de la aceptación de la violencia. Y mucho más hoy, cuando a través de la red y de los medios de comunicación no dejan de asaltarse continuamente las fronteras de la verdad.
Esta manipulación ideológica queda especialmente de patente en algunas formas de violencia que tienen un rechazo y condenas generalizadas y, en cambio, otras quedan silenciadas.
Los creyentes en Cristo debemos condenar toda forma de violencia. Por ello, hoy es preciso condenar este ataque de Rusia a Ucrania, del pueblo ruso al pueblo ucraniano. Y junto a la condena, la plegaria. La religión, contrariamente a lo que algunos pensadores han afirmado, no es un estorbo para la realización del ser humano. Al contrario, la vivencia de la religión debería abrir a cada creyente para acoger al prójimo y a reconocerlo como “hermano”. Es a lo que nos invita la oración del “padrenuestro” cada vez que la rezamos.
El Santo Padre, el papa Francisco, ante la situación tan crítica que se esta viviendo en Ucrania, hace una llamada “a todos, creyentes y no creyentes. Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra”.
Acogiendo esta llamada del papa Francisco, nuestra diócesis de Ibiza y Formentera, en la que reside una nutrida comunidad de fieles creyentes ucranianos, declara el día 2 de marzo como día de ayuno y oración por la paz. En todas las parroquias se elevará de manera especial una oración por la paz en el transcurso de la celebración de la Santa Misa y que se incluirá en la plegaria de los fieles.
Así mismo, y dada la gravedad y el alcance del conflicto, esta misma tarde celebraremos la misa “por la paz” junto a la comunidad de ucranianos acompañados por el sacerdote que tiene el encargo pastoral de atender a los cristianos ucranianos en Ibiza. Será a las 19,30 horas, en la capilla de Ntra. Sra. de Lourdes en Santa Eulàlia. Después de la celebración habrá una concentración ante el ayuntamiento para rechazar este acto bélico de Rusia contra el pueblo de Ucrania.
Como siempre hay quien trata de justificar aquello que no es justificable, quiero traer a la memoria las palabras de papa Pío XI: Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios, creador del mundo (MBS, 15).
No podemos renunciar a que la sensatez se abra camino en medio de esta desmedida reacción de soberbia y de ira. Para ello, os invito a pedirle a nuestra patrona, Santa Maria d’Eivissa, Reina de la paz, que ponga cordura y bondad en el corazón de quienes pueden detener este conflicto.
Vicente Ribas Prats, Obispo de Ibiza y Formentera