Joan Ribas (Ibiza, 1963) empezó a trabajar como disc-jockey en Pachá Ibiza a los 17 años, es decir, cuando no tenía edad suficiente para ser cliente de la discoteca. Una pasión precoz por la música que comenzó incluso antes, haciendo sus pinitos en las emisoras de la isla, pinchando en los bares del puerto y vendiendo discos en la mítica Flip Music de La Marina. Un enamoramiento musical que ahora eclosiona en otra vertiente: el libro Monstres desagraïts, en el que desgrana cincuenta historias “para amar todavía más la música”.
Desde Miles Davis a Lou Reed, desde Carole King a The Who, el libro reúne unos textos en los que empezó a trabajar en 2007 y que fue compartiendo en su blog y en redes. Ahora los presenta actualizados y pulidos en este volumen editado por Finis Africae, que ve la luz el próximo viernes 1 de abril a las 20 horas en el Teatro Ibiza (calle Carles III, 24, de Ibiza). Ribas estará junto a Juan Suárez, Toni Ruiz y el editor Andreu Carles López Seguí. Como no podía ser de otro modo, el dj regalará a los presentes una de sus sesiones.
La música es algo más que su profesión, es toda su vida. ¿Cómo comenzó esa historia de amor?
No soy muy consciente del momento exacto, pero empezó seguro con el tocadiscos que había en casa de mis padres, que tenían dos o tres discos de Carlos Gardel, el Dedicado a Antonio Machado, poeta de Joan Manuel Serrat, otro de una cantante francesa que se llamaba Marie Laforet y unos discos de villancicos sudamericanos que regalaba Iberia y eran buenísimos… Pero fue la hermana pequeña de mi madre, que es cinco años mayor que yo, la que me hizo conocer otras cosas, más modernas, y que son algunos de los discos que salen en el libro. Y ya con 14 años compré mi primer disco.
¿Se acuerda de cuál fue?
Sí, y hasta recuerdo que me costó 410 pesetas. Fue el de Barcelona gener de 1976 de Lluís Llach.
¿Y cuántos vinilos tiene a día de hoy?
Unos 7.000 pero tendría 20.000 si conservara todos los que he comprado en mi vida. He perdido muchos, he dejado muchos otros… y me han robado muchos.
¿Robado? ¿Cómo?
En los bares del puerto cuando los llevaba físicamente para pincharlos.
Creo que Diego Flip Giménez tuvo mucho que ver en que su vida se encaminase hacia la música…
¡Claro! Yo trabajaba en el taller de mi abuelo y también de botones para varias agencias de viajes… hasta que empecé a poner música en algunos bares del puerto. De ir tanto a la tienda Flip Music [de Diego Giménez] a comprar discos acabé por trabajar allí con 16 años. Y ahí empezó todo. Todas las discotecas venían a comprar discos ahí y un día vinieron de Pachá a ofrecerme trabajar con ellos… y hasta hoy. Estuve en la discoteca 25 años y ahora estoy en el Hotel Pachá y Destino. Me siento un poco huérfano porque antes estaban Ricardo Urgell [fundador de Pachá y ex propietario] y Piti Urgell [hermano de Ricardo y alma mater de la Flower Power]. Eran mi familia y los sigo viendo y hablamos de tanto en tanto. Ricardo me dice que está muy triste de haber vendido Pachá.
Hablando de la venta de Pachá, muchos tenemos la sensación de que han desaparecido tantos lugares míticos y de que la isla ha hecho un cambio tan grande que la mejor Ibiza ya pasó ¿Es un poco carca pensar así?
Pienso que la memoria es muy selectiva y que nos acordamos solo de las cosas chulas y no tanto de las cosas que no lo eran tanto. Yo nunca hablo del pasado como ‘en mi época’, no, yo pienso que mi época es este momento. Ahora somos el triple de población y la isla colapsa. Antes abrías la discoteca y había días que veía gente y otros días en los que no venía nadie y no pasaba nada. Desde mediados de los años 90 hay un marketing tan grande en el mundo de la noche que no se concibe que no se llene todo cada día. Evidentemente que estamos en otra etapa, pero ha sido una progresión. Existe la mítica de que ‘la música que se ponía antes era increíble’… mentira cochina. Antes poníamos horteradas terroríficas si hacía falta, con tal de que la gente bailara. Mitificar demasiado el pasado musical de Ibiza lo convierte en mentira. Había cosas muy buenas y cosas muy feas y muy malas.
El título del libro es, sin duda, llamativo: Monstres desagraïts. ¿Por qué esta elección?
La palabra ‘monstruo’ tiene muchos significados. Estos músicos son monstruos porque son sobrehumanos para bien o para mal. Y son desagradecidos porque tú coges lo que ellos dan o lo disfrutas, pero no es su intención agradecerte que tú les adores, y también porque te dan placer pero también mucho sufrimiento, porque las canciones te retrotraen a un momento de tu vida y no siempre es placentero.
¿Qué le empujó a escribir estos perfiles y estas historias?
Investigar y aprender sobre música es algo que llevo haciendo siempre. Y también me gusta escribir. Y eso se suma a las ganas de transmitir. Creo que es una parte complementaria a mi trabajo. Un disc-jockey no tiene ni debe tener obligación, intención o deseo de educar. El trabajo del dj es divertir, que la gente pase un buen rato con lo que haces. Me sentiré agradecido si con este libro alguna persona descubre un disco y ese disco se convierte en parte importante de su vida.
Un disc-jockey no tiene ni debe tener obligación, intención o deseo de educar. El trabajo del dj es divertir.
Joan Ribas
¿Es un libro para melómanos o para un público más amplio?
Amplio, sí, está hecho para que te motive a escuchar música. No es un libro elitista. Es una selección de los primeros discos y artistas que me llamaron la atención. Todos son discos de antes de los años ochenta. El primero es uno de Miles David de 1958 ¡y me quedaban cinco años para nacer todavía!
¿Cómo enfoca a cada personaje?
Abordo parte de la biografía de casi todos los casos y también cómo llega el artista al disco en concreto del que hablo en cada texto. En algunas ocasiones también relato el vínculo que pueden tener el artista o el disco con Ibiza y Formentera o conmigo.
En estas cincuenta historias ¿ha encontrado algún punto de conexión entre todos estos monstruos, tal vez alguna historia que les marcó, las adicciones, los problemas para lidiar con la fama…?
Soy de la idea de que sin sufrimiento no puede existir arte. Es imprescindible y en todos hay un gran componente de sufrimiento. También en muchos casos está presente el problema de las adicciones, el maltrato infantil, diferentes tipos de violencia… pero, como apunto en el prólogo, me contradigo, porque estoy escribiendo sobre música cuando pienso que sobre música no se puede escribir porque son dos lenguajes diferentes. También me contradigo porque estoy hablando de la personalidad de unos músicos cuando pienso que la obra y el artista tienen que estar separados. ¿Te tiene que dejar de gustar determinada música porque la persona que la creado es de una manera o ha hecho algo en su pasado?
Recientemente se ha creado la primera Asociación de DJs de Ibiza, DIPEF. Como profesional del sector, ¿cuáles cree que son las peticiones o reivindicaciones principales?
Lo más importante es una regulación de nuestro trabajo para acabar con el intrusismo profesional. Se podría llevar a cabo a través de una colegiación o de una sindicación. Al ser esta una profesión no reglada, para la que no necesitas una titulación, da la impresión de cualquiera puede serlo. A veces esas personas no profesionales trabajan gratis, a cambio de copas, con tarifas por los suelos… Eso hace mucho daño al sector. Antes, además, precisaba de una gran inversión en vinilos y equipo y ahora no… con lo que proliferan los dj no profesionales.
A pesar de que las grandes figuras son auténticas superestrellas, también persiste una demonización o desprecio al dj. Recuerdo un titular, de cuando usted se dedicaba a la política, que decía: Guanyem nombra a un dj de Pachá candidato a la alcaldía. Generó muchos comentarios despectivos. ¿Cómo lo vivió?
[Sonríe] No le di más importancia. Incluso El Jueves me dedicó una viñeta en la que me pintaban todo cachas [ríe] Yo creo que en una isla donde hay tantos profesionales de este sector, ya solo por una cuestión de porcentaje es probable que uno pueda tener un cargo público. Los dj somos como un ciudadano más y no sé por qué se sugiere que, por el hecho de serlo, eres superficial… como le puede pasar a las modelos, por ejemplo. Parece que si eres dj eres un descerebrado.
Desde luego que se identifica al dj como un personaje de la noche, vinculado a excesos de todo tipo, desde sustancias a sexo… pero usted no encaja mucho con ese perfil.
No me gusta especialmente la fiesta. Mi devoción es la música y eso fue lo que me llevó a la noche y a la fiesta, que es donde podía desarrollar mi trabajo.
En los últimos años hemos visto claros ejemplos de esa ‘cara B’ del dj con las muertes de Avicii, que se suicidó; de Eric Morillo, por sobredosis de sustancias, o por el hecho que José Padilla falleciese en un momento personal complicado, con pocos recursos a pesar de haber creado una música que ha vendido mucho.
Hay que saber manejarlo. Si no tienes autocontrol es muy probable caer en el abuso de las drogas o el alcohol. Yo tenía una norma: de noche bebo agua con gas. En el pasado sí que he bebido alguna vez pero enseguida tuve que controlar porque, si no, ¿cómo vas a trabajar cada noche? Es terrible si te dejas llevar. Y con las drogas igual, hay que controlarlo porque si no es imposible sobrevivir. El caso de Avicii demuestra que los djs podemos estar rodeados de 10.000 personas y a la vez estar solos. Es un trabajo muy introvertido porque estás metido en tu música y tu cabeza no deja de funcionar. Se crean muchas expectativas por la vertiente mediática que se ha creado del dj. Yo nunca he tenido aspiraciones de este tipo y me ha bastado con poder trabajar en lo mío… además debo ser el único dj en el planeta que queda con un contrato fijo [ríe].