Casi siempre que se cierra la puerta de una consulta a tus espaldas por el fin de un tratamiento ya no vuelves a ver a aquellos sanitarios que una vez te cambiaron la vida o te ayudaron de manera crucial en un momento puntual. Como en una ruptura amorosa o en una mudanza, algo de ti se queda detrás de esa puerta, irremediablemente, aunque haya sido un capítulo muy importante de tu vida.
Antes de ponerme en manos del personal sanitario público de Ibiza era una persona mucho más infeliz. Parece un contrasentido, pero no lo es. Mi primer contacto fue con 29 años, por un problema de salud mental (¡qué normalizado debería estar poder hablar de nuestra salud mental!).
El trabajo que hice con la psicóloga Silvia Martínez García fue tan eficaz que en pocos meses tuve el alta. Se convirtió en un problema que, poco a poco, fue habitando el pasado.
Recuerdo perfectamente sus palabras, cada uno de sus consejos. Yo iba allí para estar bien de una vez por todas y lo logré en muchos sentidos. Recuerdo precisamente eso: que ella misma me decía lo importante que es para un médico encontrarse con un paciente que realmente quiere estar mejor y que va a poner todo de su parte para permitirse vivir bajo la luz y no en las tinieblas.
Pensé que aquello iba a ser todo, que no tendría que volver a la sanidad pública para nada importante, salvo para gripes y las pequeñas cosas, pero otro revés de salud, muchos años después, y esta vez físico, me hizo volver y de qué manera. En ese momento estaba fuera de la isla y necesité una atención integral de analíticas constantes, TACs, cirugía, oncología, ginecología, hospitalización, de todo… Y no dejaba de maravillarme todos los recursos que tenía a mi disposición gracias a la sanidad pública.
Ya de vuelta a Ibiza y en las revisiones periódicas, la ginecóloga Yolanda Guasch me abrió las puertas de la fisioterapia de suelo pélvico donde encontré a otra profesional increíble: la doctora Gergana Lilova. La empatía, escucha y profesionalidad de esta mujer son admirables. Cada vez que voy a su consulta la escucho, la observo y pienso en lo buena profesional que es. Ella sí que debería ser una verdadera influencer social.
Cuánto me ha ayudado poder hablar con ella con total sinceridad de temas muy íntimos y delicados y cuánto me han ayudado sus consejos y cuidados con respecto a mi rehabilitación ginecológica. Lo único que lamento es que muchas mujeres desconocen a día de hoy los tratamientos que pueden mejorarles la vida después de un parto, una cirugía o en su etapa de perimenopausia o menopausia. Todos estos temas siguen sin estar sobre la mesa de manera natural y accesible y parece que las pacientes llegamos a estos tratamientos solo gracias a la suerte de encontrarnos con profesionales que se interesan por nosotras. No debería ser así.
Pero no estoy aquí para quejarme, al menos no hoy, sino para hablar de profesionales como Gergana Lilova o como Lola Muñoz, la fisioterapeuta que me atendió de manera directa en la rehabilitación e hizo que las decenas de sesiones de ejercicios de Kegel y electroestimulación se convirtieran en un momento incluso divertido, en el que nos contábamos nuestras vidas y peripecias amorosas… absolutamente partidas de la risa.
Creo que no he sabido agradecer lo suficiente el bien que me ha hecho todo el personal sanitario de esta isla. El que me atendió en el pasado y el que lo hace en el presente.
Con estas palabras quiero abrazar a todas y a todos los miembros de este colectivo, que reconfortáis a los pacientes con vuestro buen hacer y vuestra empatía y cariño.
Gracias.