@D.V./ El Festival puede pender de un hilo, pero mientras siga existiendo nos dará momentos de felicidad: esta es la única conclusión que se puede extraer tras la jornada con la que se ha abierto su vigesimoquinta edición. El Festival de Jazz de Eivissa cumple un cuarto de siglo con un cartel lleno de talento pero a años luz de ediciones anteriores. Si echamos la vista atrás y recordamos que en el año 2000 tocaron en este mismo escenario McCoy Tyner y Pedro Iturralde, en el 2001 Branford Marsalis y Chano Dominguez, y en el 2003 Brad Mehldau y Medeski, Martin & Wood, dan ganas de ponerse a llorar y mascullar con amargura que cualquier tiempo pasado fue mejor. En cualquier caso, el ánimo saturnal se desvanece cuando el aficionado llega al Baluard de Santa Llúcia, cae la noche, Dalt Vila se ilumina y la música empieza a sonar. Entonces, todas las piezas encajan.
Como en los últimos cuatro años, abrieron el Festival la Eivissa Jazz Big Band. Dirigida por el guitarrista Alfredo Souza a la cabeza de diecinueve músicos, la mera existencia de una Big Band local es motivo de alegría. La media de edad de la banda es muy baja y ver tantos chavales con tanto talento y tan insultamente jóvenes produce una sana envidia. El repertorio se ha basado en temas de swing y clásicos del repertorio de las big bands: ‘Summertime’, ‘Groovin’ hard’… Todas las piezas han encajado, se nota el trabajo realizado y los músicos pueden sentirse muy satisfechos. Además, es una gran satisfacción comprobar que un cuarto de siglo de Festival ha creado una cantera local de jóvenes músicos que quieren hacer jazz. Esta es, sin duda, la mejor noticia de todas.
El arte del trío
Posteriormente ha sido el turno de un clásico del certamen, el pianista gallego Abe Rábade quien, en esta ocasión, ha llegado en la compañía de su trío: el pianista Bruno Pedroso y el contrabajista Pablo Martín Caminero. Rábade ha presentado los temas de su último disco, ‘A modo’, combinándolos con los del que será su próximo trabajo, un disco de versiones. Sobre el escenario, el Abe Rábade Trío es una auténtico instrumento de precisión, una máquina delicada y perfecta. Experimentando con las harmonías, moviéndose sin estridencias, manteniendo el paso o acelerando, de la mano de Abe Rábade el jazz muestra toda su ductilidad y libertad y, a la vez, es el fruto de un trabajo profesional, serio, de un compromiso completo con la música.
Honestamente, uno no podrá tener ni idea de harmónicas ni de compases, ni distingir un Do de un Fa sostenido, pero escuchar a Abe Rábade en Dalt Vila sólo puede provocar felicidad. Mi canción favorita fue ‘Nueve contra cuatro’. En un tema, además, el trío se convirtió en cuarteto ya que Rábade invitó a tocar a Pere Navarro, el joven trompetista que es la pequeña joya de la Eivissa Jazz Big Band y de La Marina Band, que vio como se realizaba un sueño y que cumplió con creces su papel.
Hoy, la música prosigue con Treejay Trio y China Moses and Raphael Lemonnier.