Arranca el mes de septiembre y vuelve la rutina habitual a los hogares con niños en edad escolar, quienes en dos semanas volverán a las clases. Toca comprar libros y material escolar. En una situación normal, este mes ya suponía un infierno para muchísimas familias. Con la inflación desbocada, muchas serán las que no tendrán dinero suficiente para comprar lo necesario para que sus hijos puedan comenzar el curso con normalidad, ni con libros de segunda mano comprados en Wallapop.
El brutal incremento de precios que sufre toda Europa está triturando las economías domésticas, que ven reducida su capacidad adquisitiva de forma brutal. Si hace un año los salarios ya hacían sudar tinta a los progenitores para poder enviar al cole a su progenie, ahora, con los precios desbocados, muchos serán los que se endeudarán para poder hacerlo o, directamente, no lo harán.
Desde este punto de vista, uno no comprende que se diga que el indicador adelantado del Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) en agosto se ha ralentizado al situarse en el 10,4 %, cuatro décimas menos que en julio. Cuatro décimas no son nada cuando hablamos de una inflación por encima del 10 %, algo imperceptible para la inmensa mayoría de ciudadanos de clase media que no disponen de capacidad de ahorro.
Lo único bueno es que, como no se cansa de resaltar el Govern, hemos rozado el pleno empleo en Balears y en la práctica, todo aquel que ha querido y ha podido trabajar esta temporada, lo ha hecho, algo que a los socios radicales del PSOE no les parece algo digno de ser tenido en cuenta.
Se avecinan meses muy difíciles. Muchas familias pasarán auténticas penurias para subsistir este invierno, tras del cual habrá elecciones. Y eso juega en contra de quien ejerce el poder, que recibirá un duro castigo, aunque no sea suya la responsabilidad de lo que está sucediendo. Por eso, tanto Pedro Sánchez como Francina Armengol seguirán firmando cheques que ya veremos quién pagará.
Seguiremos viendo anuncios de la gratuidad de determinados servicios públicos, como el transporte público, pero no es verdad. No hay nada gratis. Todo tiene un precio y hay que pagarlo, aunque los usuarios no lo hagan en taquilla. Lo pagamos todos, aunque no usemos el bus. Por más que la presidenta Armengol saque pecho diciendo que los usuarios del transporte público en Ibiza y Formentera pagarán menos que en el resto de España, no es cierto. Todo tiene un coste y de un modo u otro, se tiene que pagar.