Créanme que se hace difícil afrontar un artículo como este. Deliciosamente difícil. Concentrar en un artículo tus filias y tus fobias cinematográficas en un Festival dónde se exhiben más de 200 películas no es tarea sencilla. Así que, quede claro, no estarán todas las que son, pero si son todas las que están.
El camino más recto es ceñirnos, de entrada, al Palmarés. Un año más, para no fallar a la tradición, se me quedó en el tintero la ganadora a mejor película de la sección oficial, la finlandesa Sisu, dirigida por Jalmari Helander, un tipo que amará el bonito pueblo barcelonés como pocos, pues ya ganó el máximo premio hace unos años con la simpática Rare exports: a Christmas tale. Cuentan que su Sisu es una digna vencedora, pero a mi me enseñaron a no opinar sobre las cosas que no conoces.
Lo mismo me sucede con otras muchas producciones que han salido por la puerta grande de Sitges. Por ejemplo, Irati, la fantasía rural de Paul Urkijo, que se llevó una gran ovación. O la salvajada coreana llamada Project Wolf Hunting, dos horas de hostias como panes oriental-style. O Unicorn Wars, a la que muchos consideran la mejor película de animación española en años.
Otras que quedan pendientes para futuros visionados caseros (o a rescatar en Zinètic i Anem al cine) son Emily (biopic de Emily Brontë, autora de Cumbres Borrascosas), el slasher español hijo de la Agenda 2030 Cerdita, la Mantícora del siempre imprescindible Carlos Vermut o Deadstream, el Proyecto de la bruja de blair en la era de los streamers. Bueno, tampoco vi la propuesta que clausuró el festival, Hasta los huesos, la nueva lección desde el pedestal del insoportable Luca Guadagnino y el no menos insufrible Timothé Chalamet. Que la disfrute quien quiera. Yo no.
Y ahora sí, justificaré la acreditación, y su tiempo, con lo que sí he visto. Por ejemplo, la ganadora de la mención especial a la mejor dirección, y al Meliès de Plata a la mejor película europea de género, la eslovaca Nightsiren. Una historia de brujería en un entorno remoto del país centro-europeo, pasado por el filtro de la nueva era eco-feminista y woke. Con algún “pero” y sus lugares comunes, notable, sobretodo sus protagonistas femeninas, ganadoras ex aequo a la mejor actriz junto a la deliciosa Mia Goth, reina de la pantalla en Pearl. La precuela de X, una de las mejores películas de terror de los últimos años, está a la altura y compone con la anterior un díptico maravilloso, sin parecerse demasiado una a la otra. Por cierto, el año que viene se convertirá en trilogía con el estreno de MaXXXine, la tercera y última parte de una historia que por mí, podría durar para siempre.
El premio al mejor guion pareció un gag de La hora chanante, o una broma auto-referencial, pues se lo llevó Quentin Dupieux ex aequo consigo mismo. El cineasta francés (más conocido en Ibiza por su faceta de DJ bajo el nombre de Mr. Oizo) presentaba sus dos nuevas locuras en la Sección Oficial, y el jurado entendió que ambas merecían el galardón. El caso es que, de nuevo, arrasó entre el público con Fumar provoca tos e Increíble pero cierto, dos nuevas muestras de su humor surrealista que le ha llevado a ser leyenda en Sitges, pero prácticamente un desconocido fuera del Festival. Si pueden, rescaten alguna de sus películas anteriores. Digo “si pueden”, porque son difíciles de encontrar.
Película de impacto y culto inmediato es Speak no evil. Una pesadilla moral nórdica, en la que dos matrimonios, uno danés y otro sueco, entran en una espiral de violencia psicológica bastante incómoda para el espectador. En la línea de Funny Games, quedará en el recuerdo. Cómo son por allí arriba, ¿eh?
También de Escandinavia destaca Ego, una ¿fábula? con niña solitaria y mascota especial que hará las delicias de David Cronenberg. Muy interesante, sin ser redonda.
Y ahora les hablaré de mi ojito derecho: Ressurrection. No acabó de gustar, pero a mí me fascinó. Una parábola sobre el abuso y el maltrato psicológico en el que Rebecca Hall y Tim Roth dan un auténtico recital. Quizá algo excesiva a la hora de estirar la cuerda de la verosimilitud, pero adictiva, envolvente y muy perspicaz a la hora de revolver estómagos.
Una premisa similar ofrece Watcher, en principio típico thriller de mediodía de Antena 3 pero que sabe tomar su camino con un guion muy eficiente. Bien.
Para ir cerrando los SÍ, me quedo también con la pequeñísima pieza de ciencia ficción La paradoja de Antares, todo un ejemplo de como hacer una película sin dinero, con dos actrices y una localización. Extraordinariamente bien narrada, nada que envidiar a producciones que cuestan muchos millones de dólares más. Y también acabo comprando, tras meditarlo, la propuesta de Venus, el nuevo invento de Jaume Balagueró que inauguró el festival. Sin cambiarme la vida, deja imágenes y un personaje icónicos. No es [Rec], pero eso ya lo sabíamos antes de verla, que tampoco Balagueró es John Carpenter.
No me enrollaré tanto con las no-recomendaciones. Huyan como si se tratara de un dron de Putin de la insufrible Asombrosa Elisa, la ridícula La brecha y la sedante La Tour. Y ni se les ocurra, nunca, en ninguna circunstancia, darle al play en Amazon Prime al capítulo de Historias para no dormir llamado La Pesadilla. Créanme, jamás un título hizo tan bien honor a la realidad.
Por Raül Medrano