La búsqueda del negro absoluto siempre ha constituido un reto místico en la comunidad de artistas, llegando a obsesionar a genios como Francisco de Goya, Édouard Manet o William Turner. El pigmento negro más hipnótico y profundo –el negro más negro– que se ha fabricado hasta la fecha, se presentó en 2014 y fue bautizado como Vantablack. Lo desarrolló una empresa tecnológica británica llamada Surrey NanoSystems, partiendo de nanotubos de carbono capaces de
absorber el 99,96% de la radiación de la luz visible. No existe nada, por tanto, capaz de reflejarse en una superficie cubierta por este material casi milagroso.
Aunque esta empresa concibió Vantablack para aplicarlo a la producción de aviones espía y equipos astronómicos, el famoso escultor británico de origen hindú Anish Kapoor, que siempre se ha caracterizado por experimentar con materiales exóticos, enseguida comenzó a trabajar con él. Desarrolló obras muy relevantes, como la instalación “Descent into Limbo”, con una circunferencia pintada con Vantablack que proporcionaba al espectador la sensación de asomarse a la nada más absoluta, a un agujero negro capaz de atraer y engullir toda la materia del universo.
En 2016, Kapoor adquirió a Surrey NanoSystems los derechos exclusivos para el uso de Vantablack como material artístico, generando una gran polémica entre los creadores, ya que muchos de ellos consideraron que el británico estaba robando a toda la comunidad, al apropiarse de una materia prima que debía ser de uso universal.
La historia de Kapoor y la apropiación del negro casi absoluto permite crear un paralelismo con los acontecimientos que han marcado el ocio nocturno en la isla en esta última década. La industria del entretenimiento ha ejercido tradicionalmente como una luz brillante e hipnótica, capaz de atraer a personas de todo el mundo por su creatividad, su atmósfera y una sensación de libertad y mestizaje imposible de encontrar en cualquier otro lugar.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, ese mismo ocio nocturno ha sido engullido con inusitada voracidad por un agujero negro generado por el ocio diurno –luz que genera oscuridad, qué lamentable contradicción–, que irrumpió hace ya más de una década. Dicha fiesta diurna partió de una situación de clandestinidad e ilegalidad, dado que cuando surgieron los beach clubs y los hoteles discoteca, con sus espectáculos de dj’s internacionales al aire libre, estaba terminantemente prohibido en la isla desarrollar fiestas con música y baile en locales que no estuviesen totalmente insonorizados.
Pese a ello, ninguna institución puso freno a esta competencia desleal y este abuso de poder, perpetrado por algunos políticos/empresarios, que a continuación utilizaron su influencia en los despachos para lograr que se aprobara una ley turística a medida. Dicha norma, aprobada por el Parlament balear en 2012, durante la legislatura del José Ramón Bauzá (PP), ahora envuelto en oscuras polémicas cataríes desde su despacho en Europa con Ciudadanos, incorporó las denominadas actividades complementarias, que permitían a un hotel o un restaurante ofrecer fiestas a sus clientes, sin necesidad de disponer de licencia específica de discoteca. Dicha norma creó la suficiente confusión y vacío legal como para que surgiera una poderosa industria en Ibiza, con discotecas diurnas al aire libre en espacios concebidos para cosas completamente distintas, como la terraza de una piscina o la de un chiringuito de playa, donde antes se servían refrescos y paellas.
A consecuencia de esta industria paralela, el agujero negro en que se halla inmerso el ocio nocturno ibicenco es tan profundo y oscuro como el Vantablack de Kapoor. Si él artista británico ha logrado obtener los derechos exclusivos para la aplicación artística del pigmento, probablemente Ocio de Ibiza, el poderoso lobby del ocio diurno que puso en marcha el señor Matutes para defender lo indefendible, ha conseguido envolver al ocio nocturno en la misma negrura. De hecho, prácticamente lo ha vuelto invisible.
La última manita de Vantablack se lo han aplicado al ocio nocturno ibicenco a través de Mallorca, donde existía el único colectivo que hacía frente a los desmanes del ocio diurno: la Asociación Balear de Ocio Nocturno y Entretenimiento (Abone), con sede en Mallorca y ámbito regional. Dicha entidad, de la que Space formaba parte, al igual que otras discotecas de la isla, inició una batalla judicial frente a este abuso y ejerció como némesis frente al colectivo Ocio de Ibiza, dedicado a blanquear la negrura absoluta que sí envolvía al ocio diurno pitiuso, tanto desde el punto de vista legal como ético.
Sin embargo, en mayo de 2021 desembarcó en Abone una nueva junta directiva, manejada por Tolo Cursach, socio de Abel Matutes en Mallorca, que desde el principio cortó de raíz las acciones emprendidas por los anteriores gestores para combatir la competencia desleal del ocio diurno, dejando huérfano de defensa al nocturno.
El objetivo no ha sido otro que silenciar al ocio tradicional y exportar el modelo turístico diurno a Mallorca. Y quien ha estado detrás del giro radical de Abone ha sido la Asociación Ocio de Ibiza, que se ha quitado de en medio la única voz discordante que quedaba en el archipiélago balear. El colmo de esta deriva vergonzosa de Abone, contradictoria con sus propios principios, es la decisión tomada en la Asamblea General del 16 de septiembre de 2021, fecha en que se propuso borrar de la ecuación el concepto “nocturno”. Ahora, aunque Abone mantiene la “N” en sus siglas, ha pasado. Denominarse Asociación Balear de Ocio y Entretenimiento. Así aparece en su página web, donde también dicho colectivo también se define como “Asociación de Establecimientos de Ocio Nocturno y Diurno (musical) y Entretenimiento de las Illes Balears”. Es, en definitiva, la extensión en Mallorca de Ocio de Ibiza. Una fotocopia exacta con los mismas estrategias de tergiversación y blanqueo.
Ni siquiera lo dictado por la justicia, con la famosa sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Baleares, de 28 de octubre de 2020, donde se dictaminaba que el Hotel Saratoga no podía ofrecer conciertos a clientes externos, no alojados, en base a las actividades complementarias contempladas por la Ley Turística de 2012, se ha clarificado esta enorme tomadura de pelo y este fraude de ley.
El ocio nocturno, que nos daba de comer y alumbraba nuestros braseros, ha caído en la galaxia del ocio de Ibiza, más negra que el carbón. La oscuridad siniestra del Vantablack, aplicada por Ocio de Ibiza, lo ha engullido y también cubre a las instituciones ibicencas, con la transigencia del que calla y otorga. Imagino que el Ayuntamiento de Sant Josep, por ejemplo, también debe haber logrado una parte de la cesión de los derechos del pigmento. Y no es el único. Hoy por hoy, Abone debería perder su denominación de origen como asociación balear y pasar a llamarse asociación mallorquina.
Muerto el Abone original, se impone la irrupción de otro colectivo que plante cara a este fraude y ejerza como interlocutor con las instituciones, empleando unos argumentos legítimos, realistas y basados en la verdad, en lugar de en la mentira.
Pepe Roselló