No hay suficientes funcionarios en la oficina de la DGT de Ibiza, ni suficientes oncólogos, ni médicos, ni enfermeras, ni conductores profesionales, ni policías, ni guardias civiles, ni funcionarios de la Agencia Tributaria, ni periodistas, ni vigilantes de seguridad, ni arquitectos, ni aparejadores, ni ingenieros, ni albañiles, ni camareros, ni cocineros, ni recepcionistas de hotel… En las Pitiusas faltan profesionales de todos los sectores, de todos los ámbitos, cualificados y sin cualificar.
No somos capaces de cubrir las vacantes porque los trabajadores, masivamente, prefieren ejercer su profesión en otros lugares más apetecibles, donde cobren más y el coste de la vida no sea tan gravoso. La carestía de la vivienda, tanto para comprar como para alquilar, está fuera del alcance de la inmensa mayoría de empleados, sean públicos o privados.
Las soluciones que se proponen son meros parches, chapuzas para salvar la situación, que ya es de absoluta emergencia social. Las empresas ofrecen alojamiento a sus trabajadores, lo que sólo supone un arreglo temporal porque así no es posible emprender un proyecto de vida en familia.
La gran mayoría de pisos aloja a personas de distintos núcleos familiares. Compartir piso es, en Ibiza y Formentera, lo normal. Los que tienen la suerte de ser inquilinos, deben alquilar alguna o varias habitaciones para poder pagar la renta, que habitualmente es abusiva. Quienes quieren trabajar, no tienen alternativa ni opción a elegir. Pagan lo que se les pida, por indigno que sea, a la espera de que surja algo mejor. Así, muchos son los que se mudan de casa varias veces al año. Y esto no hay quien lo soporte porque, además, el sueldo se va en pagar la habitación. Antes había posibilidad de ahorrar, pero ahora ya no. Y para malvivir, trabajar como un mulo y, encima, no poder llenar la hucha, pues ahí te quedas.
Mientras las carencias de personal afectaron a determinados servicios que el ciudadano sólo percibe en situaciones puntuales y muy determinadas, cuando no directamente secundarias o prescindibles, no pasó nada. Pero ahora ya afectan a servicios esenciales, como la sanidad.
La solución que las autoridades encuentran vuelve a ser temporal y momentánea, para salir del apuro, un parche. Traer oncólogos de Mallorca, que los enfermos pasen consulta con el especialista a través de videoconferencia, etc. Algo que indigna a los afectados y a sus allegados, lógicamente. Pero ¿qué otra cosa se puede hacer?
Todo el mundo se lamenta, pero sólo se aplican paños calientes. No se compensa a los trabajadores públicos por estar destinados en Ibiza y Formentera de forma que sea atractivo trabajar aquí. Y encima está la inflación, que ha empeorado las cosas.
Pero la gravedad de la situación ha llegado a un punto de no retorno, donde o se hace algo eficaz, por caro que sea, de forma inmediata, o la falta de profesionales impedirá que se pueda atender a la ciudadanía en campos vitales, como la atención médica. Y no se trata de recurrir a los parches de costumbre, trayendo médicos de Mallorca. Se trata de hacer que las Pitiusas vuelvan a ser un destino apetecible y deseado.
Se termina el tiempo y la paciencia de la ciudadanía. Y ahora también la frágil salud a los pacientes de oncología de Can Misses y la de sus familiares.