La Ibiza del lujo de hoy me recuerda al Gran Hermano de antaño, ese programa televisivo que despertó al voyeur que todos llevamos dentro y que alcanzó tanto éxito que no hubo cadena que no apostara por explotar el mismo formato, hasta saturar y extenuar al espectador. Se han producido grandes hermanos en islas desiertas, a bordo de autobuses, en granjas y campamentos de verano, se ha casado a parejas que no se conocían previamente, se ha hecho intercambio de parejas y se ha puesto a convivir y competir a pasteleros, cocineros, cantantes, bailarinas, modistas… El resultado de esta estrategia monotemática es que el público de la televisión es cada vez más residual, mientras crece exponencialmente la audiencia de las plataformas de streaming, donde podemos elegir a la carta qué queremos ver. Las nuevas generaciones, por ejemplo, ya no encienden la tele.
Lo ocurrido en el medio audiovisual podría definirse como un claro ejemplo de “saturación de mercado”, que es el término que se emplea cuando se ofrece un producto en una cantidad mayor a la que se demanda. Es algo que más pronto o más tarde nos ocurrirá con el sector del lujo, que ha ido desplazando a marchas forzadas al turismo familiar del que hemos vivido durante 50 años y que se expande por la isla como un brote vírico para el que, de momento, no hemos querido buscar vacuna.
Hace veinte años, los hoteles de lujo, entre los que podemos incluir a los primeros agroturismos y hoteles rurales destinados a huéspedes de alto poder adquisitivo, no llegaban a la decena. Solo había dos cinco estrellas en la isla, ubicados en los acantilados de na Xemena y en la urbanización Siesta. Entonces los hoteles respondían a su categoría y si uno acudía a un tres estrellas o a una pensión, ya sabía claramente qué podía encontrarse en cuanto a servicios, decoración, calidad, etcétera.
Esta clasificación, aunque sigue vigente y es la única que ofrecen los organismos oficiales, se ha quedado obsoleta. De hecho, muchos establecimientos renovados íntegramente y orientados al lujo, no han modificado su categoría oficial porque así se evitan tasas e impuestos. El Hotel Ushuaïa de Platja d’en Bossa, por ejemplo, está calificado con tres estrellas, pese a sus elevadas tarifas y el nicho en que opera.
Toda Ibiza se puso de pronto a reformar hoteles viejos para convertirlos en productos de alto standing y ahora superamos el centenar. Alojamientos destinados a un público pudiente que, en lugar de una o dos semanas, vuela a Ibiza tres o cuatro días, que transcurren entre beach clubs y salas de fiestas. En paralelo al fenómeno, han desembarcado docenas de compañías internacionales que buscan sacar tajada en este mismo segmento y que globalizan por completo el producto que ofrece la isla. Perdemos identidad a borbotones, que es nuestro mayor intangible.
La última novedad de esta triste deriva la hallamos en Cala Llonga, otra playa que se pierde para el turismo familiar. La multinacional Ennismore, con base en el Reino Unido y un centenar de hoteles dispersos por el mundo, ha anunciado que el próximo verano abrirá sendos alojamientos en su orilla, con 401 y 154 habitaciones. El establecimiento más grande tendrá una estética lujosa y desenfadada al mismo tiempo, con dj’s en la piscina. Su público objetivo lo componen jóvenes de alto poder adquisitivo que buscan fiesta y exclusividad. El otro complejo estará vinculado a la marca Mondrian, una de las más lujosas de la multinacional.
Ennismore también ha anunciado que ambos hoteles permanecerán abiertos de junio a mediados de octubre; es decir, cuatro meses y medio. Una temporada tan escueta que impide a sus trabajadores ganarse la vida dignamente y que contradice la estrategia de desestacionalización que las instituciones ibicencas llevan vendiéndonos desde hace décadas.
Cala Llonga, en definitiva, sufrirá la misma transformación que ya estamos viendo en Platja d’en Bossa, Portinatx, Cala Gració, parte de la bahía de Portmany, Talamanca, la Platja de Santa Eulària, s’Argamassa, es Jondal, ses Salines, es Cavallet, Cala Nova, etcétera, donde el sector del lujo ha desbancado al turismo familiar, por el cambio de perfil de los hoteles y servicios del entorno.
Hace veinte años, el turismo del lujo, por su escasez, era la panacea. Hoy parece un cáncer. Un destino es competitivo en función de su capacidad camaleónica para adaptarse a múltiples perfiles. En Ibiza, sin embargo, nos hemos centrado en uno solo que proporciona beneficios colosales a corto plazo, pero que, como ya hemos visto otras veces, acentúa dramáticamente las diferencias sociales.
Estamos ofreciendo, además, un lujo que en realidad es un engaño porque, aunque la decoración sea de cinco estrellas, ni el servicio, ni las infraestructuras públicas, ni el entorno lo son. Cada temporada, miles de turistas que han pagado un dineral por su estancia se marchan decepcionados. Mientras esta versión de Ibiza genere tanta demanda, existirá una reserva de viajeros que irá sustituyendo a los múltiples clientes que vuelven a casa decepcionados e incluso con la sensación de que les han estafado. Llegará un día en que el globo se deshinche y nos encontraremos con una isla infestada de hoteles de lujo cubiertos de telarañas.
Alguien debería de explicar a los hoteleros que pueden reformar sin necesidad de reconvertirse al lujo y, ya de paso, mantener a un público familiar de tantos años. Y las instituciones, asimismo, deberían valorar la posibilidad de dejar de potenciar el lujo e impulsar otros segmentos de mercado. El imán más poderoso de Ibiza es que siempre ha tenido muchas caras. Si ofrecemos diferentes opciones, podremos capear el próximo temporal que arrecie. De lo contrario, el día en que Ibiza pasé de moda entre los potentados del mundo, nos hundiremos sin tiempo ni cintura para reinventarnos, pasando a ser un destino residual. Como un mal reality de televisión.
Por Xescu Prats
Así es, pero creo que esto ya se fue de madres.
A jo el que em fa plorar es el luxe a Formentera. De hippies a luxury en 20 anys
No es así el final. Cuando los potentados no vayan a Ibiza se llenará de wannabies y followers que quieran vivir esa experiencia y cuando todo sea demodé, los hoteleros se reinventarán con el dinero ahorrado y crédito de los inversores y fondos, además del dinero de alguna agencia de viajes de la mano de diseñadores de moda, músicos, interioristas o lo que sea. Es lo que hemos hecho siempre.