Tuve la suerte de pisar por primera vez la isla en un mes de octubre, a las puertas del invierno, con la temporada alta echando la persiana y las hamacas recogidas. Solo quedaba un pequeño rastro de la locura del verano, que podía intuir en las vallas publicitarias de las discotecas y en algunos personajes que todavía pululaban por la ciudad antes de entrar en período de hibernación. La isla esencial se mostró sin artificios.
En aquellos primeros meses no solo eché a andar como periodista en el (desaparecido) Última Hora Ibiza y Formentera sino que hice amigos y amigas que me mostraron los paisajes de la isla, de la costa y del interior, además de sus locales más carismáticos: bares, cafeterías, restaurantes, cines…
Echo la vista atrás y me sorprende la lista interminable de aquellos locales que ya no son, que ya no están, que ya no serán.
Las películas en los Cines Serra y en el Cartago, aquellas entrevistas a Antonio Colinas o a Toni Roca en la cafetería Milán, aquellas mañanas de domingo al sol en el Flotante de Talamanca…
¿Y aquellos sábados de pizza en la Da Sidhu, para luego echar la noche entre conversaciones en el Nación Tierra, bailes en el Blues Music Bar, en el antiguo Demiedo o en el Teatro Pereyra?
Y la ‘misa del domingo’, que era comprar la prensa y ojear las novedades editoriales de la isla en la Librería Vara de Rey y desayunar una ensaimada con café con leche en aquel Montesol pre-lujo?
“No te pases de nostálgica. Las empresas tienen sus ciclos”. Sí, lector, puedo escuchar tus pensamientos. Es cierto que muchos de esos cierres responden a jubilaciones y a falta de relevo generacional, pero no es menos cierto que detrás de la bajada definitiva de la persiana de muchos negocios de esta isla hay otros motivos que no responden a un ciclo ‘natural’ sino a un fin forzoso: alquileres que se actualizan con precios desorbitados, especulación urbanística salvaje y un cambio de modelo de Ibiza donde solo interesa el lujo.
Sí, lo sé, en 1999, cuando llegué a la isla, ya habían desaparecido muchos comercios y bares que habían dado vida al centro de Sant Antoni o al barrio de La Marina de Ibiza desde los años 50-60. Esos cierres no son cosa solo de Ibiza sino algo que se repite en casi todas las ciudades atractivas (económicamente hablando) y que responde a una globalización generalizada.
Tal vez, tú, lector o lectora estés pensando en otros negocios muy diferentes a los que cito y que ya no están. La experiencia de cada uno es muy diferente, pero creo que todos coincidiremos en que con esos cierres se ha desvanecido parte del encanto. Encuentro en ellos una clara metáfora de lo que le está pasando a Ibiza. Pero tal vez sea solo nostalgia por aquellos primeros años en la isla.
Aquel primer invierno que pasé ha echado el cierre y, como ocurre con los duelos, esta fase de tristeza deberá dar lugar a otra de aceptación o, quizás todavía mejor, a una de acción en la que, de alguna manera, pongamos nuestro granito de arena para apoyar a los negocios que siguen ahí, resistiendo.
totalmente deacuerdo con tigo,felicidades por el articulo