El Ayuntamiento de Ávila ha aceptado la donación de un óleo del pintor albaceteño Guillermo García-Saúco (1916-2005), por parte del actual propietario de este cuadro que se encuentra actualmente en la localidad ibicenca de Santa Eulalia del Río.
La donación ha sido aceptada este jueves por la Junta de Gobierno Local del Consistorio de la capital, según ha explicado en rueda de prensa el teniente de alcalde y portavoz del equipo de gobierno, José Ramón Budiño, quien ha destacado su «vinculación» con la provincia abulense.
De hecho, tras morir el 28 de mayo de 2005, sus restos se esparcieron entre la comarca abulense del Valle Amblés, próxima a la capital, y La Felipa, una pedanía de Chinchilla de Montearagón (Albacete), de donde procedía su familia.
Además, según ha explicado el Consistorio, su vinculación abulense «fue tal, que la matrícula de su vehículo era de Ávila y en la ciudad fue propietario de un piso al que acudía de forma habitual».
La obra cedida, que permanece aún en Santa Eulalia del Río, es un óleo que refleja la muralla de Ávila, con el Valle Amblés al fondo, realizado entre 1945 y 1950.
Según la biografía publicada en el catálogo de una exposición a él dedicada por la Diputación de Albacete, Guillermo García-Saúco nació en Albacete en 1916 y falleció en 2005.
Su contacto con Ávila se produjo al finalizar la Guerra Civil, momento en el que fue conducido por un tiempo a un campo de concentración situado en tierras abulenses, lo que le llevó a descubrir la ciudad y su muralla, junto a otros escenarios y personajes abulenses como Santa Teresa, a la que también plasmó en su obra.
En 1951, se instaló en la capital de la provincia como profesor especial de Dibujo en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Vallespín, situado en el actual edificio de los juzgados, donde permaneció hasta 1960.
Su estancia en Ávila fue «decisiva en los planteamientos estéticos y humanos» de quien firmaba sus obras como «Saúco», ya que entró en contacto directo con un rico patrimonio artístico y con un paisaje bien distinto de las habituales llanuras manchegas.
Además, el ingreso como profesor de instituto en una ciudad cercana a la capital, le reportó «magníficas relaciones con compañeros de profesión con una sólida formación intelectual», coincidiendo en esos años con otro pintor albaceteño: Benjamín Palencia.
Ávila fue una ciudad en la que se sintió «arraigado e identificado», con amistades entre los Córdoba, los Sastre, Paradinas o Ángel Sardina.
Su vinculación fue tal que, además de acudir habitualmente a su piso en la ciudad, parte de sus restos fueron esparcidos en el Valle Amblés que aparece retratado en la obra donada al Consistorio de Ávila.
EFE