En el tramo de competición en el que la UD Ibiza tenía que dar el do de pecho ante rivales presuntamente asequibles (Cartagena, Lugo y Ponferradina) para mantener viva la llama de salvación solo ha sido capaz de sumar tres puntos. La permanencia, a falta del partido del Racing de Santander este lunes, sigue a nueve puntos -podría ponerse a 11- de distancia a falta de 14 partidos para que concluya la Liga. En esta tesitura, creer en la permanencia es algo exclusivamente reservado a los muy optimistas, porque la realidad, a día de hoy, dice que para que el equipo insular siga el curso que viene en Segunda se necesita abrir el Mediterráneo para que alcance la otra orilla.
A pesar de que el conjunto de Lucas Alcaraz se ha adelantado a los once minutos de encuentro por mediación de Ekain, la Ponferradina ha logrado el empate en el segundo tiempo gracias a un gol de Edu Espiau en el 68, un tanto que ha dado alas a su grupo, que ha acabado el choque dominando al titular del campo. El proceso de mejora del que habla el técnico del Ibiza y al que apela en cada comparecencia de prensa como el camino que ha llevar a su bloque a la victoria no ha llegado a plasmarse en el campo. Y si el Ibiza no ha sido capaz de ganar a los de abajo en la tabla, es complicado pensar que lo hará ante los de arriba o los de la zona media.
En el fútbol puede pasar de todo, y aunque la esperanza y la fe es lo último que debe perderse en el ideario de Alcaraz, lo cierto es que ni los principios teologales que profesa el entrenador del equipo ibicenco hacen pensar en un desenlace satisfactorio para el club. Salvo milagro. Al Ibiza le falta un poco de todo y le sobran muchas cosas que no tienen sentido de ser. No tiene casi gol, ni un referente en ataque a quien buscar cuando no hay opción de elaborar. Cuenta con demasiado veterano que ha perdido la chispa y la punta de velocidad que se necesita para desequilibrar, para ganar una ventaja o hacerse con hueco con el que desequilibrar o desbloquear un partido cerrado, con pocos espacios.
El Ibiza ha dado la cara en la primera parte, pero en la segunda ha dado un bajón de juego y de ambición preocupante que le ha costado dos puntos y por muy poco casi los tres. Su juego no tiene continuidad, sufre de altibajos muy graves que le conducen a una bipolaridad no diagnosticada y a la que, por lo tanto, nadie ha aplicado el antídoto adecuado. Los cambios que se han producido en la plantilla no han tenido efecto, porque es demasiado pronto para ello. Por desgracia, tiempo es justamente de lo que no dispone el equipo ibicenco, que tras una planificación errónea a principio de temporada, agoniza desde el último escalón de la tabla como un enfermo en paliativos del que cualquier mejoría es una alivio que, sin embargo, no arroja nada de luz al final del túnel.
Con este panorama, con el pesimismo al que el conjunto ha llevado a la afición y en el que se ha instalado la plantilla, la permanencia se ha convertido en un relato de ficción en el que nadie cree. Porque no se puede pensar lo contrario cuando ante el penúltimo no has chutado a puerta, como ocurrió en Lugo, o cuando, como hoy, y ante un adversario que está en la zona de descenso, no eres capaz de defender un gol de ventaja como si en ello te fuera la vida. Y esto es lo que le ocurre al Ibiza, o lo que parece que le está pensando, que nadie en el club apuesta porque se puedan salvar los escollos que quedan de aquí al final cuando no se ha logrado hacerlo ante los peores, que han sido mejores o igual de malos que tú.