El Club Náutico Ibiza acoge mañana viernes 3 de marzo, a partir de las 19.00 horas, la presentación del libro Las colmenas tradicionales de Ibiza y Formentera, un bien patrimonial singular de Vicente Marí Torres.
El acto estará conducido por Joan Carles Rodríguez, especialista en Derecho Administrativo, y por el propio autor, Vicente Marí, que es presidente de la Associació d’Apicultors d’Eivissa desde el año 2016.
Según explica Marí, esta obra nace con la vocación de compilar usos y costumbres apícolas de los apicultores desde el siglo XIV.
Usaban colmenas horizontales de piedra, «únicas en el mundo, tanto por los materiales empleados como por sus dimensiones y su disposición en la particular orografía del monte ibicenco», destaca.
Entre otras cuestiones, el autor se adentra en la construcción y emplazamiento de los apiarios o en la cosecha anual.
A partir de la próxima semana el libro estará a disposición de las bibliotecas de la isla, de los ayuntamientos, de la UIB, de entidades públicas y de los propios socios del Club Náutico Ibiza.
El libro se ha elaborado con el propósito de convertirse en una obra de obligada consulta tanto para profanos como para entendidos en el arte apícola que deseen ampliar sus conocimientos en la materia.
Una obra llena de referencias históricas
El libro recoge abundantes referencias históricas relacionadas con la apicultura en Ibiza.
Aparentemente el lugar idóneo para la ubicación de la colmena era cerca de la vivienda, en un sitio resguardado del frío, del viento y del calor, con alguna fuente de agua en zonas cercanas.
Existen notables similitudes entre los recipientes y posibles prácticas apícolas entre ámbitos geográficos tan lejanos como son el extremo oriente y el extremo occidente mediterráneo tal y como muestra la iconografía antigua, los relatos de los autores latinos, los vestigios arqueológicos y los mismos paralelos etnográficos.
Las peculiaridades de las colmenas ibicencas
Las colmenas tradicionales de Ibiza están diseminadas, separadas varios metros unas de otras, sin guardar una alineación y/o patrón predeterminado, ocupando una gran extensión, a diferencia de los colmenares de la Península Ibérica, o de los de Mallorca y Menorca, donde las colmenas se disponen unidas unas a otras, agrupadas, formando todo un cuerpo. Esta característica, su dispersión, es lo primero que llama la atención del observador.
Son colmenas horizontales, colocadas a ras del suelo, con una ligera elevación, de forma que no permita el acceso del agua torrencial al interior de la colmena.
Otra característica de la colmena tradicional ibicenca, quizás la más impactante, es su robustez. Están hechas para perdurar en el tiempo; de hecho no es una hipótesis descabellada pensar que las que actualmente se hallan en la mayoría de los aledaños y bosques de las casas del campo ibicenco fueran construidas por los primeros moradores, en el siglo VII a C, concretamente en el año 654, cuando Ibiza fue fundada por los fenicios.
Las cuatro épocas de la colmena ibicenca
La gran mayoría de colmenas en Ibiza están elaboradas con tronco de árbol hueco o de materia vegetal trenzada; también las hay de tablas y, raramente, de caña.
El autor del libro se atreve a diferenciar cuatro épocas. una primera época en la que se venía utilizando el verduc que más tarde se revestía con tierra blanca y cal en su parte interior y exterior; posteriormente se utilizó el tronco hueco de higuera, algarrobo o almendro.
En una tercera época, previsiblemente por la influencia africana, se habilitaba en su interior de forma longitudinal un cilindro de cerámica. Son típicas de finales del siglo XIX.
La cuarta se diferencia por la disposición, como nido de cría, de cuatro tablas de madera formando un rectángulo que discurría a lo largo de la colmena. Ello se explica por la presencia de abundante madera y herramientas mecánicas adecuada, como la sierra de cinta y las máquinas que cortaban, regruesaban, cepillaban, taladraban y fresaban la madera. Estas existen desde principios del siglo XX hasta mediados, que fueron sustituidas en Ibiza por las colmenas del tipo Langstroth y Dadant, a partir de los años 80 del siglo pasado.
En los cuatro casos, «cada elemento inferido se utilizaba como nido de cría y era revestido con los materiales arquetipados de las colmenas tradicionales de Ibiza, es decir, rocalla a modo de drenaje en su lecho, tierra de sitja y Posidonia oceánica, todo ello coronado por una techumbre de piedra caliza, rematado con arcilla, tierra blanca y cal».
Las dos fases de la obra
La obra consta de dos partes, una primera fase iniciada por una comisión en el año 2012, que finalizó en el 2016 con la catalogación de 60 apiarios y 677 colmenas.
La segunda catalogación se inició en el mes de enero de 2022, para finalizar a principios del mes de agosto del mismo año, por un solo miembro, que documentó 93 apiarios y 1444 colmenas.
Cada asentamiento se halla inserto en una ficha en la que consta su posición realizada con un geolocalizador indicando la ubicación exacta, incluso su emplazamiento respecto al nivel del mar, el propietario, el año de construcción, la cantidad de colmenas y los rasgos más significativos de cada apiario.
El caso de Formentera
Para finalizar la obra, su autor se adentra en el repoblamiento de Formentera, donde la disminución de los ataques corsarios y el incremento demográfico de Ibiza sentaron las bases de una nueva y definitiva repoblación de la pitiusa menor, que se inició a finales del siglo XVII y se consolidó a lo largo del XVIII.
A diferencia de las colmenas de la pitiusa mayor, las de Formentera tenían una estructura rectangular elaborada con cuatro tablas de madera longitudinal superpuestas sobre dos piedras ancladas en el suelo, perpendiculares a la colmena. En Formentera no se conoce las existencia de las mismas construcciones que existían en Ibiza desde tiempos remotos, pese a la población que repobló la isla a finales del siglo XVIII por ciudadanos principalmente de Santa Eulària y Sant Carles de Peralta.
El mayor número de colmenas se hallaba dispuesta en La Mola por las extensas praderas donde florece el tomillo, Thymus vulgaris.
Previsiblemente en los años 50 del siglo pasado habría el mismo número de colmenas que hay en la actualidad (a 1 de marzo de 2022), es decir, unas 250. Estas se hallaban dispersas por la Pujada a la Mola, Es Caló, Es Ca Marí, Cala Embaster y Punta Prima; en definitiva en todas las zonas donde existía zona boscosa.
En la parte superior se disponía alga, Posidonia oceánica, a modo de protección o regulador térmico, coronada con verduc de brezo. Para fijar su techumbre se disponían piedras para que no se desprendiera por la acción del viento.