Los taxistas de Ibiza suelen enfrentarse a situaciones que oscilan entre lo cómico y lo trágico durante la temporada alta. Varios de ellos, con licencias de los municipios de Sant Antoni y de Sant Josep, repasan algunas de las anécdotas más curiosas que han surgido durante sus turnos de trabajo en verano. Lo hacen en el inicio de Semana Santa, que es cuando comienza para ellos la época del año con más volumen de trabajo hasta que, en octubre, todo vuelve a relajarse. Hay clientes que les besan de forma inesperada y sin consentimiento; otros, en cambio, les vomitan encima…
Uno de estos taxistas, que prefieren preservar su identidad, no da crédito de que algunos de los turistas que ha transportado durante el verano siquiera sepan dónde se ubica Ibiza en el mapa: «¡Muchos desconocen que están en una isla! Es más, no saben que forma parte de España. Cuando se lo dices, se asustan, incluso, y te preguntan, incrédulos, si la isla sigue abierta en invierno. Es increíble», se ríe.
«Una de mis peores experiencias, desde siempre, tiene que ver con los vómitos de aquellos usuarios que embarcan algo perjudicados. Un pasajero, que se veía de lejos que no se encontraba muy bien, empezó a hacer gestos y toses raras… Le pregunté si le hacía falta una bolsa o algo, pero me dijo que no. Cinco minutos después, me encontré con que estaba devolviendo encima de mi hombro, y por todo el coche», lamenta.
Otra situación común y que forma parte del día a día de los taxistas es quedarse encerrados dentro de villas o casas rurales. ‘Muchos de nuestros compañeros han tenido que abrir una caja eléctrica de una puerta para poder salir. Yo, por ejemplo, dejé a unos clientes en una casa en Sant Joan a las 4 de la mañana para una fiesta. Les avisé de que me tenían que abrir la puerta, pero me ignoraron. Me encontré atrapado. Todavía no llevábamos uniforme y pensé que iban a tomarme por un ladrón cuando entré a la vivienda. Tuve que caminar por todas las habitaciones para encontrar al propietario y que me abriera la puerta. Nunca he pasado por un momento tan incómodo en mi vida», rememora.
«No llevamos solo pasajeros. Todos los taxistas hemos transportado casi de todo: desde juguetes que se han dejado niños en un hotel o en el aeropuerto hasta muñecas hinchables que preferimos no preguntar de dónde vienen ni para qué van a ser usadas».
Sin embargo, una de las situaciones más extrañas que ha vivido este taxista ocurrió cuando una anciana se olvidó a su perro dentro del vehículo. «Después del viaje, unos veinte minutos más tarde, empecé a escuchar lloros. Me di vuelta y vi al pobre animal escondido y asustado. Lo más difícil fue encontrar de nuevo a la propietaria», dice.
Las peores situaciones, no obstante, se presentan cuando los clientes son violentos, «ya sea por su personalidad o porque se encuentran en mal estado», comenta otro chófer. «Menos mal que tenemos cámaras. He tenido que lidiar con pasajeros que se han dormido en mi taxi y después me han acusado de haberles robado dinero, que dicen que no saben dónde están ni quién soy yo. Pero una de las cosas más raras que me han pasado fue cuando unas clientas pensaron que estaba secuestrando a una de ellas porque me estaba moviendo unos metros para tener cobertura con el TPV. Golpearon el taxi y después también lo hicieron conmigo».
No solo hay clientes violentos, explican estos conductores, que te ponen en una situación incómoda: «También están los que se pasan de cariñosos. No sabes muy bien cómo detenerlos. Más de uno se ha enfadado al decirle que no se pasara después de haber intentado besarme».
Otras veces hay que luchar contra las tretas de quienes se creen más listos que nadie, comentan, puesto que otras discrepancias con los clientes con las que deben lidiar a menudo es el aforo máximo de pasajeros permitido. «Muchas veces, cuando no estamos mirando, se te cuelan más de cuatro personas en el coche, ya sea agachados o tumbados… A veces lo hacen tan disimuladamente que no te das ni cuenta, y luego la multa es para nosotros si nos para la Guardia Civil o hay un control de la Policía Municipal. ¿Cómo le explicas a un policía que hay cinco personas dentro del taxi y que no te has dado cuenta…», sonríe el taxista.
Piratas
Los taxistas piratas (ilegales) son tan comunes en la isla desde hace varios años que muchos clientes se sorprenden con que, cuando ocupan un taxi legal, el precio sea comunitario y no por persona, como han estado pagando durante todo el periodo vacacional en el que han estado en la isla hasta ese momento. «La competencia desleal es una lacra. Los conductores de los taxis piratas no pagan impuestos ni los mismos seguros que nosotros. Y cobran por persona. Te das cuenta de los muchos que hay en la isla cuando los clientes te dicen que no se han movido más que en este tipo de transporte y por eso les sorprende que haya un taxímetro y se cobre por el viaje y no por el número de ocupantes».
Los tres taxistas que se han prestado a contar estas y otras anécdotas que, sin embargo, han preferido no hacer públicas en este artículo, se preparan de nuevo para una temporada dura. Se espera una avalancha de visitantes para este verano, que todo apunta que podría batir todos los récords en cuanto a llegada de turistas y ocupación hotelera. Esperan seguir acumulando anécdotas, y que si no son mejores, no sean peores que las que han enumerado.