José Manuel Piña Vives / El presidente del Consell ibicenco, Vicent Serra; el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí; el conseller de Hacienda del Govern balear, José Vicente Marí Bosó, y la también ibicenca Lourdes Cardona, directora general de Comercio del Ejecutivo autonómico, no dudaron en subirse a los carros engalanados que amenizaron con su trote la jornada más festiva del año en la localidad de Nuestra Señora de Jesús. Fue la nota simpática con la que se clausuraron las actividades matutinas de esta localidad, popularmente conocida por su apellido, Jesús.
Prácticamente el pueblo entero y centenares de simpatizantes se congregaron en la plaza de la iglesia para rendir honores a la patrona tras el oficio religioso concelebrado, que presidió el obispo de la diócesis ibicenca, Vicente Juan Segura. Particularmente numerosa fue también la asistencia de fieles a la procesión que siguió a la misa, en la que, acompañando a la Virgen, se sumaron también las autoridades autonómicas, amén del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Santa Eulària, casi al completo y ataviado con sus mejores galas.
El conseller insular de Economía, Álex Minchiotti, se montó también en uno de los carros, que recorrieron a buen trote el trazado urbano de Jesús entre los aplausos de la concurrencia de a pie, que desfilaba en sentido contrario en otra procesión, esta vez menos espiritual pero no menos imprescindible: la del regreso a casa con una paella entre las manos, conseguida casi por las armas en alguno de los restaurantes de la localidad.
Unos sesenta miembros de la banda de la cofradía del Cristo Yacente, de la catedral, inauguró musicalmente la fiesta matinal con un alegre pasacalles que animó a los vecinos más remolones a abandonar las sábanas a la fiesta que estaba comenzando en la calle. La misma formación acompañó también a la procesión religiosa, aunque con unas composiciones más adecuadas a la solemnidad del acto.
La música y las danzas tradicionales de las Pitiüses, interpretadas en esta ocasión por Sa Colla de Jesús, terminaron de darle a la fiesta el color local, que aplaudieron especialmente los muchos turistas atraídos por la colorista exhibición. A ese color contribuyó asimismo el dulzor de las orelletes y el vino moscatel que se repartió entre todos los asistentes. Tanto el público de casa como el visitante agradecieron especialmente la invitación.