@David Ventura/ En los conciertos de Ibiza Rocks la distribución por nacionalidades del público se suele repartir de la siguiente manera: 95% de británicos y 5% de autóctonos. No obstante, en el concierto de este miércoles de Franz Ferdinand los ibicencos constituían, sin exagerar, el 25% de la audiencia. Así, el concierto de los escoceses no sólo fue una oportunidad única para ver a uno de los grupos más destacados de la última década, sino también una especie de gran evento social en el que todo el mundo se saludaba, te preguntaba cómo te iba la vida, te daban recuerdos y se demostraba aquello de que Ibiza es un pueblo. Estaba allí toda la clientela del Demiedo, toda la parroquia rockera, la gente de IB3 y las caras habituales de los compañeros de la prensa. Todos a quienes le gusta la música hecha con guitarras, en definitiva.
Una constatación del concierto es que la juventud británica le ha dado la espalda al rock. El último bastión, la patria del pop, también está a punto de caer. Sin los ibicencos Ibiza Rocks no se habría llenado, y la reacción del público británico no tuvo nada que ver a la pasión y frenética entrega que podemos encontrar en las actuaciones de Example, Dizzie Rascal o Tinnie Tempah. Aceptémoslo… el rock avanza con pasos agigantados hacia convertirse en una música minoritaria, como lo es el jazz desde la década de los 60. No es algo bueno ni malo, sólo es una realidad.
Si nos centramos en el concierto en sí, Franz Ferdinand ofrecieron exactamente lo que la gente buscaba: una antología de hits y de canciones perfectas para saltar, corear y silbar. En los estribillos de Frank Ferdinand abundan los nara-nara-nara, los tsu-tsu-tsuru-ruru-ruru, y los lo-lo loro loro ló… lo que resulta fabuloso para aquellos que tenemos el mismo nivel de inglés que Ana Botella, ya que te permite tararear y corear a voz en grito todas las canciones. Y eso es lo que se hizo de principio a fin: los escoceses arrancaron con los dos primeros singles de su último disco, ‘Love Illumination’ y ‘Right action’, después atacaron la saltarina y bulliciosa ‘Do you want to’ para luego pasar a la archiconocida ‘Take me out’. Y así, de una forma sencilla, limpia y directa, se pusieron al público en el bolsillo.
El sonido de la banda fue limpio, irreprochable. Las guitarras sonaban extraordinariamente bien y mención aparte fue cuando Nick McCarthy abandonaba la guitarra rítmica y se ponía a los teclados: imposible impostar mejor el teclado vintage de finales de los 70 y principios de los 80. Con razón los Franz Ferdinand son considerados un grupo de revival post-punk. El mejor momento de la noche, con diferencia, llegó cuando atacaron ‘This fire’, un tema del primer disco, y realizaron un largo desarrollo con los teclados y los graves a tope, en una progresión casi trance, y mezclaron la canción con el ‘I feel love’ de Donna Summer. Extraordinario.
El concierto duró una hora y cuarto y es de agradecer también la entrega de los músicos, que no se tomaron la actuación en el Ibiza Rocks como un mero bolo de compromiso. El vocalista Álex Kapranos buscó en todo momento la complicidad del público, tocaron dos bises -algo poco habitual en estos conciertos- y apuraron hasta la medionoche menos un minuto que es cuando, por prescipción municipal, debe cesar la música. Fue una auténtica gozada.