Mucho tiempo atrás, durante la postguerra civil, la industria cinematográfica española fabricaba películas con unos presupuestos paupérrimos para ensalzar el espíritu patrio, la raza y la nobleza del pueblo español. Se rodaban en unos estudios con una fachada decorada con falsos mármoles y mucha mampostería para dar a los visitantes una impresión de lujo que se desvanecía bruscamente al traspasar el umbral de la entrada. Detrás de la fachada de cartón piedra, había sólo una barraca miserable en la que, alrededor de una desvencijada mesa camilla coja, se firmaban los contratos a los directores y actores de aquellos engendros. El otro día me vino a la memoria esa escena al pasar frente al edificio del futuro hospital de Eivissa, o sea, Can Misses Part Two. La cáscara de la maxiconstrucción es, más que bonita, espectacular. El asunto consiste ahora en saber cómo y con qué dinero se va a llenar esa estructura de todo lo necesario para convertirla en un hospital de verdad. En las arcas del Govern no quedan ya ni telarañas tras el paso del huracán Matas.
Hace unos años, cuando las autoridades empezaban a elaborar este proyecto, surgió la primera polémica sobre su futuro: la opinión pública exigía que incluyese el servicio de radioterapia. Hoy, cuatro o cinco años después, nos conformaríamos con que Can Misses Part Two tuviese un bisturí y un paquete de vendas de algodón, aunque sólo fuese para dar apariencia de hospital. No sé si será cierto, pero fuentes generalmente desinformadas me han asegurado que el espíritu que guía esta construcción y su utillaje va más allá de la austeridad y cae de lleno en la racanería. La entrada va a estar forrada de carteles que dirán ‘Opérese usted mismo’ y ‘Ahorre tiempo y esfuerzos’ y ‘reutilíce las jeringuillas usadas’.
Una enfermera te esperará a la puerta de los quirófanos con una botella de whisky para que te autoanestesies y un palo de madera para morder en caso de dolor cuando te practicas la cirugía sobre tus ateridas carnes. Sale mucho en las películas del Oeste y parece que funciona. Al menos el protagonista de la peli sobrevive siempre a la mordedura de las serpientes. Tampoco habrá en el nuevo hospital servicio de atención al paciente. Para ello se habilitarán, siempre según mis contactos, unas casetas tipo confesionario o chiringuito de la ONCE, en las que una máquina parecida a una expendedora de tabaco se ocupará de distribuir los medicamentos y remedios que se obtendrán pulsando el botón correspondiente. Y pagando, claro, a precio de Ducados, que hay que amueblar como corresponde el despacho del gerente de ese edificio con algo más. Por fuera se le ha vestido con los colores de la Real Sociedad, aunque la sociedad real tiembla cada vez que piensa en el futuro de la sanidad en Eivissa. Materia reservada.
«Su aspirina, gracias».