No son uno ni dos ni tres. Basta pasear una tarde cualquiera por el Passeig de s’Arenal (Passeig de la Badia de Portmany) para ver, a plena luz del día y sin amago alguno de esconderse, a decenas y decenas de hombres apostados delante los locales de ocio vendiendo dosis de gas de la risa (óxido nitroso) a 5 euros la ‘calada’. Lo hacen a las mismas horas a las que pasean familias con bebés y niños pequeños y personas mayores que asisten, atónitas, al espectáculo.
Los vendedores llevan encima y bien a la vista botellas de óxido nitroso, que se usa en cocina para hacer espumas o natas, pero que, desde hace años, se ha popularizado como droga recreativa. En muchos casos los vendedores ya tienen hinchados los globos de colores, preparados para que los turistas los inhalen rápidamente antes de entrar en el local de turno. Este gas provoca sensaciones de euforia, relajación e incluso alucinaciones y los efectos son a corto plazo.
Algunos de estos vendedores no solo ofrecen esta droga sino otras de manera más discreta. Se sitúan cerca de papeleras y de las jardineras del paseo donde han escondido el material para ir usándolo durante la noche conforme a la demanda. Incluso se les puede ver escarbando en la tierra y sacando bolsas con cápsulas y otras sustancias. Todo parece bastante organizado e incluso, durante la tarde, se ve a una mujer con un carrito de la compra que surte a los vendedores que se pasan horas delante de los establecimientos.
Eso sucede durante la tarde-noche pero, entrada la madrugada, las cosas se ponen bastante más feas porque las oscuridad ampara a los ladrones: llega la hora de los robos.
Durante el arranque de la temporada, es decir, en mayo y durante una parte del mes de junio el problema era «terrible», según confirman varios empresarios de la zona a Noudiari. Ahora, en las últimas semanas, el incremento de presencia de agentes de las patrullas de la Policía Local de Sant Antoni y de los refuerzos de la Guardia Civil en temporada alta ha mejorado «mucho» el problema pero, desde luego, no ha acabado con él.
Desde mediados de mayo hasta el 3 de julio, la Policía Local de Sant Antoni han incoado 94 diligencias judiciales, 29 de ellas por venta de óxido nitroso y 15 más por tráfico de estupefacientes, de acuerdo con el primer balance del Plan de seguridad del verano 2023 que se ha hecho público esta misma semana.
El responsable de seguridad de un conocido local del West End —que prefiere mantener su identidad oculta por razones evidentes— explica que, efectivamente, la presencia policial de las últimas dos o tres semanas «ha mejorado» el alarmante panorama con el que comenzaron la temporada. «Hay más presencia policial ahora y tendría que haber siempre una patrulla dando vueltas, de manera constante», sugiere. La prueba está en que los días en que hay patrullas desaparecen los vendedores de gas de la risa y los ladrones callejeros. Bajan los delitos y el ambiente es menos tenso y más seguro y tranquilo.
Pero quedan siempre zonas de sombra. «En la calle principal (carrer Santa Agnès) hay mucha más vigilancia privada pero, si vas a las calles secundarias donde no hay locales, el peligro es evidente», añade el responsable de seguridad, que confirma el aumento de robos por el llamado Método Ronaldinho, en el que el ladrón mete una pierna entre las piernas del turista para que pierda el equilibro y robarle. «Les quitan carteras, relojes… Es gente que viene de fuera de la isla y echan la temporada de esta manera», describe. «Esto solo se controla con presencia policial constante», insiste.
Algo está cambiando en Sant Antoni (a pesar de todo)
La inseguridad y la venta de drogas, así como la presencia, todavía bien palpable, de eso que se llama ‘turismo de excesos’ y que a menudo tiene consecuencias terribles, son los obstáculos para un cambio de modelo en Sant Antoni que, poco a poco, se va percibiendo si se compara con una década atrás. Se ven turistas de más nacionalidades, no solo el monocultivo británico de los últimos años, y hay más variedad de edades, con más visitantes de más de 30 y 40 años, «no tan jóvenes como antes», algo que confirman los empresarios consultados.
Además, varios locales que se dedicaban a la actividad de bar han cambiado su modelo y ahora son restaurantes o apuestan más por terrazas donde la gente está sentada con grupos de amigos y amigas.
Un empresario con dos locales en el West y otros negocios en el pueblo confirma que el ambiente se ha calmado desde finales de junio y lo que llevamos de julio por la presencia de policías locales y guardias civiles. «Al menos limpian la zona de globos, tanto en la zona del Arenal como en el West», relata, pero no oculta su preocupación ya que ha llegado a recibir amenazas por parte de los grupos organizados que roban a turistas. «Esto no me había pasado en 30 años que llevo trabajando aquí», confiesa con el semblante preocupado.
«Lo que más me ha sorprendido es que muchísimos [ciudadanos] ilegales que antes se dedicaban al menudeo de drogas ahora se dedican al robo con fuerza», relata el empresario. A menudo pide a sus empleados que acompañen a las camareras cuando echan el cierre, ya de madrugada, para que no vayan solas de vuelta a casa. «La zona del paseo del Arenal, a partir de las tres de la mañana, es un peligro. Van a por todo: anillos, relojes, carteras… roban lo que sea. Hay gente que va a playa y les roban hasta la ropa», explica, aunque que vuelve a insistir en que las cosas «han mejorado con la presencia de fuerzas y cuerpos de seguridad, algo que debería ser constante».
«Aquí tengo a tres personas encargadas de seguridad y llegué a pensar que tenía que contratar más, tal y como estaba la situación en mayo. Ahora lo veo mejor. Mayo fue muy problemático, estaba desesperado. Me han legado a amenazar directamente y eso te deja muy mal cuerpo», admite.
Sant Antoni está inmerso en un cambio de modelo. Lo confirma el hecho de que varias empresas hayan pedido ayudas para cambiar su actividad de bar a restaurante o testimonios directos de empresarios y ex empresarios irlandeses y españoles del West que prefieren no aparecer citados. «Hay menos ingleses jóvenes y más holandeses o alemanes por las calles de Sant Antoni. Hay más terrazas de restauración y un ambiente más tranquilo. Eso no quiere decir que no siga habiendo turismo de excesos pero no tan masivo como años atrás cuando reinaban los pub crawls y todo eran chicos y chicas jovencísimos al borde del coma etílico en cada esquina», explica un vecino del West a Noudiari.
¿Menos gente por el cambio de modelo?
«Y lo cierto es que se nota un bajón de público frente al año pasado», confirma otro empresario con larga experiencia en el West. «Estamos acostumbrados a otro tipo de turismo y ahora nos estamos amoldando a algo diferente, con reformas de locales y otros que han cambiando su actividad de bar a restaurante», añade. El modelo que metía en el mismo saco a Sant Antoni con Magaluf o Salou ya no interesa. Pero el cambio no va a ser de la noche a la mañana.
La noche avanza y se ven vendedores de gas de la risa y otras sustancias por la zona del West. La Guardia Civil anda cerca: hay una patrulla apostada a pocos metros y por el paseo hay otra, con varios agentes haciendo una ronda que disuade, por un momento, a los vendedores. Pero eso no erradica un problema más profundo.
Seguimos la ruta para recabar más testimonios pero varios empresarios rechazan hablar con este medio porque se han sentido defraudados tras haber hecho declaraciones en años anteriores a televisiones nacionales e internacionales o periódicos. Las razones de su rechazo dan para reflexionar. Consideran que se da siempre una visión negativa sin matices. «Vienen con el reportaje hecho. He llegado ver a reporteros poniendo un vaso de alcohol en la mano de turistas para bebieran delante de la cámara o sacando fotos antes de que pasen los barrenderos para que se vea bien la basura que hay. Es la misma basura que habría en cualquier lugar de ocio nocturno tras una fiesta. Pero se ceban con Sant Antoni», explica un empresario ‘de toda la vida’ sin dar más detalles, harto del sensacionalismo con el que se aborda el tema, afirma.
La impresión que deja la visita es que a Sant Antoni le queda un largo camino para regenerarse pero que empieza a haber señales claras de que quiere dar un golpe de timón y de que, efectivamente, están cambiando cosas. El camino que queda por recorrer es largo y la inseguridad por los atracos, la venta de drogas y el consumo de alcohol sin freno por determinado tipo de turismo son, a día de hoy, sus principales escollos.
Sant Antoni en si es una mierda. Todo lo malo que puedas imaginar lo puedes encontrar aquí. Pero el problema está en el pueblo, en los ciudadanos qué son los primeros en llenar de mierda el pueblo.
Ahora los culpables del modelo turístico impuesto tanto por la isla, como por el propio municipio, serán los ciudadanos del pueblo.
Váyase a tomar x🍑
Si em diguessis que en hivern es poble està impecable et compraria sa opinió, però no és es cas. Aquest fet demostra que es civisme des ciutadans és escàs arribant a nul en moltíssims casos.
Si este gobierno se preocupara o le diera tanta importancia a la como en la participación, causar molestias a los vecinos de la Talaia, del cumpleaños del florencio, se verían resultados.
Sobre todo se viera alguna gestión por parte del responsable de la Policía que le importa más su estado de las redes sociales y su persona, más que el pueblo…