Se acercaban a la sombra de los cerezos con las manos orgullosamente introducidas en sus respectivos bolsillos puesto que perfectamente sabían cuál sería el resultado que se generaría en aquel cerezal al escuchar el primer sonido, fuese ya digestivo o de palabra.
Al dinamizar su relación, Aurora y Frígido ya intuyeron las complicaciones que surgirían al empezar su compromiso. Frígido dijo que deseaba unir el sujeto con la circunstancia y Aurora ser acariciada por el viento. Alma y Razón se miraban a los ojos con una dilatada gama emocional que fluía desde el enojo hasta el amor romántico y, allá donde Aurora veía una tarta de cerezas, Frígido hablaba de empresas de restauración.
Llegó Aurora a esa ciudad de provincias y con poca luz en sus ojos entrevió escaleras de piedra que acaso la llevarían a placetas y a otros cruces con callejuelas y a una pequeña olmeda que satisfaría su rebusca donde, recogido en la sombra, conoció a Frígido que contaba el dinero que tan bien cuidaba.
Sus pláticas pocas veces fueron convencionales debido a que, cuando Aurora hablaba, se desvelaban semillas de poesía que enriquecían de sonidos y emociones cualquier tema, por manido que estuviera. A decir verdad y gracias al limitado léxico que la multitud usaba para comunicarse, Aurora se sintió seducida por los viajes, pues a menudo afirmaba que huía del desagrado que le causaba escuchar las mismas palabras cada día y priorizaba oír sonidos que no entendía a los mismos que sí entendía y se alargaba hablando sobre el sonido agudo y el grave, el efecto del sentimiento sobre la palabra y su apropiado uso para una buena floración.
—Sí, Frígido. Aquella noche vi una hilera de luces en el cielo, hermosas como pocas, venían como suelen venir las bandadas de gansos, con toda su belleza y aún hoy, más de tres días después, veo esta imagen en mi memoria con total nitidez. Fue un chat de Dios.
Aurora ya utilizaba palabras de Frígido para acercarse a su corazón, ya que Frígido era más razón que alma y, aunque deseaba llegar a Aurora, él iba más despacio.
—Aurora, deja que Dios juegue a los dados con sus amigos. Nosotros ya dirigimos el carrito de los helados. Pero ahora, escúchame, pues sabes que pronto cerraremos nuestro compromiso y abriremos un nuevo episodio, el contrato matrimonial. Y antes de que eso ocurra, necesito saber qué opinas sobre la tecnología 5D.
—Ay, Frígido. ¿Crees que los hijos de nuestros hijos podrán acceder a este soporte y nuestra imagen de casados perdurará en el tiempo? ¿Que podremos guardar nuestros besos junto a la Carta Magna o vernos en una holografía?
Aquí Frígido fue abatido por la apertura emocional de Aurora y dijo buscando la rima:
—Aurora, escondido estuve largo tiempo de las emociones pues dañaron mi corazón, ya que de piedra vi los ojos de un hombre que vivía sin esperar nada y miedo sentí. Así, Aurora, contigo quiero encontrar la tibieza de la vida, pues no mas hay.
Y entonces, sabiéndose los dos amados o tal vez temerosos de que más allá sólo aguardara la nada, cada uno de ellos quiso ser un poco del otro y a distintas velocidades se fueron modelando para que al final y con el tiempo, cada uno de ellos fuera el otro.