J.C.M. advierte: «Con la extrema derecha en el gobierno perdemos todas y todos, pierden las mujeres, pierde la clase trabajadora, pierde el colectivo LGTBIQ, pierden los pensionistas, los estudiantes y los emigrantes, la gente de bien que quiere una sociedad pacífica y que vive en concordia, pierden por supuesto los pobres y pierden las clases medias. Los únicos que ganan son los caciques, los terratenientes y los dueños de las grandes empresas, los que tienen mucho patrimonio y los toreros, el 0,0001 por ciento de la población y tú, tú no estás entre ellos, entonces no les votes».
En cuanto al partido representado por la pequeña burguesía, no puede sino nutrir un profundo e incurable desprecio por la cultura: la cultura siempre es «culturilla». La primacía moral corresponde a la acción.
Quien piensa es reo. Los intelectuales, por el hecho de ser depositarios de algunas verdades, aunque en ocasiones sean contradictorias (y que la pequeña burguesía considera ciertas), deben ser, al menos, moralmente eliminados. Y además sigue con esta política oscurantista que tantas demagógicas satisfacciones le ha reportado en el pasado y que tan inútil resulta hoy en día, cuando la función intelectual ha quedado en manos de los medios de comunicación de masas (que todavía fingen admirar y respetar la cultura). Lo dejó escrito de una vez por todas Göring: «Cuando oigo hablar de cultura, echo mano a la pistola».
Comprender con Descartes el ego-pensante como el fundamento de todo, estar de este modo solo frente al universo, es una actitud que Hegel, con razón, consideró heroica.
Comprender con Cervantes el mundo como ambigüedad, tener que afrontar no una única verdad absoluta, sino un montón de verdades relativas que se contradicen y poseer como única certeza la sabiduría de lo incierto, exige una fuerza más notable.
Esta exigencia se encontraría íntimamente unida a lo que podría llamarse, según Federico García Lorca, la búsqueda de la «estética de la verdad» que permite la creación de ámbitos propicios al desarrollo de una sociedad de bien.
La interpretación de F. Jameson, que destaca la coincidencia del tardo-modernismo con la lógica del consumismo. Estas son sus palabras: «La transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos replica o reproduce la lógica del capitalismo de consumo».
La sociedad moderna, como sociedad basada en la publicidad consumista lleva al poder a los peores, sobre todo una vez que el lenguaje ha sido disuelto en un puñetero eslogan.
Y es posiblemente en el ámbito de la realpolitik en el que mejor se revela su posibilidad de ser utilizados por la tecnocracia para evitar alternativas realmente democráticas.
Así que antes de votar, y para hacerlo con responsabilidad, es conveniente leerse los programas.