La artista Nieves Correa ha participado en la cuarta edición de Territori, el Festival Internacional de Arte de Performance de Ibiza. El pasado domingo mostró su performance ‘Tiempos verbales’, una actividad que está incluida en la Agenda Cultural del Instituto de las Mujeres, en el Espacio Micus de Jesús. Además, ha intervenido en la jornada profesional ‘Artes vivas, ¿para qué?’ que tuvo lugar el lunes en el auditorio de Cas Serres y en el encuentro del martes con estudiantes de la Escola d’Arts de Ibiza.
Empezó en el mundo del arte a finales los años setenta y casi una década después se iniciaba en el arte de acción y la performance. ¿Qué la llevó a ello?
Fue como un proceso natural. De empezar en un mundo del arte bastante tradicional, donde lo que primaba era sobre todo la pintura, vas ampliando. Según vas investigando, vas ampliando, también con los objetos, los espacios, las propuestas tridimensionales, lo que ahora llamamos instalación o arte multimedia. De alguna manera eso te lleva a darte cuenta de que tienes un cuerpo y que ese cuerpo puede ser un material de trabajo. Un material que, además, te hace consciente del tiempo, porque el tiempo en la performance sucede de una forma natural y está siempre presente, porque la performance sucede.
Fue usted una de las primeras mujeres en dedicarse a esta disciplina en España. ¿Cómo era el mundo de la performance entonces?
Ha habido pioneras antes que yo como Paz Muro o Esther Ferrer, que a finales de los años sesenta o principios de los setenta ya hacían arte de acción y performance. En mi caso, soy un poco pionera de la segunda oleada, de lo que vino después.
¿Era un mundo dominado por hombres en aquel momento?
Sí, pero es verdad que en la performance hay muchas mujeres desde los años setenta. Es un género en el que, probablemente por su novedad y por no tener una tradición tan fuerte como otros géneros del arte que habían estado muy dominados por los hombres, las mujeres se inician muy rápidamente.
¿Cómo ha evolucionado el arte performativo con el paso de los años?
Se ha expandido mucho, ha crecido bastante, ha contaminado para bien, lógicamente, otros géneros, otras formas de expresión. En el teatro contemporáneo hay mucho de artes performativas y las artes performativas también han entrado en la sociedad.
¿Y su trabajo?
Ha evolucionado un poco hacia lo minimal, hacia ir quitando cada vez más materiales para intentar dejar la esencia, que tiene que ver con esa experiencia entre el cuerpo, el espacio y el tiempo, que es lo que más me interesa. Ir borrando cosas para que la experiencia que tiene que ver con ese diálogo sea la que se manifieste.
¿Cómo es el proceso artístico que hay detrás de una performance?
Viene a ser el mismo que en cualquier otra propuesta artística. En mi caso a veces es una idea, un material, una experiencia, que desencadena un proceso de trabajo en el que luego hay que ir añadiendo, quitando y haciéndose consciente del espacio en el que se va a mostrar, del tiempo que tienes para trabajar, de cómo se va a presentar tu cuerpo y cómo va a interaccionar con ese espacio, ese tiempo y esos materiales. Es un proceso que parte de una idea para acabar siendo un trabajo en el que hay que pulir y componer.
¿Qué papel juega el público en una performance?
El público siempre está presente, siempre está ahí. Al ser un arte en vivo, la relación que se establece es muy diferente a la que se da a través de la pintura, del vídeo, de la fotografía o de cualquier arte en el que tú no estás expuesto como cuerpo. Entonces, esas relaciones entre los cuerpos son muy importantes. Aunque no participe activamente, participa estando allí y creando una respuesta que a veces puede ser muy clara y a veces no, que puede ser de rechazo o de atención o de divertimento o de curiosidad, que aunque no se exprese sí que está presente.
¿Se trata de una disciplina desconocida?
Cada vez menos, pero quizás sí porque a veces no se tiene muy claro cuál es el concepto de artes performativas y puede mezclarse con otras ideas. Yo me quedo sorprendida cuando escucho, hablando de una sesión del Congreso de los Diputados que alguien dice: ‘Se formó una performance’. Son cosas que tienen que ver con el día a día y en las que se mezclan un poco los conceptos. Eso quiere decir que de alguna manera está en un lugar social en el que por lo menos se sabe un poco lo que es o es un poco conocido, aunque luego haya distintas interpretaciones o no.
Esta semana ha participado en varias actividades Territori. ¿Cómo fue la acogida de su performance ‘Tiempos verbales’?
Yo creo que fue buena, porque era una performance muy descarnada en la que había muy pocos elementos y básicamente era mi cuerpo y mi voz sobre un audio pregrabado recorriendo el Espacio Micus. Con un trabajo tan poco espectacular, por decirlo de alguna manera, creo que llegó a la gente y que el público entró en ese proceso de hablar de los tiempos verbales desde la perspectiva de una mujer y una mujer de mi generación, que se crió cuando los tiempos verbales solamente eran masculinos y la escuela estaba dominada por una ideología franquista.
¿Es fácil transmitir un mensaje, llegar al público y que lo entienda?
Sí, porque el mensaje, desde mi punto de vista, tiene que ser suficientemente abierto para que todas las opciones que el público ve en él sean válidas. Lo que estás proponiendo no es un mensaje profundamente claro, sino profundamente ambiguo. Sí que tienes una idea primera, pero los componentes con los que trabajas hacen que esa ambigüedad tenga, para mí, la maravilla de que el público pueda ver determinadas cosas dependiendo de cuál es su contexto y sus preocupaciones, que pueden ser completamente distintas que las mías.
¿Cambia la performance cada vez que la interpreta?
Normalmente no repito o repito muy poco las acciones, porque de repetir se convierte en algo que ha perdido un poco la experiencia de esa primera vez delante del público. Entonces, procuro que si se repite sea de alguna forma diferente, que se utilice otra relación con el espacio y el público. Eso es lo que me interesa, porque así también para mí es una experiencia, es tan experiencia como para el público que la ve por primera vez porque yo la hago por primera vez. Y esa relación de igualdad en la experiencia me interesa.
Además, participó en la jornada profesional ‘Artes vivas, ¿para qué?’. ¿Cuál es la conclusión?
Que el arte, en general, es lo que nos hace un poco más humanos y las artes vivas son parte de todo este entramado que tiene que ver con el arte, con lo que no es utilitario, con la música, la pintura, la danza, el teatro, la literatura.
Y que es profundamente necesario…
Desde mi punto de vista, sí. Además, a nivel económico también es un sector que mueve mucho dinero. Pero sobre todo yo creo que es lo que nos hace ser más humanos y salir de este utilitarismo tan brutal en el que vivimos.
También estuvo en el encuentro con estudiantes de la Escola d’Arts de Ibiza. ¿Cómo fue la experiencia?
El espacio estaba lleno y creo que muchos [estudiantes] se acercaron con bastante curiosidad. De alguna forma, esto es abrirles un poco la mirada. Eran chicos muy jóvenes, que estaban en Bachillerato artístico y que van a trabajar en este ámbito; probablemente hayan oído hablar de performance pero no hayan profundizado. Para mí es muy interesante, creo que de las mejores propuestas que se pueden hacer, llevarlo al ámbito de la educación para que sean conscientes de todo lo que hay en el mundo del arte, del todas las posibilidades de expresión.
¿Cómo valora la situación actual del arte de acción y la performance? ¿Pasa por un buen momento?
Pues no lo sé. Hay mucho ruido a veces dentro de nuestro propio ámbito y, por otro lado, los canales de distribución son todavía bastante precarios. No hay una infraestructura, por llamarlo de alguna manera, como pueden tener las artes escénicas tradicionales o la música, y esa falta de estructura, de exhibición, a veces va en detrimento del propio desarrollo de las propuestas.
¿Cuáles cree que son sus principales retos y obstáculos?
Para mí un reto bastante importante es la pérdida del espacio público como tal, no sólo de la calle, sino del espacio público donde nos manifestamos, porque últimamente vivimos en un espacio virtual, en las redes. Mi preocupación es dónde tendrían que estar ahora la performance y las artes performativas: en un espacio que ha perdido realidad o en un espacio que está adquiriendo una realidad pero que es virtual. Creo que ahí hay algo interesante sobre lo que investigar, sobre esa pérdida del espacio tradicional real como espacio de representación y presentación en favor del espacio virtual y de las redes.
¿Y cómo valora el papel de la mujer en esta disciplina?
Como hablábamos antes, realmente ha sido muy importante. Llegamos a una disciplina nueva y yo creo que había más libertad para expresarse desde nuestra propia sensibilidad como mujeres. Además, el momento en que llegó es cuando nosotras necesitábamos hacernos presentes. En los años sesenta, la mujer se hace presente en la sociedad, en el espacio público, adquiere derechos y eso que se refleja en la práctica de las artes performativas. Por eso creo que hay ese gran volumen de mujeres trabajando en aquel momento. Y de alguna forma ahora también sucede, porque también ahora necesitamos seguir estando presentes, seguir diciendo que estamos aquí y que tenemos nuestros derechos, nuestras necesidades y nuestras preocupaciones. Y ese volver a hacerse presente sobre estos temas yo creo que se refleja en las artes performativas.
¿Le preocupa la censura?
Claro, no sólamente en la propia práctica de las artes performativas, que puede llegar cualquiera y decir que no le gusta y que no se hace. También porque refleja una sociedad en la que realmente se están constriñendo las libertades. En la idea de la libertad general se están coartando las libertades individuales y eso es muy preocupante porque estamos retrocediendo a los años setenta.
¿La situación es peor que entonces, cuando usted comenzó?
En algunas cosas no, pero en otras… La autocensura que nos estamos poniendo y la censura que nos viene de la sociedad yo creo que es bastante fuerte en este momento, más que entonces. Lo que sucede es que los derechos adquiridos que están registrados en una ley son mucho mejores ahora.