Estaba cerca. Tan sólo debía cruzar la carretera y después llegar a la colina para recoger unas setas, traer entre sus dedos algunas briznas de musgo sin darse cuenta y venir con un importante rastro de alegría que en su hablar se reflejaba.
De muy de vez en cuando, Lili efectuaba este viaje de observación tratando de alcanzar la colina por un sendero que esconde la actual carretera, sendero que sólo vive en su recuerdo y en el instinto natural de algunos gansos que buscan allí cobijo y que también trataron de cruzarla con menos acierto.
Aunque las imágenes satelitales mostraban nítidamente dónde terminaba la realidad, Lili y otros animales insistían una y otra vez en pisar aquel sendero que ahora mismo se encuentra en el vientre de la carretera.
De la nutrida gama emocional que Lili percibió al observar la colina y pretender conquistarla, el miedo destacaba. Miedo no de alcanzarla sino de quedar prisionera de sus recuerdos o en algún otro lugar que no sabemos.
Sin que yo fuera su alter-ego o Lili fuera el mío, me di por satisfecho al comprender que a un paso de la carretera acababa la realidad y empezaba la fantasía, pese a que, al atardecer y mirando hacia el sol, surgían algunas narices de la colina.
Tal vez el gato que escuchaba a Lili mientras iniciaban la travesía se encontraba más cerca de la realidad, pues antes de que le preguntara por la asiduidad de aquella travesía, el gato respondió con la huida, ya que unos motoristas a punto de arrollarles estuvieron.
Calmada del susto y con las setas recogidas, se sentó en la cara de la colina y observó la ciudad desde una perspectiva nueva. Allí se hallaba el sistema económico que tanto llegó a fastidiarla en su más que juventud, a las chácharas que ya ni oía pues para eso tenía un smartphone guardado en el bolsillo y que la proveía de música en cualquier necesidad.
Lili, sentada en las alturas, vio aquella gente como hormigas y que sin albedrío alguno se sentían resignadas desde los primeros años a una vida con poco significado, excepto ociosos o ricos que sí tuvieron tiempo para aclarar el misterio.
-Del amor, ni leerlo, pensó, pues sus vivencias en el sistema económico, aunque lo veía como un resfriado que con fármacos se curaban los síntomas, desde los más livianos hasta los más graves, no resultó. Ahora, dijo llena de orgullo, soy un ser de luz, como los ángeles o como algún espíritu regional. Doy amor y soy digna.
Viendo la ciudad desde la cumbre, ya eran los hombres menos que hormigas, pues de la noche a la mañana se convirtieron en bacterias que llenaban un ecosistema complejo y que tanto sería bueno o malo para aquél.
Y así habiendo depositado Lili sus huevos en la colina, como la gallina en el ponedero, cruzó de nuevo la carretera y por ventura se encontró otra vez con el gato que venía de cazar y los dos, mirándose a los ojos por un momento, continuaron seguidamente su destino que era inalterable y que ya les venía dado desde la cuna o desde la incubadora, según el ajuste que requería el momento, claro.
Es un escrito precioso a la altura de quien lo escribe una gran persona con un gran corazón. Enhorabuena por este texto