En 1994, José Juan era un niño de 11 años que acudía como tantos otros a la parroquia de San Pablo de Ibiza para ir a misa o asistir al Catecismo. En esa misma parroquia fue víctima de presuntos abusos sexuales por parte del ex sacerdote Juan Manuel de Souza Iglesias, que dejó Ibiza y el ministerio sacerdotal en 2021 tras salir a la luz este y otros hechos similares cometidos presuntamente desde los años 90 del siglo pasado y, al menos, hasta 2018. Un período de 29 años.
Tras conocer en 2021 que el Arzobispado de Valencia estaba investigando otro caso similar, José Juan relató su caso a Noudiari. Además, interpuso una denuncia penal contra Souza, que formalizó en la Jefatura Provincial de la Policía Nacional de Baleares en junio de ese mismo 2021.
Por todo ello ha estado muy atento al “Informe sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica y el papel de los poderes públicos. Una respuesta necesaria” que ha elaborado el Defensor del Pueblo y que incluye casos sucedidos en la isla y por ello también ha leído con atención la respuesta del Obispado de Ibiza al hecho de que el informe señale que no han aportado datos concretos de agresores sexuales y de número de víctimas y sus circunstancias en Ibiza.
P: ¿Ha leído la respuesta del Obispado al informe del Defensor del Pueblo?¿Que le ha parecido?
R: Sí, la he leído. Me parece un ejercicio absoluto de lanzar balones fuera y desviar el foco de atención, victimizándose ellos y olvidando que estamos hablando de unos hechos especialmente graves, que parecen no importarles demasiado. Por alguna razón al Obispado le preocupa mucho que se ponga en cuestión su reputación frente a unos hechos que han ocurrido a manos de un sacerdote de su Diócesis, y sobre los que pasa por encima de una forma francamente irrespetuosa hacia las víctimas denunciantes.
P: En la respuesta al Defensor del Pueblo, el Obispado parece referirse a una sola presunta víctima del sacerdote, que podría ser el primer denunciante que conocemos. Sin embargo, usted ha comentado que su caso también lo conocen de primera mano y que incluso le enviaron una carta…¿le ha extrañado eso?
R: El comunicado habla de una denuncia de 2020 pero nuestras denuncias se interpusieron en 2021. Quizá Sergio Lleó [la primera presunta víctima que sacó a la luz el caso] interpuso dicha denuncia eclesiástica en dichas fechas, y yo no tengo conocimiento de ello. De cualquier manera, ellos sí han tenido conocimiento de nuestros casos, como dices. Aún así, su postura ha sido muy, muy deficiente, limitándose, en mi caso particular, a una carta donde el Sr. Obispo me informaba de que podía «contar con él si necesito hablar del tema», obviando cualquier mención a colaborar con la justicia en la identificación de los responsables, o a ofrecer cualquier tipo de restitución.
P: ¿Cree entonces que el Obispado conoce más casos?
R: No tengo pruebas de ello, obviamente, pero me cuesta mucho esfuerzo pensar que, dado lo prolongado en el tiempo de las fechorías atribuidas a Juan Souza [las denuncias a las que ha tenido acceso este medio comprenden abusos cometidos entre 1994 y 2018], y el número de personas presuntamente afectadas, no hubiesen tenido noticias de algún o algunos casos de víctimas de Juan Souza. ¿De verdad nadie, en tantos años, oyó, vio, sospechó nada? ¿Ni en los institutos donde dio clase? ¿Ni en la parroquia de San Pablo? ¿Ni en las comunidades neocatecumenales de Ibiza? Es difícil de creer… Y quizá alguien tenga cargo de conciencia por conocer unos hechos tan abyectos y no haber actuado en la medida de sus posibilidades.
P: Entonces, ¿cree probable que tuvieran algún conocimiento de los hechos antes de la investigación del Arzobispado de Valencia?
R: Como he dicho antes, me cuesta mucho creer que les cogiera por sorpresa. Estoy convencido que había personas que, si bien tal vez no lo sabían con seguridad, sospechaban de Juan Souza y sus perversiones. La denuncia de Sergio Lleó, en mi opinión, supuso un cambio porque alguien sacaba, por fin, a la luz pública, y haciendo todo el ruido posible [primero con publicaciones en redes sociales y después hablando con Noudiari y otros medios], unos casos que él mismo sostiene que llevaba ya tiempo denunciando al Obispado sin que le hubiesen tomado en serio. Es decir, lo único que hizo fue meterles el miedo en el cuerpo al demostrarles que esta vez iba en serio. Que daba la cara públicamente para señalar a un culpable de unos hechos concretos, arriesgando su propia credibilidad y reputación personal en el proceso. Ante este hecho, decidí también dar un paso al frente para evitar que jugasen la carta de que se trataba de un único individuo con intereses personales, y, además, lo hice con la intención de que pudiese iniciarse un efecto bola de nieve y que más gente se sumase a la denuncia de dichos hechos.
P:¿Cómo valora que no aportasen desde Ibiza al Defensor del Pueblo los datos concretos del caso que usted denunció: ni siglas ni cargo del agresor y tampoco del número de víctimas que realmente conocen (dado que su caso también lo conocían) o de las que tienen indicios y circunstancias de los hechos, alegando que es un caso que está en proceso judicial?
R: Se trata de un ejemplo más de a lo que nos tiene tristemente acostumbrados la Iglesia Católica en España: encubrimiento, no tomar en serio las denuncias ni el sufrimiento de las víctimas, intentar escurrir el bulto y que, con suerte, todo quede en nada. Y me temo que dentro de la Iglesia Católica española, la Diócesis de Ibiza se ha posicionado entre las que menos han colaborado en el esclarecimiento de los hechos que denuncian las víctimas, lo cual es un mérito bastante lamentable, y que debería ser causa de vergüenza para los responsables del Obispado.
Yo, como denunciante, no quiero que se encubra al acusado, no quiero que se le proteja, no quiero que se silencie a la víctima, y que lo único que recibamos por parte del obispado sea una palmadita en la espalda y palabras genéricas de consuelo. Yo, y otros, hemos sido víctimas de abuso sexual cuando éramos niños. Quiero justicia, quiero que los responsables paguen, quiero que se aplique la responsabilidad subsidiaria al Obispado de Ibiza (si procede), y quiero reparación. Y si el Obispado de Ibiza no está por la labor, los tribunales deberían obligarle a ello.
El caso de José Juan
José Juan relata haber sufrido los abusos por parte del sacerdote cuando él tenía 11 años, en la vivienda anexa a la parroquia de San Pablo del barrio de Ca n’Escandell de la ciudad de Ibiza.
Sus padres entraron en el grupo del Camino Neocatecumenal de la parroquia, cuyas celebraciones eran dirigidas por el párroco denunciado. Entablaron una relación de confianza con el cura y por ello enviaron al niño a confesarse con él en la casa parroquial, a solas.
En el primer encuentro con el cura José Juan asegura que sufrió tocamientos que empezaron por las piernas y siguieron “a sus partes más íntimas». Posteriormente, el sacerdote presuntamente introdujo sus manos por dentro del pantalón y realizó «tocamientos íntegros” en sus genitales durante varios minutos.
Ante el comportamiento del sacerdote, el denunciante asegura que se quedó completamente desconcertado, en estado shock y sin saber qué hacer. Al llegar a su casa no contó lo sucedido inmediatamente pero sí lo hizo unos días más tarde, sin que le creyeran.
Pasados unos meses, los padres volvieron a enviarle a confesarse a la casa del cura donde presuntamente se volvieron a repetir los abusos en idénticas circunstancias que la primera vez. En esa ocasión no contó nada a su familia porque no le creyeron la primera vez, según explica.
Noudiari, hasta la fecha, ha tenido conocimiento de un total de ocho presuntas víctimas. Siete eran menores en el momento de los hechos.
El caso de este sacerdote era y es sobradamente conocido. Todo el mundo lo sabía, yo incluido, pero todos callamos, esperábamos qué cambiase, qué se reformarla, qué hiciese algo a mejor.
Este sacerdote ya empezó a crear problemas mucho antes de ser ordenado sacerdote., unos problemas que se originaron cuando era Diácono en la parroquia de Sant Antoni en los años 80. Pero claro, estamos hablando de otros tiempos, un tiempo donde un sacerdote era algo intocable y se hablaba se corría el riesgo de ser señalado públicamente.
Estoy completamente de acuerdo en lo que no es posible que después de tantos años la iglesia de Ibiza no sabía o sospechaba nada. En cuanto a la respuesta de los obispos de España sobre el informe del Defensor del Pueblo, cuando dicen literalmente: «Dejar de tener en cuenta la magnitud del problema y su dimensión mayoritariamente extraeclesial, supone no afrontar las causas del problema y perpetuarlo en el tiempo. Además, poner el foco exclusivamente en la reparación de las víctimas de la Iglesia, discriminaría a la mayoría de las víctimas, a las que convertiría en víctimas de segunda.» parecen olvidar lo que dice Jesús en el Evangelio: «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar». (Mateo 18, 6). Los abusos sexuales dentro de la iglesia comportan doble pecado, minan la fe, minan aquello por lo que han consagrado su vida. Se supone que deben propagar la fe al mundo y no espantarla. Para mí, pesan más los abusos sexuales en la iglesia que los de fuera, siendo que ambos son despreciables.
Lo que a mi me extraña es como puede haber gente que en pleno siglo XXI y habiendo nacido en países avanzados siga creyendo el cuento tan bien contado que ha fabulado la Iglesia para que en el clero se pueda seguir viviendo ‘como Dios’. La ciencia ha desmentido los principales pilares sobre los que se ha levantado y crecido la fe cristiana (no hay una religión buena), pero hay una institución que nos vende lo contrario la historia a su conveniencia. Más ciencia, menos Iglesias y ningún abusador. Depuren responsabilidades, como buenos cristianos, y déjense de monsergas episcopales.
La ciencia no desmiente ni deja de desmentir pilar alguno relacionado con la fe. Son dos campos completamente diferentes.