Pablo Sierra del Sol / A Raül Medrano le gusta hablar de la maldición del deporte ibicenco. No seré yo quien le lleve la contraria a la voz que narra los partidos de la Unión Deportiva Ibiza en IB3 Ràdio porque, lo confieso, comparto la teoría. En los dieciocho años que lleva en la isla, Medrano ha visto muchas cosas que no creerías si no fuerais de aquí. Desaparecer clubes. Tandas de penaltis y goles desde medio campo que arruinaron ascensos cantados. Directivos que prefieren perder la categoría que han mantenido en la pista para no pillarse los dedos. Directivos que echan a perder lo ganado en el césped por impaciencia incurable. Ilusiones ardiendo más allá de Orión, salpicadas, claro, de alguna alegría pasajera para mantener la fe, como la que siente Medrano por José Fernández, el entrenador de un Gasifred que quiere pelear por subir a Primera.
“Oye, ¿te has dado cuenta de que ningún equipo ibicenco ha ganado jamás un título?”, añade Medrano cuando me siento a su lado en la grada de Sa Blanca Dona. Repasamos rápidamente algunos de aquellos momentos en los que pareció que sí, pero fue no (bádminton, voleibol, baloncesto…) y nos sumergimos en el partido que hemos venido a ver. A los ibicencos, como me reconocerá un par de horas después un conocido a la salida del pabellón, más que el deporte, lo que nos gusta son los eventos. Decir, tiempo después y si la cosa salió decente, que estuvimos tal día en tal lugar cuando tal equipo visitó nuestra isla. Como si viviéramos encerrados en aquel show que los Harlem Globetrotters hicieron en esta misma pista cuando los de mi generación íbamos al instituto. La muestra más clara de este fenómeno fan fue la eliminatoria de Copa del Rey que cruzó a la UD Ibiza con el Barça. Los siete mil espectadores que abarrotaron Can Misses sonaban a espejismo cuando la temporada pasada las supletorias criaban telarañas.
Este Gasifred – Inter Movistar es la versión de bolsillo de aquel sarao en el que, por unos minutos, pareció que Josep Maria Bartomeu se marcharía del palco felicitando a Amadeo Salvo por una sorprendente victoria. Casi mil personas se meten en el Poliesportiu Insular para animar a un equipo que, alianza mediante, también viste de celeste y que, como aquella noche de enero de hace casi cuatro años, se adelanta en el marcador. Pero la alegría del Gasi, y la de todos los que nos hemos acercado a verlo por primera vez en mucho tiempo, dura poco. El par de minutos que pasan entre el gol de Vicent Valdés y el empate que firma Terry dos Santos. Una vez descorchado el cava no sabe igual cuando desaparecen las burbujas. La energía del público se va apagando a medida que se agranda la diferencia. Echarle un vistazo al móvil no ayuda: es el único marcador abultado de la tarde copera.
“¿Ves?”, me suelta Medrano, “otra vez nos toca a nosotros”. Dos, tres, cuatro, cinco, diez. Un Sáhara imposible de cruzar sin agua y sin camellos. Nadie puede reprocharle nada a unos jugadores que, pese a la diferencia física y de calidad, tratan de no perderle la cara al partido. José Fernández no se achanta e invoca a la épica, y a los espíritus de los que hubieran disfrutado viendo al Gasifred jugar contra un rival así, y a lo que haga falta, colocando a un jugador de portero para atacar a un adversario muy superior.
Como si fuera una pachanga entre los reyes de la plazuela y sus hermanos chicos. Los futbolistas del Inter Movistar resultan en todo momento más fuertes, más hábiles, más certeros, más todo. Lo son, y aunque no hayan salido campeones de Primera en las últimas temporadas, siguen siendo el nombre más emblemático del fútbol sala español. Ricardinho, Schumacher, Jesús Clavería, Luis Amado, Daniel. Una pluma y un micrófono en el escudo. José María García, su puro y su personalismo volcánico: hace un mes cesó a Pato, otro mítico, por los malos resultados. Estupefacto leo que el dorsal que llevaba cuando fundó el equipo y él mismo se vestía de corto, está retirado desde entonces. “El halago debilita”, le gustaba decir a García cuando era el rey de las ondas. Sin añoranza de radiopredicadores, algunos de los que hemos entrado en Sa Blanca Dona estamos aquí por otra nostalgia. La de aquellas mañanas de domingo viendo un Interviu Boomerang – El Pozo Murcia en Teledeporte.
Es el recuerdo que se evoca para celebrar el 2 a 10 con el mismo énfasis que el 1 a 0. Antes de que sucediera, Elías, un amigo que acaba de mudarse a la isla desde Valencia y que ya se va dando cuenta de que la tostada del deporte ibicenco suele caer por el lado de la mantequilla, lo reclamaba entre dientes: “Un gol en cada parte, al menos; el gol de la honra”.